Oh Jesús, Sabiduría eterna. Cuando el Creador ” afirmaba los cielos y ponía límite al mar y asentaba los cimientos de la tierra, Tú estabas junto a El como arquitecto, eras su encanto todos los días y en todo tiempo jugabas en su presencia, jugabas con la bola de la tierra y eran tus delicias los hijos de los hombres”. Ahora te contemplo Niño Juguetón en el regazo de la Virgen Madre y vengo a pedirte sabiduría y buen humor.
Contigo quiero también jugar con la bola de la tierra y ser el encanto de Dios, mi Padre, y las delicias de las gentes, mis hermanos. Quiero estar alegre siempre, siempre de buen humor y además contagiarlo a los que están a mi vera. Dame humor, buen humor, sentido del humor.
Necesito humor para seguirte, Señor, para creer en las Bienaventuranzas, para amar y perdonar a todos. Necesito fuertes dosis de buen humor para ser sal, luz y fermento de este puñetero mundo, entre gente incordiante e inaguantable, de esta sociedad de gentes crispadas y conflictivas, en unas comunidades inexplicablemente ásperas, tensas y ácidas. Dan ganas de no poner ya más sal a la “cosa”, de esconder la luz en un rincón y no seguir animando y empujando. “Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no hacéis duelo”, dijiste Tú mismo no sin humor.
Ya ves, Señor: guerras, luchas, odios, divisiones, injusticias, enfrentamientos, lamentos, protestas, quejas, crisis, tensiones, malas caras, piques, peleas, intolerancias, conflictos, celos , envidias, nervios, destemplanzas, tristezas, manías, angustias, malos humores… ¡Ya está bien! Dan ganas de dar un gruñido y marchar.
Pero Tú no quieres seguidores gruñones ni entristecidos. No te agradan las procesiones de “sauces llorones”, no te gusta oír letanías de resentidos. Lo comprendo, Señor. No es posible ser buen cristiano sin buen humor. No se puede vivir el amor fraterno de verdad sin grandes dosis de buen humor. No es posible la vida espiritual sin sentido del humor. El mal humor no es buen conductor de la Buena Noticia. Dame humor, mucho sentido del humor, fuertes dosis de buen humor.
Quiero distender, relativizar, desdramatizar. No quiero crisparme nunca, por nada. No tomaré muy en serio a los protagonistas de los conflictos. Las cosas no suelen ser como las presentan los problematizados. La exageración es a menudo fruto de la emotividad. Ayúdame a situar los conflictos en su justa dimensión, a rebajar al mínimo el tanto por ciento de veracidad de todo comentario malévolo, ofensivo o desfavorable que oiga, a no dramatizar, a no hacer problema de lo que no es, a no absolutizar lo que sólo es relativo y cambiable: sólo Tú eres el Absoluto; todo cambia y da vueltas, menos Tú, que eres “fuerza tenaz, firmeza de las cosas, inmóvil en Ti mismo, origen de la luz, eje del mundo y norma de su giro”.
Tomaré en serio y responsablemente las cosas, pero no quiero confundir seriedad con tristeza, acritud o mal humor. Los problemas y conflictos y las situaciones difíciles se pueden humanizar, distender y aún resolver a base de buen humor. El ser humano vale más que el conflicto; el trato humanitario, más que la rigidez; el espíritu, más que la letra; las personas, más que las costumbres; la caridad, más que los carismas; el buen humor, más que la acidez. El orden y la justicia no están reñidos con el amor, la sonrisa y el buen humor. El humor y la sonrisa son un modo de comulgar con los hermanos. La benevolencia en el juicio, el espíritu de reconciliación, el diálogo, son armas eficaces de distensión en toda lucha y conflicto. “Abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por establecer la fraternidad universal no son cosas inútiles”.
Qué risa dan muchas cosas, querido Jesús, Niño juguetón en el regazo de la Virgen Madre: las afirmaciones rotundas de los enfatuados, las poses de los engreídos, las majaderías de los poderosos, la vaciedad de los orgullosos, la ridiculez de los que se dan importancia. Quiero reírme de todo eso. Y de eso que llaman ” prestigio”, “valer”, “honor”, “dignidad”, “autoridad”, cuando realmente a veces no es sino vanidad y amor propio. Quiero reírme de “cosas” que la gente busca afanosamente, por las que se pelean y enfrentan los que no saben vivir sin ellas. Qué risa, Señor, qué pena. Pero, sobre todo, quiero reírme de mí mismo. Que me vea espantosamente ridículo cada vez que me dé importancia o me busque a mí mismo, olvidándome que soy “el último de todos y el servidor de todos”. Los importantes sois vosotros: Tú, Señor, y los hombres mis hermanos.
Ayúdame a mantener inquebrantable mi buen humor ante la terquedad “irritante” de los que no me quieren o me interpretan “mal o se meten conmigo o se burlan y ríen de mí. Que no pierda el buen humor ante las maquinaciones, manejos y enredos de gente intrigante. Que no caiga en la trampa de tratar como enemigos a los que no me quieren O hablan mal de mí. Que no me atrapen los tentáculos de la envidia ni de los celos. Que no me roben la alegría los desengaños, frustraciones o desencantos ni el fastidio de la vida. Que los golpes que recibo no me dejen amargado ni resentido. Quiero reír, quiero reírme, quiero estar de buen humor.
Gracias, Señor, porque he caído en la cuenta que el humor es la mejor manera de tomarte en serio. Dame sentido del humor, compañero inseparable del amor cristiano, señal de madurez espiritual. Dame sentido de la proporción, lucidez para jerarquizar los valores, inquebrantable fe en la eficacia de los medios pobres. No me importa hacer el ridículo ante la gente; me importa no hacer el ridículo ante Tí que has puesto al revés los valores del mundo.
Santa “María del Buen Humor: muéstranos a Jesús, Sabiduría eterna, Niño juguetón, razón y causa de nuestro Buen Humor cristiano; ayúdanos a mantenernos alegres y bienhumorados; ruega por nosotros, tantas veces pecadores por tristes y malhumorados, para que seamos dignos de alcanzar y gozar de inalterable buen humor aquí en la tierra y de las alegrías eternas en el cielo. Amén. |