Los regalos ocultos

Ésta situación por la que estamos pasando nos está obligando a, al menos, repensar algunas cosas que hasta ahora pasaban desapercibidas, teníamos olvidadas o incluso despreciábamos.

Nunca  valoras lo que tienes hasta que lo pierdes, es una expresión que no por repetida deja de tener pleno y profundo sentido. Acostumbrarse a vivir a cuerpo de rey, pudiendo alargar la mano y tener a nuestro alcance el uso y disfrute de cientos de comodidades es y ha sido más habitual de lo que a veces queremos reconocer, o al menos nuestra meta inconsciente en ese deseo de mejorar que el ser humano lleva impreso dentro suyo.

Cuando los niños dicen qué quieren ser de mayor nombran esas profesiones que tienen un cierto renombre y prestigio a nivel social, y a los padres eso nos gusta en diferentes grados, aunque no siempre lo expresemos así.

Sin embargo la realidad que hace posible nuestro día a día va por otro camino, por otras profesiones muchas de las veces menos valoradas o visibles.

Valga mi reconocimiento merecido, una vez más a los profesionales sanitarios, que velan por nuestra salud y bienestar, muchos de ellos asumiendo arriesgar su salud por cuidar a los demás, y doblando turnos en momentos tan difíciles como estos. Pero quiero romper una lanza por todas aquellas otras profesiones que, como otras muchas cosas en esta vida, siempre han estado ahí y nunca hemos valorado suficientemente.

Imposible sería nombrar las infinitas profesiones a las que debemos nuestras comodidades o nuestro bienestar. Pero tratando de centrar el tema en la situación actual quizá pudiera servir para comenzar esta pequeña enumeración.

Si lo acotamos en lo esencial de estos días trataré de centrarme en las dos actividades que, por diversos motivos, hemos priorizado estos días, la alimentación y la salud.

Comemos y bebemos, por los que trabajan en las fábricas de pienso, agricultores, ganaderos, pescadores, trabajadores de los invernaderos y piscifactorías, panaderos, transportistas, reponedores, cajeros, repartidores, personal de limpieza, controladores sanitarios que hacen que nos lleguen alimentos y bebidas sanas a nuestras casas y comercios.

Tenemos sanidad, además de por los ya citados profesionales sanitarios, por las señoras de la limpieza, los que cambian las sábanas y las lavan, los celadores, los cocineros de los hospitales, dietistas, los investigadores del mundo de la salud, las farmacéuticas y todas sus plantillas, los informáticos y técnicos de distintas especialidades que ponen a punto las maquinarias, los administrativos que gestionan…

Seguro que he olvidado otros muchos, por ellos también va este agradecimiento.

Valga simplemente para reconocer que, tanto en estos dos ámbitos como en cualquier otro de la sociedad, es la aportación silenciosa del conjunto de muchos profesionales lo que hace posible realizar cualquier trabajo.

 

Julio Llorente

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