Fuente: Alfa y Omega
Autora: Ester Medina
Fotografías: Truckers Against Trafficking
La organización Truckers Against Trafficking ha formado a 1,6 millones de conductores profesionales para detectar a posibles víctimas. Ya han contribuido a liberar a 1.300 personas
Shari tenía 15 años y su prima Krissy 14 cuando salieron de casa y fueron raptadas por un hombre en una camioneta en Ohio (Estados Unidos). Era parte de toda una red de trata y explotación que durante meses las obligó a prostituirse en moteles, clubes de estriptis y áreas de descanso de carreteras. «Allí estábamos, forzadas a ir de camión en camión preguntando si querían tener sexo con nosotras. Éramos niñas y estábamos muertas de miedo», cuenta Shari. La llamada de un camionero a la Policía no solo sirvió para rescatarlas, sino que permitió liberar a otros siete menores, desarticular una red de trata en 13 estados y que 39 culpables fueran condenados. «Aquel camionero salvó mi vida. Sin esa simple llamada todo hubiera sido diferente y lo podía haber perdido todo. Gracias a él tengo un futuro».
La iniciativa Truckers Against Trafficking (Camioneros contra la Trata) nació en Estados Unidos en 2009 para concienciar a los miembros de la industria del transporte. Fue una de las organizaciones invitadas al II Congreso Internacional sobre Trata de Seres Humanos que la asociación Betania celebró en Málaga el 28 de septiembre, a medio camino entre el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños y el Día Europeo contra la Trata, el pasado 18 de octubre.
La trata está en aumento en el país. En 2020, según el Departamento de Justicia, se procesó a 1.343 personas; un 84 % más que en 2011. «Los conductores profesionales, por la naturaleza de su trabajo, pueden ser los ojos y oídos de las Fuerzas de Seguridad en las carreteras a la hora de rescatar a las víctimas y detener a los traficantes», explica a Alfa y Omega Esther Goetsch, directora ejecutiva de la entidad. Por ello difunden sus materiales entre las empresas y organizan, en toda Norteamérica, cursos de formación dirigidos tanto a agentes de la ley como a todo tipo de conductores profesionales, desde repartidores a conductores de autobuses de largo recorrido, pasando por transportistas de mudanzas, camioneros y trabajadores de empresas de transporte escolar.
Se trata de afinar la mirada para darse cuenta de que esa joven desorientada en minifalda que se baja de un coche y a la que recogen 20 minutos después está siendo explotada. Les explican algunas de las señales: que una persona se muestre desconcertada o dé la sensación de que no sabe dónde está, o que no tenga ningún tipo de identificación encima. Deben observar especialmente si pueden expresarse por ellas mismas o si, por el contrario, otra persona las controla. Un elemento determinante, apuntan, es si son jóvenes. Ante cualquier sospecha deben llamar a las Fuerzas de Seguridad o al Teléfono Nacional Contra la Trata, disponible las 24 horas del día.
Goetsch no concibe esta lucha sin una buena organización en red, aunando fuerzas tanto de las empresas privadas como del sector público y la Policía. Hasta la fecha han formado a más de 1,6 millones de profesionales del sector, están presentes en 2.100 distritos escolares y colaboran con 260 agencias de transporte público y 140 empresas privadas de autobuses. Y funciona. Según datos del Teléfono Nacional Contra la Trata, los conductores han realizado cerca de 2.700 llamadas gracias a las cuales se han abierto más de 700 casos, con 1.300 víctimas de trata implicadas.
Evitar blanqueos y excusas
Pero no se trata solo de liberar a las chicas. Van más allá: a pulir la sensibilidad para denunciar la situación públicamente y no blanquear al putero ni refugiarse en la excusa de que las víctimas quieren estar ahí. Para ello, en sus formaciones y materiales recogen palabras contundentes como las de Evan Nicholas, agente especial de supervisión del FBI, que asegura que nadie quiere ser golpeado y violado a diario. «Siempre hay violencia para ejercer un control total sobre las chicas», afirma. Otro desafío es romper la mentalidad de quien todavía piensa que la trata no sucede en su ciudad o que solo se da en países empobrecidos. Después de la formación que hizo con esta entidad Steve, un camionero, reconocía que darse cuenta de que algo así está sucediendo en su localidad le perturbaba y dolía. «Esto tiene que parar y estas chicas deben tener la oportunidad de una vida. Les están robando el futuro desde una edad muy temprana». Goetsch, la directora ejecutiva, hace hincapié en la importancia de la sensibilización: «Nuestro enfoque educa a los miembros de las industrias dominadas por hombres sobre cómo la demanda de sexo comercial alimenta la trata». Un abordaje que provoca cambios reales.