Estos últimos años la preocupación sobre el problema del medio ambiente y la destrucción de nuestro planeta ha ido creciendo en nuestra sociedad. Es verdad que dentro de todo lo que se nos vende como “eco” hay una gran variedad de intereses que muchas veces responden al beneficio de unos pocos más que a una preocupación real del cuidado del planeta, llevando muchas veces a mayor perjuicio.
Han surgido múltiples iniciativas de concienciación y denuncia del tema, muchas de ellas muy mediáticas, pero sin compromiso o respuesta real. Otras muchas de estas experiencias son sencillas, desconocidas por muchos y que aportan su pequeño grano de arena.
El cuidado de la Casa Común no es nada nuevo, es algo que llevan haciendo generaciones de pueblos enteros, principalmente empobrecidos, que han vivido, se han sacrificado y han luchado y siguen luchando por cuidar y proteger las tierras, el agua, los bosques, el mar, los animales, las plantas…. por su propia supervivencia y para dejar a sus hijos y a las siguientes generaciones un mundo donde poder vivir. Muchas de estas luchas y reivindicaciones han topado con intereses económicos y políticos que no han tenido escrúpulos en actuar contra ellas. Desde el año 2002 la organización internacional Global Witness lleva realizando un seguimiento de personas que luchan por defender el medioambiente y que han sido asesinadas por ello. Han contabilizado en unos 10 años, unas 1.176 muertes violentas. El año más sangriento fue 2015, con 185 asesinatos, la mayoría de ellos en países empobrecidos. En 2016 fue noticia el asesinato de Berta Cáceres, que durante años lideró un movimiento contrario a la construcción de la presa hidroeléctrica en su tierra, Honduras.
En el año 2015, surge con fuerza Ecología integral con la publicación de la Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco. Este término abarca todas las dimensiones de la persona (salud, economía, política, sociedad, espíritu) y remarca que el problema ecológico no es un problema de la naturaleza, sino que está relacionado con todos los problemas actuales de la persona (sociales, políticos, económicos, culturales). Ante la contaminación, el cambio climático, la destrucción de bosques, la desaparición de nuestra rica biodiversidad y donde millones de personas no disponen de vivienda, agua potable… de lo imprescindible para vivir, se produce un Humanicidio provocado por el abuso de los recursos, la sobreexplotación y el despilfarro (hambre y carestía, explotación y esclavitud en la producción…). Vivimos una situación en la que todo está montado para servir al poder económico y tecnológico de donde se saca beneficio para unos pocos excluyendo a la mayoría de la humanidad. Esto nos exige una mirada integral, pues el medio ambiente no es una parte, es un todo. Trabajar con una mirada de ecología integral, no es una moda, es una obligación, cada persona humana nos jugamos nuestra vida y la de generaciones futura en ello. Es fundamental, que el hombre tenga el protagonismo de su vida.
La Ecología Integral une lo ecológico y la justicia social como un todo indisoluble; no valen solo las soluciones técnicas, deben ser políticas, económicas y sociales. Es necesario cambiar el modelo de desarrollo basado en la explotación de una mayoría de la humanidad y la progresiva destrucción del planeta. En este momento es necesario un paso decisivo, trabajar por la justicia e igualdad para todos los pueblos, y ello supone un cambio en nuestro estilo de vida. Es necesario incorporar en todo este camino la historia, la cultura, la arquitectura…la vida de un lugar, que mantenido su identidad construye de forma solidaria el futuro. Incorporar la historia rescatando todo lo bueno que la humanidad ha ido construyendo combatiendo lo que nos destruye como personas que formamos parte de un todo, de una creación.
En este sentido los empobrecidos, los últimos, nos enseñan esa ecología integral de la gente sencilla, del ir contra el usar y tirar que veíamos en nuestras abuelas; experiencias de supervivencia con miradas de futuro entre los más machacados
Hay múltiples ejemplos de ello. Así, nos encontramos en las favelas de Brasil, en sus tejados, huertos urbanos promovidos por la Comunidad Pequeños Profetas que llevan 40 años luchando contra a miseria y la violencia allí. O cuando la tecnología se pone al servicio de un desarrollo más humano y sostenible como la máquina que transforma bolsas de plástico en aceite para combustible o una lámpara que funciona con dos cucharadas de sal y un vaso de agua, que permite dotar de luz durante ocho horas, creada por unos hermanos filipinos; o con agricultores que conociendo el medio en el que viven, cultivan tomates sin agua ni pesticidas. Surgen también iniciativas como la de Tailandia, de echar desde el cielo semillas de árboles locales con una mezcla de arcilla, tierra y composta, para que germinen en el suelo, estimándose que se pueden plantar hasta casi un millón de árboles al día, experiencia parecida que también se ha hecho en un pueblo de Málaga.
Miles de acciones grandes y pequeñas, personales y sociales, solidarias, que no se podrían recoger en un solo artículo, pero que son ejemplo de hacia dónde queremos caminar. “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (139 Laudato si). Todos somos responsables, personal y colectivamente de desarrollar nuestra capacidad en solidaridad con toda la humanidad y con nuestras próximas generaciones. Hay sitio para cada uno de nosotros en esta urgente aventura que juntos podemos caminar.
Fdo. María Magdalena