Todos tenemos experiencia, en nuestra vida personal y en la de cada grupo humano al que pertenecemos, de que las cosas no es que no salgan bien, sino que distan mucho de ser como el ideal que habíamos soñado.
Es en estas ocasiones cuando uno piensa en dejarse llevar por la rabia, por la tentación de abandonar o incluso traicionar el ideal que perseguía.
En una regata de traineras en julio de 2019, Sandra Piñeiro de Orio rompe el tolete que sujeta el remo que ella maneja y no puede seguir remando con sus compañeras.
No puede remar. Es una carga. Un peso que las demás deben mover sin su aportación. Lo mejor que puede hacer por su equipo es tirarse al agua y quitar peso a la embarcación. Razonable ¿Verdad?
Pero lo que ese equipo de mujeres necesita de esa compañera, es que mantenga su posición. Sin su peso «muerto» ahí la barca se desequilibra. Imposible avanzar derecho.
Ella se duele por la pérdida del remo, pero tras unos lógicos momentos para encajar el dolor, se coloca y repite el movimiento del resto de remeras. Su esfuerzo, su sacrificio, es durísimo sin el apoyo del remo. Más que el de las otras compañeras.
Pero el equipo no puede prescindir de ella. La que menos aporta en apariencia, es crucial para que las demás mantengan el ritmo.
Así es la vida solidaria. Así es la lucha por la Justicia. No sobra nadie. Todos, especialmente los más débiles, somos necesarios en esta carrera de la vida. La máxima aportación hecha en la fuerte debilidad… es la esencial.
Hermoso mensaje