Fuente: La Vanguardia
Autor: Xavier Mas de Xaxàs
Francia regularizará la situación de muchos inmigrantes irregulares ante la falta crónica de mano de obra para determinados trabajos. Esta es una carencia que afecta a toda Europa. La demanda de inmigrantes en todo el mundo supera a la oferta en más de 31 millones de personas.
Años de baja natalidad, de pérdida y envejecimiento de población, obligarán a la Unión Europea y al Reino Unido a bajar las barreras contra la inmigración. Diversos estudios demográficos, firmados por Naciones Unidas, el Centro Wittgenstein y el Centro para el Desarrollo Global, instituciones punteras en anticipar la evolución de la humanidad, afirman que la UE necesitará en las próximas décadas a decenas de millones de trabajadores para sobrevivir, y no los tendrá si no deja de ser una fortaleza contra la inmigración.
“No bastará con alargar la edad de jubilación, incorporar más mujeres al mercado laboral o aumentar la natalidad. Tampoco será suficiente con robotizar aún más la economía productiva o seguir deslocalizando empleos como hasta ahora”, asegura Charles Kenny, experto en desarrollo humano y tecnológico del Centro para el Desarrollo Social en Washington DC. “Nada de esto salvará a Europa de una población envejecida –añade. Solo la inmigración puede corregir este desequilibrio, y la de origen africano será la que con más naturalidad podrá aportar la mano de obra necesaria para mantener el crecimiento”.
La ONU calcula que en el 2050 la UE tendrá un déficit de 60,8 millones de trabajadores. El Centro Wittgenstein lo eleva a 72,7 millones. Lo más grave es que con la actual política migratoria solo se cubrirá el 23% de estas necesidades, según la ONU, o el 30%, según el Centro Wittgenstein.
“Una población cada año más mayor es un lastre para el crecimiento económico y el estado del bienestar”, explica Juan Ramón Jiménez, experto en migraciones del CIDOB y doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UPF. “El 20% de los españoles y europeos tiene más de 65 años, grupo de edad que representará el 30% en el 2070. Ahora hay tres trabajadores por cada jubilado, pero cuando los baby boomers dejen de trabajar esta proporción no se podrá mantener. Vamos a perder población que esté en edad laboral, es decir, entre los 15 y los 64 años”.
Japón marca el camino de Europa hacia este abismo demográfico. Cuando su población era más joven, en la década de los ochenta, el crecimiento rozaba el 4%, hoy que el 25% de los japoneses tiene más de 60 años, el PIB avanza apenas un 0,4%. Incorporar más mujeres a la fuerza laboral –10% más desde el 2000– y retrasar la edad de jubilación de los 63 a los 65 años solo ha mitigado el problema. La tasa de natalidad sigue en el 1,3, una de las más bajas del mundo.
Europa, con una fecundidad de 1,55 hijos por mujer, sigue los pasos de Japón. Las políticas de fomento de la natalidad, además, no han dado resultados. “Ni las guarderías, ni los permisos de maternidad, ni los cheques bebé han tenido éxito”, dice Kenny.
La coyuntura económica y la realidad social pesan mucho más. Italia aprobó una ayuda de 250 euros mensuales por hijo. La Comunidad de Madrid propuso una medida similar para las madres menores de 30 años, con rentas bajas y diez años de empadronamiento. Sin tantas restricciones, ni el cheque bebé del gobierno Zapatero (2007-2010) ni el que dio Extremadura en el 2014 aumentaron la natalidad.
Si aumentar la natalidad es difícil, aumentar la inmigración, en contra de lo que pueda parecer, tampoco es fácil. Japón lo intenta sin éxito desde hace años. A pesar de facilitar la contratación de trabajadores extranjeros, no los consigue. Menos de 47.000 atendieron una llamada en el 2019 pensada para captar a 300.000.
El idioma y la cultura pueden ser un freno para ir a trabajar a Japón, pero lo cierto es que tampoco hay tanta migración cualificada disponible y la competencia entre países va en aumento. Un país con crecimiento bajo y una cultura cerrada, como es hoy el caso de Japón, y pronto puede ser el de Europa, no es muy atractivo para un inmigrante.
A Alemania le cuesta encontrar inmigrantes para que conduzcan sus trenes y tranvías. A Irlanda le falta mano de obra cualificada en la construcción. El Reino Unido ha dejado de recoger cosechas por falta de temporeros. Lo mismo ha sucedido en Italia.
Más demanda que oferta de inmigración
El economista Michael Clemens, del Centro Global para el Desarrollo, afirma que a partir de una renta per cápita de 10.000 dólares, la emigración se frena. En el país que sale de la pobreza extrema, hay más oportunidades de empleo. En el 2050, el 70% de la población mundial vivirá en países con rentas de al menos 10.000 dólares per cápita. “En ese año –explica– la demanda de inmigrantes excederá a la oferta en unos 31,5 millones de personas”.
Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea del Sur y las monarquías del Golfo competirán por estos migrantes.
“África ha de salvar a Europa de la crisis demográfica”, insiste Kenny, y Jiménez está de acuerdo. “Las economías africanas –explica– seguirán creciendo, pero no al ritmo suficiente para dar empleo a millones y millones de jóvenes. Debemos tener en cuenta, asimismo, que la crisis climática empujará a muchos africanos a buscar oportunidades fuera del continente”.
África es el continente más joven. El 60% de sus habitantes tiene menos de 25 años. Sin embargo, solo el 19% de estos jóvenes tiene un empleo. Emigran por razones económicas, pero no solo. “Esta es otra idea que distorsiona la realidad”, asegura Krikou Diana, experto en migraciones de la universidad de Estrasburgo. “En muchos casos, se emigra por promoción social –explica-. No es verdad que solo emigran los pobres, los que tienen dinero también lo hacen. Lo hemos visto en Costa de Marfil. A pesar del crecimiento sostenido de las últimas tres décadas, se ha disparado la llegada de marfileños a las costas del norte de África”.
Otro tópico que se desmonta poco a poco es el de la escasa formación de los migrantes africanos. El economista Andreas Backhaus ha demostrado que en Kenia y Ghana, por ejemplo, hay cientos de miles de jóvenes que podrían fácilmente encontrar trabajo en la Unión Europea.
Al relacionar el programa de capacitación de la OCDE (PIAAC) con el del Banco Mundial para los países en desarrollo, Backhaus llega a la conclusión de que 626.000 estudiantes kenianos y 562.000 ghaneses tendrían, hoy mismo, el 90% de posibilidades de encontrar un empleo en Alemania, el Reino Unido o Francia. Todos ellos alcanzan una calificación PIACC de 250 puntos, marca que a los propios europeos les garantiza un empleo al 90%.
La población envejecida de Europa necesita inmigrantes para mantener su nivel de vida. Durante la pandemia se ha visto cómo han faltado muchos en sectores tan dispares como el transporte, la agricultura, los hoteles, la limpieza y el cuidado de ancianos.
Charles Kenny considera que los africanos pueden trabajar en estas áreas y muchas otras si, como demuestra Backhaus, su educación sigue mejorando. Para muchos de ellos, además, el inglés y el francés son su primera o segunda lengua.
Stephen Smith, profesor de estudios africanos en la universidad de Duke, vaticina que en los próximos 30 años puede haber entre 150 y 200 millones de nuevos euroafricanos. Hoy hay solo nueve millones, de los cuales la mitad aproximadamente son subsaharianos. Smith considera que África será para Europa lo que México ha sido para Estados Unidos, un suministrador constante de mano de obra. Este flujo se alimentará del enorme desequilibrio demográfico entre Europa y África. En el 2050, por cada europeo habrá cinco africanos. Es más, por cada europeo cincuentón habrá tres africanos menores de edad.
Millones de africanos, por lo tanto, van a acudir al rescate de Europa durante las tres próximas décadas. Aunque ahora parezca imposible, los expertos no tienen ninguna duda. El auge de los partidos populistas y nacionalistas en todos los países europeos es la reacción defensiva de unas sociedades que no quieren ver el mundo que viene. El Parlamento Europeo ha advertido en repetidos estudios que cuanto más envejecida y aislada está una comunidad –como ocurre en los desiertos demográficos que crecen en las zonas rurales- más se radicaliza.
La idea, por ejemplo, de que los inmigrantes quitan empleos a los nativos es otra falsedad que explotan los partidos anti inmigración. “Se ha demostrado empíricamente que es al revés”, recalca Kenny. “Los inmigrantes crean más empleo, no se lo quitan a nadie. Al incorporarse a sus nuevos países, consumen bienes y servicios, y pagan impuestos. Hacen crecer la economía”.
“Es más –añade Juan Ramón Jiménez-, muchos inmigrantes, sobre todo los asiáticos, especialmente los chinos y los pakistaníes, pero también muchos latinoamericanos, crean sus negocios, empleando a inmigrantes de sus propios países. Generan mucho empleo”.
Kenny considera que la UE no está haciendo lo suficiente para atraer inmigrantes. “Debería aceptar más estudiantes de terceros países y becarlos, también debería aceptar más demandantes de asilo para que construyan las redes que luego permitirá la llegada de más inmigrantes. Es necesario crear programas de formación en los países de origen y contratar allí a los jóvenes emigrantes para que puedan empezar a trabajar nada más llegar a Europa”.
Jiménez añade que “también debe facilitarse el acceso de los inmigrantes a la ciudadanía y darles permisos de trabajo más flexibles para que si pierden su empleo tengan tiempo de buscar otro sin perder la residencia”.
La UE está hoy muy lejos de estas políticas públicas. Carece de una política de migración común y tampoco hay una red europea de empleo. Europa es una fortaleza contra la inmigración y parece que los dirigentes quieren mantenerlo así. Admitir inmigrante no solo es un deber moral –como se vio en la crisis de los refugiados sirios del 2015- sino también un deber económico. Hay una utilidad en la inmigración que muchos políticos no ven.
Jiménez considera que, a pesar de este presente tan complicado, “Europa, como fortaleza antimigratoria, tiene los días contados. No aceptar a millones de inmigrantes será un suicidio demográfico y no parece lógico que las sociedades europeas quieran suicidarse en el 2050”.