Fuente: Planeta Futuro
Autora: Beatriz Lecumberri
Los pulmones de indios, congoleños o bangladesíes están en peor estado que los de una persona que ha fumado durante años.
¿Cuántos años de vida perdemos por respirar aire contaminado? En una decena de países del sureste asiático y África, la respuesta es demoledora: los habitantes de Bangladés viven, como media, casi siete años menos, los de India, cinco, y los de República Democrática del Congo, prácticamente tres, apunta el Índice de Calidad del Aire en la Vida (AQLI, por sus siglas en inglés), publicado recientemente por la universidad estadounidense de Chicago, que concluye que, si nada cambia, los habitantes del mundo se verán privados, en promedio, de unos 2,3 años de vida debido al aire que respiran. Es decir, según este estudio, la contaminación atmosférica ya mata, a nivel global, igual que el tabaco, tres veces más que el consumo de alcohol, cinco veces más que los accidentes de tráfico y siete veces más que el sida.
“Estamos hablando de un asesino invisible y del gran problema de salud pública” de nuestro tiempo, asegura a este diario María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Porque nunca leemos: esta persona murió porque tenía los pulmones agotados de respirar aire en mal estado y eso allanó el camino para el cáncer de pulmón y o el infarto que sufrió, y, sin embargo, siete millones de personas fallecen prematuramente cada año por enfermedades vinculadas a la contaminación atmosférica. Creo que es una cifra que merece que nos paremos y reflexionemos”, agrega Neira.
Este cálculo siniestro sobre cuánta vida roba el aire contaminado depende del nivel de polución, del tiempo que se viva en ese lugar y de la edad y del estado de salud de la persona, pero hay lugares especialmente afectados, todos ellos en el Sur Global, donde hay personas que se están “asfixiando”, afirman los expertos. Nueva Delhi, el distrito de Gazipur en Bangladés, las regiones de Mai-Ndombe, Kwilu, y Kasaï, al este de Kinshasa, el área de Mahottari en Nepal o la ciudad de Mixco, en Guatemala, ofrecen cifras especialmente graves en cuanto a esperanza de vida arrebatada por el simple hecho de respirar, según el informe AQLI.
Según la OMS, un 94% de la población mundial respira un aire que no cumple con los estándares de calidad
“En India, los cirujanos están operando a chicos de 17 años que tienen pulmones similares a los de un anciano de 80 que ha fumado toda su vida adulta”, pone como ejemplo Neira.
Para encender la luz de alerta y poner sobre la mesa la desigualdad norte-sur a la hora de hacer frente a esta enorme amenaza, la ONU instauró en 2020 que el 7 de septiembre sería el Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul. Porque si no se ponen los medios, “el número de muertes causadas por la contaminación del aire en espacios abiertos va camino de aumentar en más de un 50% antes de 2050”. Además, la OMS prevé planear en Ghana en octubre de 2024 el segundo encuentro global sobre contaminación del aire y salud, tras el mantenido en 2018.
Invertir en un fondo global
La calidad del aire se mide por las llamadas partículas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2,5). La OMS establece que una concentración de estas partículas microscópicas superior a cinco microgramos por metro cúbico ya comienza a ser nociva para el organismo y estima que un 94% de la población mundial respira un aire que no cumple con los estándares de calidad. Por ejemplo, en Nueva Delhi la concentración de partículas es 25 veces superior a la establecida por la OMS y en Europa, una media de 2,5 veces superior.
La contaminación atmosférica mata y mata especialmente a quienes menos recursos tienen y dentro de ellos a los más vulnerables. “Ya sabemos que estas micropartículas pueden pasar al torrente sanguíneo y vincularse a enfermedades como ictus, infartos y otros problemas cardiovasculares, pero ahora también estamos viendo que atraviesan la barrera placentaria y empieza a afectar el cerebro de los fetos antes de que respiren”, alerta Neira, explicando que la lista de efectos nocivos que produce el aire contaminado no deja de aumentar, conforme avanzan los estudios.
La inversión necesaria para revertir la situación provocada por la mala calidad del aire sería tres veces menor de lo que nos cuesta tratar las enfermedades que produceMaría Neira, OMS
Según el informe de la universidad de Chicago, Bangladés, India, Nepal y Pakistán, que representan casi una cuarta parte de la población mundial, tienen las peores tasas de contaminación del mundo y sus habitantes perderán una media de cinco años de vida si persisten los niveles de contaminación. Desde principios de siglo, el grado de contaminación por partículas en estos países ha aumentado más de un 50% debido a la industrialización, el desarrollo económico y el crecimiento demográfico, que han disparado la demanda de energía y el uso de combustibles fósiles en toda la región.
En el África subsahariana, aunque el sida y la malaria siguen figurando como las prioridades sanitarias, las repercusiones de la exposición a partículas contaminantes son ya igual o más graves en República Democrática del Congo, Ruanda o Burundi, que están también entre los países más contaminados del mundo.
“Desgraciadamente, los países que sufren hoy en día algunos de los peores niveles de contaminación no disponen de las herramientas necesarias para subsanar estas deficiencias básicas en la gestión de la calidad del aire, como la generación de datos de alta calidad”, lamentan los autores del informe de la Universidad de Chicago, Michael Greenstone y Christa Hasenkopf, recordando que por ejemplo solo el 6,8% y el 3,7% de los gobiernos de Asia y África, respectivamente, proporcionan informaciones sobre la calidad del aire.
Neira explica que la OMS desea crear un fondo global para el cambio climático, la calidad del aire y la salud, como surgieron en el pasado iniciativas similares para paliar otros problemas sanitarios urgentes. “Estamos intentando despertar el apetito de los países para invertir en esto y poder suministrar más medios e infraestructuras a los países más afectados, por ejemplo, que los centros de salud estén mejor dotados y los trabajadores sanitarios, que están en primera línea de la atención al paciente, más formados”, explica la experta.
“Porque este momento, la inversión necesaria para revertir la situación provocada por la mala calidad del aire sería tres veces menor de lo que nos cuesta tratar las enfermedades que produce”, asegura la experta. En un comunicado publicado con motivo de este Día Internacional del Aire Limpio, la OMS asegura que la contaminación atmosférica también amenaza la economía mundial por los enormes costes sanitarios que supone, que ya representan el 6,1% del PIB mundial, es decir, cerca de ocho billones de euros en 2019.
El informe de la universidad de Chicago, citando datos de la organización Clear Air Fund (Fondo para un aire limpio), recuerda que en 2021 fundaciones filantrópicas dedicaron 63,8 millones de dólares (59,4 millones de euros) a luchar contra la contaminación del aire, pero “todo el continente africano recibe menos de 300.000 dólares (279.000 dólares)”. “Las comparaciones son odiosas y por supuesto tampoco queremos que nadie deje de consagrar fondos a la malaria o el sida”, advierte prudentemente Neira.
Para la responsable de la OMS, es indispensable apoyar a los países más afectados para que hagan su transición a energías más limpias lo antes posible. “En África menos del 1% de la población se beneficia en este momento de la energía solar y no será porque no hay sol. Es porque hay otros intereses de por medio”, lamenta la responsable, que justo acaba de participar en la Cumbre Africana del Clima en Nairobi, donde salió a relucir este tema.
Para Xavier Querol, profesor de Investigación en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Norte Global ha “ensuciado y llenado de gases contaminantes la atmósfera durante años” y tiene una responsabilidad a la hora de ayudar a los pueblos del sur a apostar por energías renovables, tecnologías menos contaminantes a la hora, por ejemplo, de encontrar alternativas a la quema de la paja del arroz en India. “Para ello se necesitan fondos, pero también formación, educación y sanidad”, insiste el experto en una entrevista con este diario, quien también critica la presencia de actividades contaminantes de empresas del norte en países ya muy afectados por una mala calidad del aire, en una especie de “deslocalización de la polución que no se puede seguir permitiendo sin restricciones”.
Revertir la tendencia
Pese a las graves cifras actuales, los expertos reconocen que sí está habiendo progresos, aunque “no con la rapidez y la fuerza necesarias” y subrayan que Europa, Estados Unidos, Japón y China han sido capaces de reducir significativamente la contaminación atmosférica en los últimos años. El informe de la universidad de Chicago cita, por ejemplo, que la contaminación en China ha disminuido un 42,3% desde 2013 y hoy, el ciudadano chino medio puede esperar vivir 2,2 años más, aunque la contaminación en el gigante asiático sigue siendo seis veces superior a la directriz de la OMS.
“Las razones de China fueron económicas, de negocios. Porque presentar un país donde la población se estaba ahogando no era atractivo desde ningún punto de vista: ni económico, ni social… Y el impacto positivo ha sido rápido”, corrobora Neira.
En Estados Unidos, que llegó a tener niveles de contaminación del aire superiores a los que se registran en el sureste de Asia, la contaminación del aire se ha reducido casi un 65% desde 1970. En 2021, la media de concentración de partículas PM2,5 era de 7,8 microgramos por metro cúbico, muy cerca del límite de la OMS. En Europa, y según la Agencia Europea de Medioambiente, el número de muertes prematuras atribuibles a la calidad del aire se redujo en un 45% entre 2005 y 2020 y se situaría en menos de 250.000 anuales.
Querol concluye que invertir en mejorar la calidad del aire es sinónimo fundamentalmente de una determinada cultura social. “En los países donde hay una buena sanidad, donde las autoridades se preocupan, por ejemplo, por la igualdad de género o la conciliación familiar, la calidad del aire también está en la agenda y camina a la par. No es algo que sea sinónimo de desarrollo económico puro, como muestran los datos de China y los de Estados Unidos hace algunos años”, resume.