Autora: Jennifer Bilek
Los medios de comunicación están vendiendo la descorporización como expresión, con fines lucrativos y con gastos de envío incluidos.
En menos de una década, el «movimiento» «transgénero» de «derechos humanos» (ya me estoy quedando sin comillas), plagado de sus propias ONGs, ha pasado de «nacido en el cuerpo equivocado» a «trastorno de identidad de género«, a «disforia de género«, a «incongruencia de género«, a «identidad de género«, a «expresión de género«, acompañado de líneas de maquillaje, moda y cicatrices corporales.
¿Debería sorprendernos que ahora haya un contagio de mujeres jóvenes que quieren que les amputen sus pechos sanos? ¿Es posible que estén absorbiendo los mensajes que promueven la disforia corporal como algo progresista, guay y vanguardista por parte de los conglomerados mediáticos que venden exactamente este mensaje?
La cultura ha sido preparada para este contagio por los medios de comunicación, que en la mayoría de las culturas occidentales nos han hecho creer que son una fuente de información libre y abierta en las sociedades democráticas. ¿Recuerdas todas esas historias, hace siete años, de pobres niños «nacidos en el cuerpo equivocado«, niños que adoraban el color rosa y los lazos para el pelo destinadas a tocarnos la fibra sensible? Historias de familias con niños pequeños a los que les gustaban las cosas estereotipadas del sexo opuesto inundaban los medios de comunicación, en todas las culturas occidentales, constantemente con la misma narrativa: el descubrimiento de una identidad inaceptable, la ansiedad inicial del niño y la familia, y al final todos acababan superando la molestia. Las familias se daban cuenta de que era otra forma «normal» de ser humano. Todos vivieron felices para siempre. Sí, claro. Casualmente, los medios olvidaron mencionar todos los riesgos y problemas médicos para el resto de la vida del niño. NO ES PARA TANTO.
Siete años más tarde, tenemos una epidemia de mujeres jóvenes y muchos chicos jóvenes también, amenazando a sus padres con el suicidio si estos no aceptan permitir que sus hijos tomen hormonas sexuales cruzadas y sometan sus órganos sexuales a cirugías a la carta. Al mismo tiempo, los profesionales de la medicina reafirman el pensamiento trastornado de los niños. La publicidad es insidiosa, y por eso es tan eficaz.
Por un lado, tenemos a Johnson & Johnson comercializando estos procedimientos como cirugías «cosméticas» totalmente rutinarias, cirujanos sonriendo a las cámaras en clínicas de género, animando la más macabra reingeniería de órganos sexuales humanos sanos (abre ese enlace por tu cuenta y riesgo), reality shows en la televisión y revistas de gran tirada celebrando la castración de hombres jóvenes.
Los hombres desfilan por las pasarelas de la moda con prótesis de embarazo, y las mujeres jóvenes aparecen en campañas publicitarias de ropa interior; las cicatrices de sus operaciones quirúrgicas de amputación de pechos sanos se promocionan como empoderamiento. Mientras tanto, los mismos medios censuran a periodistas, académicos y políticos por intentar criticar esta situación. ¿Se supone que esto es un desarrollo orgánico en países diferentes y plataformas mediáticas simultáneamente?
Las estrellas de Hollywood «exhiben a sus hijos», a los que les gusta ponerse ropa asociada al sexo opuesto, como pequeños accesorios en sus vidas fashion, para los medios de comunicación. Otras tratan, desde las portadas de revistas, de convencer a los jóvenes de que también quieren estas cirugías.
Mientras los medios de comunicación nos inundan con estos mensajes, los contribuyentes se ven obligados a financiar operaciones a través de nuevas pólizas de seguro médico para cirugías en los cuerpos de jóvenes que no están enfermos ni lesionados. Mientras tanto, los activistas de la ideología de género y sus ONGs que apoyan el constructo de las «expresiones médicas del sexo sintético» despatologizan esta monstruosidad e intentan vender al público la idea de que el sexo existe en un espectro, que el dimorfismo sexual humano es un constructo y que expresar cómo te sientes contigo mismo mediante la reorganización quirúrgica de tus órganos sexuales es progresista. En los campus universitarios se está ofreciendo a los estudiantes el acceso a hormonas sexuales cruzadas sin supervisión ni recomendación médica. Al mismo tiempo, las organizaciones LGBT, que financian a los medios de comunicación a cambio de que la prensa apoye los delirios de la industria del género, gritan «¡¡¡derechos humanos!!!».
Las plataformas de los medios de comunicación son propiedad de grandes conglomerados empresariales (artículo en español) que están conectadas con el complejo médico-industrial (CMI). La gente cree que está leyendo Glamour, Vogue, Vanity Fair, Wired y The New Yorker, cuando lo que está leyendo es Condé Nast, un conglomerado empresarial con una enorme inversión en el CMI y en el género como identidad médica. Lo mismo ocurre con Cosmopolitan, Esquire, Bazar, Good Housekeeping, Oprah, Seventeen, Women’s Health, etc., que forman parte del conglomerado mediático Hearst, con enormes inversiones en el CMI y la industria del género. Lo mismo ocurre con ABC, ESPN y Touchstone Pictures (entre otros cientos de plataformas mediáticas), propiedad de Disney, otro conglomerado con importantes inversiones en el CMI, incluida la industria del género. Disney goza de un gran prestigio ante la Comisión de Derechos Humanos LGBT por sus políticas de «diversidad e inclusión», que es jerga corporativa para la homogeneidad de pensamiento, y ha financiado con 100.000.000 dólares a hospitales infantiles de todo el país, incluyendo el Hospital Infantil de Texas y el Hospital Infantil de Los Ángeles, ambos con clínicas de género. Lástima, los niños atrapados en esta matriz de especulación corporativa. Meredith Corporation es propietaria de la revista People (que cubrió la celebración de la fiesta de castración de un joven), Parents, In Style, Health, Shape y, hasta hace unos dos minutos, era propietaria de la revista Time (no olvidemos la famosa portada de Laverne Cox). Meredith, como cualquier otro conglomerado mediático, tiene sus plataformas de salud y sus inversiones en el CMI. Time Magazine (que hizo famosa a Eliot Page en su portada) fue comprada por el multimillonario (57 mil millones de dólares), Marc Benioff en 2018. Pero no esperes que las cosas mejoren para que se permita una crítica a la industria médica de género en la nueva compra de la plataforma de Benioff porque te vas a desilusionar enseguida. Benioff está completamente de acuerdo con la violación de la privacidad, la seguridad y los derechos de las mujeres y las niñas y está recogiendo el testigo de Disney, otorgando la friolera de 100.000.000 dólares a otro hospital infantil de California. Y oh, qué casualidad, ¡resulta que también tienen una clínica de género para jóvenes!
No hay muchos conglomerados mediáticos proporcionado información y sólo encaja en el ámbito permisible de sus intereses corporativos. Todos se subieron a bordo del tren de género como identidad médica, haciéndonos creer que esta uniformidad de pensamiento es una aceptación orgánica por parte de la población que fomenta la aquiescencia del pensamiento de grupo. En otras palabras, se le está lavando el cerebro a la gente para que crea que la descorporización con fines lucrativos es un derecho humano y que la mayoría de la gente está de acuerdo con esto, cuando la mayoría de la gente no tiene ni puñetera idea de lo que está pasando porque todo lo que ven son anuncios publicitarios de los medios de comunicación controlados por el CMI y mensajes del frente de ONGs LGBT que dicen a los medios lo que tienen que decir. Los principales medios de comunicación están siendo controlados y entrenados por ONGs LGBT que actúan como fachada del CMI y como árbitros de nada menos que la realidad misma.
Tenemos que tener claro que este aparato de la industria médica de género está siendo dirigido estratégicamente por el capital, los avances tecnológicos y el CMI a través de todas nuestras instituciones, corporaciones y gobiernos. Mientras todos estamos discutiendo sobre lo que significa la identidad, ya que se superpone con los estereotipos de rol sexual, las élites se están deshaciendo del sexo humano. Están violando la frontera entre hombre y mujer, abriendo mercados en los que nuestra humanidad esencial se convierte en un mercado sin límites que explotar.