Pedro Sánchez, el político que buscó aplausos fáciles en Gaza para tapar sus miserias en Madrid

Fuente: Canarias Noticias

Autor: Taleb Alisalem

Pedro Sánchez se presenta hoy en el escenario internacional como un estadista valiente, como el hombre que se atreve a plantar cara a Benjamin Netanyahu, como el defensor europeo del pueblo palestino masacrado en Gaza. Pero tras ese barniz impostado se esconde el mismo presidente que, en silencio y sin rubor, entregó el Sáhara Occidental a la voracidad expansionista de Mohamed VI. El mismo que convirtió la legalidad internacional en un papel arrugado para sobrevivir una legislatura.

Hay algo profundamente obsceno en esta doble moral, Sánchez condena con voz firme las bombas israelíes sobre Gaza, mientras con la otra mano financia la maquinaria de represión marroquí en El Aaiún, Dajla y Smara. Denuncia la ocupación sionista, pero respalda activamente la ocupación marroquí al Sáhara Occidental, la última colonia que queda en África. Habla de humanidad en Palestina, pero guarda silencio cómplice ante las desapariciones, las cárceles secretas y la violencia contra los saharauis que luchan pacíficamente por el mismo derecho, la autodeterminación. Olvidando por completo la responsabilidad histórica de España para con el pueblo saharaui.

España, bajo su mando, ha inyectado millones en Rabat, disfrazados de cooperación y control migratorio, mientras Marruecos y la industria militar israelí levantan fábricas conjuntas de drones que bombardean tanto a niños palestinos en Gaza como a pastores saharauis en el desierto. Esa es la coherencia Sánchez, defender una causa en la tribuna de Naciones Unidas y financiar la contraria en los despachos de Bruselas.

No es altruismo ni humanidad lo que mueve al presidente español. Es cálculo. Es supervivencia política. Es la huida hacia adelante de un dirigente cercado por la corrupción que toca de cerca a su entorno, que no puede caminar por los barrios obreros de su país sin escuchar abucheos, que ha visto cómo el precio del alquiler, la precariedad y las danas golpean a los mismos ciudadanos a los que prometió proteger. Sánchez busca en Palestina los aplausos internacionales que ya no encuentra en Lavapiés, en Vallecas ni en Cádiz.

El problema no es solo la hipocresía, sino la obscena manipulación de las causas nobles. Pretende capitalizar la simpatía mundial hacia Palestina mientras pisa las esperanzas del Sáhara Occidental, el pueblo con el que España mantiene una deuda histórica que ni él ni su partido se atreven a saldar. Esa contradicción lo define, no es un líder con principios, es un actor que mide encuestas.

La historia no recordará al Sánchez que agitó la bandera palestina en la ONU, sino al que firmó con Mohamed VI la claudicación más vergonzosa desde la Marcha Verde. No al que se enfrentó con palabras a Netanyahu, sino al que entregó hechos y fondos al aliado estratégico de Israel en el Magreb. No al héroe que quiso parecer, sino al político que buscó aplausos fáciles en Gaza para tapar sus miserias en Madrid.

Pedro Sánchez es hoy el reflejo vivo de la hipocresía y la falta de coherencia, un hombre que juega con las tragedias de dos pueblos para salvar su pellejo político. Puede que Gaza sea su salvación durante un tiempo, pero el Sáhara será su condena para la eternidad.

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