La crisis sanitaria está visibilizando de forma dramática las costuras de la actual división social y territorial del trabajo. En esta división funcional y especializada del trabajo que tiene Europa, Holanda alberga decenas de miles de trabajadores españoles en el sector de la logística, que han ido llegando al país en los últimos años, y que cuentan, según la investigación que hemos realizado, con unas condiciones laborales y de alojamiento deplorables que pueden estar empeorando severamente con la pandemia. Holanda, el mismo país que ahora lidera la negativa para apoyar económicamente a sus socios europeos más sacudidos por la pandemia del Covid-19, como España.
Alertamos sobre la situación del colectivo de españoles en el sector de la logística holandese que no se siente reconocido en los aplausos ni en el esfuerzo colectivo contra la epidemia, por la sencilla razón de que ya no están en España. Tuvieron que salir, como muchos otros cientos de miles, cuando la otra crisis, y emigraron, a Holanda. Hoy trabajan en los grandes almacenes de logística, en torno al puerto de Rotterdam, el primero en volumen de carga y distribución, y se cuentan los que han pasado en los últimos años, sólo los españoles, por cincuenta mil. Son los trabajadores y trabajadoras que se activan cuando desde nuestras casas hacemos una compra por internet, en Amazon o cualquier otra plataforma de e-commerce. Hoy están trabajando más que nunca, y se encuentran, en pleno desarrollo de la epidemia, en una situación más que inquietante debido a sus condiciones de alojamiento y trabajo.
Emigrantes desde 2008
Hace tres años que nuestro colectivo de investigación está trabajando con algunos de ellos/as. Se trata de personas que fueron expulsadas cuando reventó el modelo productivo español, de 2008 en adelante, el de la burbuja y el endeudamiento privado. Los perfiles que hemos ido encontrando son muy heterogéneos, pero todos responden a un patrón común: en España ya no había perspectivas de futuro laboral y Holanda ofrecía oportunidades. Algunas agencias de reclutamiento (ETT) con matriz holandesa han sabido explotar estas circunstancias y se extendido su área de captación desde el este europeo a los países del sur, los más golpeados por la crisis. Su éxito radica en que proponen una línea de fuga, una salida digna llena de «facilidades» a todos estos perfiles que sólo tienen como condición saber un mínimo de inglés:»nosotros nos encargamos del alojamiento y del transporte, tú sólo te tienes que preocupar de trabajar».
Desde hace varios años, los grandes macroalmacenes de logística se han venido instalando en Holanda (y en otros puntos de Europa), en torno a los puertos, generando una enorme riqueza y demanda de empleo de toda condición. Podría haber hoy en los Países Bajos hasta 2 millones de trabajadores extranjeros, aunque los datos oficiales sólo contabilizan 500.000. Igual sucede con los trabajadores españoles. En los estudios estadísticos hemos contabilizado el paso de al menos 50.000 emigrados de España para el sector de la logística, que no son reconocidos en toda su dimensión por el país receptor en las estadísticas oficiales. Son trabajadores y trabajadoras que por su condición temporal, precaria y de irregularidad administrativa podríamos decir que casi no existen. Estos macroalmacenes operan como «pulmones» en los flujos globales continuos de mercancías entre la periferia del mundo y el centro de Europa como gran consumidor. Comprendemos así como se está transformando el modelo productivo europeo: estos macroalmacenes son capaces de distribuir, en tiempo real, en casa del consumidor/a virtual, millones de productos fabricados en los países llamados emergentes, por empresas y capitales que, desde los años 1980, han venido deslocalizando masivamente la producción industrial. Y una parte de la mano de obra, progresivamente liberada, ha sido empleada en estos grandes almacenes, primero en proveniencia de los países del Este (Polonia, Lituania, Bulgaria), y a partir de los años 2007, también del sur de Europa. Hoy la población española constituye el segundo o tercer contingente más importante en número.
Los diferentes macroalmacenes que reciben, gestionan y derivan la mercancía están así articulados, en tiempo real, a almacenes de mano de obra, lista para ser utilizada de manera óptima. Estas personas, son puestas en un tiempo de espera de una llamada que los activa, un día tras otro, de manera imprevista, para ir a trabajar. Si el teléfono suena, y los trabajadores no responden, reciben un warning, y al cabo de tres warning, pierden el empleo. Si se pierde el empleo, se pierde el alojamiento. El contrato «cero horas» es el dispositivo jurídico que permite contratar a alguien, una cantidad variable de horas, de manera a ajustar de modo óptimo la oferta de mano de obra a los requerimientos del proceso productivo.
Incremento de pedido online durante la pandemia
Así viven y trabajan las personas que se encuentran detrás del click con el que compramos on line una mercancía, también ahora que estamos confinados, más o menos cómodamente, en nuestros domicilios. Se está dando la paradoja de que nuestro confinamiento incrementa los pedidos de venta on-line y convierte en indispensables a unos colectivos absolutamente desprotegidos de la posibilidad del contagio.
Y es que efectivamente la crisis sanitaria global del Convid 19 se concreta en este escenario laboral, el de los trabajadores inmigrantes movilizados por la logística holandesa, cuya desprotección laboral deviene ahora en incertidumbre vital. De repente nuestros/as compatriotas que están trabajando allí en condiciones deplorables ven amenazados sus puestos de trabajo, es decir, aquello que únicamente les vincula con un país mantiene una legislación muy permisiva con las ETT y por tanto muy lesivas con su personal.
Pero sobre todo ven un riesgo potencial de contagio en sus lugares de residencia -en muchos casos viven en camping o albergues colectivos donde entra y sale mucha gente y en los que es imposible mantener distancias mínimas de seguridad- o en los medios de transporte empleados por las empresas para desplazarlos al lugar de trabajo, en los que tampoco se respetan normas básicas para prevenir el contagio. Temen enfermar, es más, tienen pánico de enfermar en un país extranjero, en el que a menudo desconocen cómo acceder a servicios mínimos y en el que perder el trabajo es prácticamente quedarse sin un recurso vital para su subsistencia. Si pierden su trabajo la ETT que los emplea también los dejará sin alojamiento y sin seguros sociales, en la calle.
Los testimonios recogidos estos días por parte de los trabajadores y trabajadoras del sector logístico nos indican que hay un claro incremento de la carga de trabajo sin una correspondiente atención a las medidas higienicosanitarias que obligaría la pandemia.
El sindicato neerlandés FNV ha confirmado que las ETTs, aunque en primera instancia se comprometieron con seguir las instrucciones de la autoridad competente en materia de salud, estás, en realidad no se cumplen, por lo que no acontece la mejora prometida.
Creemos que dadas las circunstancias las instituciones españolas deberían presionar a las holandesas para que protejan en términos de salud, empleo y condiciones de vida a la población extranjera que trabaja en torno al sector logístico que hoy están alojados en albergues o camping holandeses preguntándose qué va a ser de sus vidas.
Equipo de investigación sobre trabajo desplazado compuesto por diferentes docentes y profesionales de la investigación social (en colectivo enHolanda)
Andrés Pedreño (Universidad de Murcia)
Pablo López (UCM)
José Calderón (Universidad de Lille)
Antonio Ramírez (Universidad de Murcia)
Sander Junte, Javier González, Monsterrat Matamala y Fernando Sabín (Andaira Investigación Social)
Fuente: Público