Autor: Policarpo Díaz Díaz. Sacerdote diocesano de Salamanca
“… puede usted besarla en la mano
O puede darle un beso de hermano
Asi la besará cuando quiera
Pero un beso de amor
No se lo dan a cualquiera”
Miguel Molina. El beso (1947)
Miguel Molina, tiene todo un tratado sobre el beso, en el famoso pasodoble, que tantas veces hemos cantado y bailado en las verbenas populares. Dice esta clásica canción “de verbena”, hablando de los diversos “besos”, “que un beso de amor, no se lo das a cualquiera”. El beso entrañable que inmortalizó Gustav Klimt, no puede ser un beso no consentido. La Oreja de Van Gogh, en la preciosa balada titulada “Rosas” (2003), también lo deja claro: “Me pediste que te diera un beso. Con lo baratos que salen mi amor ¿Qué te cuesta callarme con uno de esos?”
De cajón. Evidente querido Rubiales. Un desastre de beso. Un beso que es un delito.
Y sobre todo si esa persona “no quiere”, “no lo desea” “no lo espera”… Queda claro que el beso de Rubiales es un intento fallido de beso de amor (o beso íntimo, o beso pasional, o beso erótico…), dado a destiempo, sin pudor, sin rubor… y sobre todo ¡sin licencia!, es decir, sin que la persona besada (la jugadora Jennifer Hermoso) lo permita, lo desee y lo admita. A eso se le llama “acoso”. Con todas las letras. Y más si viene de tu “jefazo”. Además (gracias a Dios, diría yo), en público, con todas las cámaras del país y de medio mundo enfocando, con cientos de periodistas como testigos… Vaya “patinazo”… Ni Pepe Gotera y Otilio harían una chapuza más desastrosa. Tan sólo superado, si me lo permiten citar, por aquel “beso de Judas”, que lejos de ser un gesto de ternura, respeto y amor hacia Jesús de Nazaret, resultó ser una contraseña para “prenderlo, juzgarlo, condenarlo y ejecutarlo”.
Más allá o más acá de todas las consecuencias que ese “beso de Rubiales” haya podido traer (dimisión o no dimisión; cese, juicio, críticas, burlas, “beso hasta en la sopa” aunque ahora -en medio de esta semana de ola de calor- mejor hay que decir “hasta en el gazpacho”, opiniones, artículos, crónicas, reportajes, entrevistas, posicionamientos públicos e políticos, presidentes de equipos, jugadores, analistas… en la prensa escrita, en la radio, en la tele, en las redes… ¡una pesadez!) , yo quiero reflexionar en alto sobre LOS BESOS NO DESEADOS QUE NO SE DAN EN PÚBLICO, NI A PERSONAS FAMOSAS…, los besos que ocurren en el anonimato, en la humillación de la víctima, en la angustia de quien se siente explotado(a), humillado(a), acosado(a), arrasado(a)… Todos sabemos que no son pocos. Y no sólo besos en la boca, sino manoseos intimidatorios, magreos asquerosos y violaciones indignas. Y todo un catálogo de prácticas, propio del arsenal de un depredador, que comienza por la boca (insultos, descalificaciones, vejaciones verbales), y termina con las retorcidas y variadas prácticas del psicópata.
Víctor Manuel San José tiene una preciosa canción de amor que si titula “A dónde irán los besos que guardamos, no damos”… (1994). Es una verdadera poesía que trata sobre “los besos” y “los abrazos” que se han quedado sin dar, los besos de aquellas parejas que iniciaron una relación y quedó cortada por la distancia, el tiempo y todo ese cúmulo de cajón de sastre al que llamamos “la vida es así”…
Yo, tirando de la ilustración de estas canciones de Miguel Molina y Víctor Manuel y aprovechando la coyuntura del acontecimiento que se ha hecho viral y social del famoso beso del “patán (remito al artículo de mi amigo J.M. Ferrera Cunquero en el periódico digital “La crónica de Salamanca” del 24 de agosto, ¡leanlo, por favor!) me pregunto:
¿Dónde irán los besos -abrazos, manoseos, relaciones sexuales, violaciones…) que se han dado sin permiso y sin luz y taquígrafos?, ¿dónde están esas relaciones sexuales cometidas sin desearlas en el más profundo anonimato, donde la única prueba es tu palabra contra la de tu agresor?… ¿Dónde se almacenan tantos episodios cotidianos de violencia de género, de homofobia, de mobbing (acoso laboral), de bullying (acoso escolar), de pederastia (acoso sexual al menor), de racismo… ¿O CUALQUIER TIPO Y FORMA DE ACOSO EN GENERAL A CUALQUIER SER HUMANO, personal o colectivamente?
Me temo, y sufro por ello, que muchas veces, las más, languidecen en el corazón solitario de la víctima y ahí se pudre para toda la vida, hasta la eternidad, que es la solución a todos los problemas. Sólo Dios sabe dónde van esos besos, esos abrazos, esos manoseos, esas violaciones no consentidas y no denunciadas y si denunciadas, no creídas.
Lo de Rubiales pasará… Se olvidará… Se recordará sólo de vez en cuando, pero como dice Ferreira Cunquero: “Pero una vez que te encabronas con el personaje, vuelves a visionar repetida la acción y caes en la cuenta de que tan despreciable hecho podría recordar a muchas, muchísimas mujeres víctimas de abusos a causa del dominio que da el poder, en cualquiera de los ámbitos sociales de la vida”.
Y como “consejos vendo que para mí no tengo (o no he tenido)”: termino con otras dos magníficas letras, de Amaral y Rozalén que nos invitan a la acción. Las canciones, (cuyos videos oficiales aconsejo visionar) “Salir corriendo” (de Amaral, 2002) y “La puerta violeta” (de Rozalén, 2017).
Amaral se hace (nos hace) muchas preguntas: «¿Cuántas lágrimas puedes guardar en tu vaso de cristal?… ¿Cuántos golpes dan las olas a lo largo del día en las rocas?, ¿Cuántos peces tienes que pescar para hacer un desierto del fondo del mar?, ¿Cuántas veces te ha hecho callar? ¿Cuánto tiempo crees que aguantarás? ¿Cuántas lágrimas vas a guardar en tu vaso de cristal?”. Para terminar, cantando con fuerza: “Si tienes miedo, si estás sufriendo, tienes que gritar y salir, salir corriendo. Si tienes miedo, si estás sufriendo tienes que gritar y salir, salir corriendo”.
Por su parte Rozalén entra dando voz a la víctima y a su angustia: “Tengo todo el cuerpo encadenado, las manos agrietadas, mil arrugas en la piel. Las fantasmas hablan en la nuca. Se reabre la herida y me sangra. Hay un jilguero en mi garganta que vuela con fuerza. Tengo la necesidad de girar la llave y no mirar atrás”. Pero finalmente nos cuenta un final precioso, de la angustia a la libertad: “Así que dibujé una puerta violeta en la pared. Y al entrar me liberé, como se despliega la vela de un barco. Desperté en un prado verde muy lejos de aquí. Corrí, grité, reí. Sé lo que no quiero. Ahora estoy a salvo”.
Gracias a todos los que dan voz a las víctimas y las ayudan a hablar. Gracias a quienes las creen y las ponen en el centro. Gracias a todos los que abren las puertas de todos aquellos (as) que salen (salimos) corriendo. Contra gestos como el de Rubiales, seamos lúcidos para ver a los que no salen en las cámaras y de los que nadie habla.