Fuente: La Nueva España
Autor: Eduardo Lagar
El fraile Miguel Ángel Gullón, junto con la comunidad local y de varias ongs, impulsa las protestas de los cortadores de caña, sometidos a unas condiciones laborales deplorables y a los que las compañías desalojan sin miramientos de sus chozas cuando necesita ampliar los cultivos
Al frente de la azucarera más poderosa, Central Romana, están los hermanos Fanjul, descendientes de emigrantes asturianos a Cuba en el siglo XIX. Los Fanjul poseen a solo 40 kilómetros de las plantaciones el complejo de «ultralujo» llamado Casa de Campo, la meca del descanso de multimillonarios y famosos..
Han pasado quinientos años y parece que nada ha cambiado. Miguel Ángel Gullón no hace más que repetir el mismo mensaje que lanzaron sus compañeros frailes dominicos cuando llegaron, con los primeros años del siglo XVI, a La Española y vieron de qué manera se despreciaba a los pueblos nativos de aquella isla, primera parada de Colón al llegar a América en 1492, hoy repartida entre dos estados soberanos: la República Dominicana y Haití. Es mismo mensaje y en el mismo lugar. Cinco siglos años después de que aquellas denuncias sentaran las bases jurídicas de lo que luego se conocerían como Derechos Humanos, aquellos frailes –entre otros fray Antón de Montesino y fray Bartolomé de las Casas– probablemente se quedarían desolados al comprobar hasta qué punto el hombre sigue siendo un lobo para el hombre. Hasta que punto son explotados por las grandes empresas azucareras los habitantes de la empobrecida región de El Seibo, donde vive y desempeña su labor misionera Gullón desde 2005.
Este dominico nacido en Caravia Baja, que el pasado 23 de junio cumplió 55 años, se ha convertido en uno de los puntales de la lucha contra las condiciones «de esclavitud» laboral de los empleados de una industria clave para la economía dominicana. Allí, al frente, está Gullón cuando las grandes azucareras, que endulzan la vida de millones de estadounidenses próximos a la obesidad mórbida, derriban sin contemplaciones las chabolas de los trabajadores para expandir los cultivos azucareros. Allí está él cuando piden justicia por el asesinato de un niño a manos de un sicario («un tigre») de un terrateniente, que tiene una orden de alejamiento contra el fraile. Allí está este dominico asturiano cuando los camiones-jaula del Gobierno recorren la zona en una especie de cacería humana de emigrantes haitianos o de sus descendientes nacidos en la República Dominicana, que componen gran parte de la fuerza laboral de la industria azucarera, clave en la economía nacional.
No está solo. Cuenta con el apoyo de la comunidad de laicos articulada en torno a la orden dominica, además del respaldo de la propia orden (con oficina ante la ONU en Ginebra) y de las ongs Selvas Amazónicas, Acción Verapaz, la Fundación Anacaona y Studium Pro Aequalitas. En Asturias la Delegación de Misiones y la Comunidad Magdala de Oviedo apoyan sus proyectos en la zona, entre los que está el proyecto de invernaderos agrícolas «Virgen de Covadonga», una radio para dar voz y alfabetizar y el centro de salud «Fray Luis Oregui», que tiene ya casi veinte años.
La dignidad
«Allá, en el malecón de Santo Domingo, hay una estatua muy grande donde está Montesino en lo que se conoce como el ‘Sermón de Adviento’ de 1511, contra el trato infligido a los indígenas y por la dignidad. Y nosotros lo que intentamos es custodiar la dignidad. Hoy en día hay muchas conculcaciones de la dignidad. ¿Qué es la conculcación de la dignidad? Lo que dice el Papa Francisco, algo que se explica muy bien. Son tres ‘t’: tierra, techo y trabajo. Cuando a una persona le falta la tierra o le roban la tierra le están violando la dignidad. Cuando uno tiene un techo y se lo destruyen, le están robando la dignidad. Nosotros hemos intervenido en esto porque ha habido mucha destrucción de viviendas por parte de terratenientes y empresas azucareras. Eso es violar la dignidad. Y cuando el trabajo es como éste, precario, que emplea a niños, eso es una violación a la dignidad».
25.000 esclavos
Gullón tiene maneras suaves, es de una cortesía extrema. Pero en su discurso aflora pura tenacidad cuando habla de su trabajo en El Seibo, una provincia situada al este la República Dominicana y la segunda más empobrecida. De allí sale «el 70% de la producción total del país, más de 1.000 toneladas esclavizando a unas 25.000 personas». Las condiciones de trabajo son éstas: «El corte de la caña de azúcar comienza en noviembre hasta junio. El trabajo se hace de sol a sol, ya antes de que amanezca, porque el calor es muy fuerte hasta, casi que anochece. Un picador de caña cobra por cada tonelada cortada. Al mes no llega a 200 euros, pero trabajando todos los días, de sol a sol, sin descansar ningún día. Corta como máximo unas 3 toneladas de caña. Trabajan con temperaturas altísimas (más de 40 grados) y en medio de la caña hay cacatas, que son como tarántulas, y culebras. Trabajan sin la mínima protección y no tienen pensión cuando terminan de trabajar».
La mayor parte de la fuerza laboral no tienen documentos, son emigrantes ilegales haitianos o son apátridas, que es el estatus de los descendientes de haitianos nacidos en la República Dominicana ya que en 2013 los tribunales dominicanos revocaron el derecho a la ciudadanía por nacimiento para los hijos de padres extranjeros. Y además se aplicó con carácter retroactivo. En esas condiciones, sometidos al riesgo constante de ser deportados, es difícil exponerse públicamente para reivindicar derechos. «La mano de obra la tienen asegurada siempre porque no hay otra alternativa para trabajar más que la caña y más caña».
Lo que importa, en definitiva, es el azúcar, el hombre resulta algo accesorio. «En la ciudad de Santa Cruz del Seibo todo está cerrado por caña de azúcar. Es una población que tiene 30.000 habitantes pero todo alrededor es caña de azúcar, no se puede expandir. Hay mucho déficit habitacional. Los alquileres son muy caros. Hay gente que no puede pagar 50 euros al mes de alquiler y levanta una casita con hoja de zinc, con el suelo solo de tierra. Como allí hace calor, no hay problema. En estas condiciones, ochenta familias vivían en una zona de un camino a las afueras del Seibo. Y entonces se produjo lo que fue el detonante de todo».
El 26 de enero de 2016, en la noche del día en que los dominicanos celebran el nacimiento de Duarte, el padre de la patria, llegaron los «guardias campestres» de la compañía azucarera Central Romana y tumbaron todas las construcciones. Hubo niños heridos. Los encañonaron. Radio Seibo, la emisora de la comunidad dominica, se convirtió en el portavoz del atropello. Central Romana no era un enemigo pequeño: esta compañía es la mayor empleadora y la mayor propietaria de tierras del país. Tiene su propio ferrocarril, puerto y aeropuerto.
Los hermanos Fanjul
Llegados a este punto hay que tomar una pequeña desviación en el relato para contar quién está en el otro extremo de esta lucha de unos cortadores de caña que tienen poco más que el cielo sobre sus cabezas. Resulta que, si vamos subiendo, al final de la cadena trófica de poder empresarial, se encuentran dos descendientes de asturianos, los hermanos Fanjul: José y Alfonso, Pepe y Alfi para los que tienen acceso a su privilegiado trato. Ambos son descendientes de emigrantes asturianos, de Noreña, que en el siglo XIX se hicieron con el negocio del azúcar en Cuba y que, con el triunfo de la revolución castrista, se trasladaron a Florida (Estados Unidos) y allí siguieron reinando sobre el mercado del endulzante. Según Bloomberg, su fortuna ronda los 6.800 millones de euros. Ya es un lugar común decir que Fanjul Corp. sirve dos de cada tres cucharadas del azúcar que se ingiere en Estados Unidos. ASR Group, de su propiedad, es el mayor refinador y comercializador de caña de azúcar en el mundo.
Los hermanos Fanjul están considerados unos de los empresarios más poderosos de Estados Unidos. Pepe, en particular, mantiene una estrecha amistad con el rey emérito Juan Carlos I. De hecho, se daba por hecho que el destino del monarca cuando salió de España iba a ser la Casa de Campo, el complejo residencial que los Fanjul tienen a unos 40 kilómetros de El Seibo y que está gestionado por la empresa Central Romana. Hay medios que, en el afán de definir esta zona de casi 30.000 metros cuadrados, dicen que es un resort de «ultralujo», un paraíso para multimillonarios y celebrities con más comodidades de las que jamás podrán imaginar los cortadores de caña de El Seibo.
Vuelta a la cruda realidad que viven cada día Miguel Ángel Gullón y los desposeídos trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar.
Aquel allanamiento cometido por Central Romana fue el comienzo de una lucha popular que, a la postre, llegó alto y lejos. A través de la oficina que la Orden de Predicadores (los dominicos) tiene en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra lograron que una relatora especial de Naciones Unidas le presentara un informe al gobierno dominicano y a la empresa. «Pero todo eso se quedó en nada. Central Romana es gobierno, pone y quita gobiernos, tene todo el dinero para pagar las campañas. Y lo mismo en Estados Unidos con los hermanos Fanjul». Eso no llegó a ningún lado, «pero en la oficina de dominicos de Ginebra siguieron insistiendo, de tal forma que consiguieron que un equipo del ‘Washington Post¡, cinco periodistas, entre ellos dos premios ‘Pulitzer’, vinieran al Seibo, estuvieron una semana en casa y documentaron todo».
Los Pandora Papers
«Eso creó mucho revuelo». El periódico relató no sólo las condiciones laborales extremas en las que se producía el azúcar que luego se consumía en estados Unidos también, al filo de los «Pandora Papers» (11,9 millones de documentos filtrados a la prensa internacional donde se detallaban sistemas de evasión fiscal y blanqueo) apuntaron directamente al presidente de Central Romana y socio de los Fanjul, Carlos Morales Troncoso, que también había sido vicepresidente de la República Dominicana.
El «Washington Post» denunciaba que dentro de Estados Unidos, y aprovechando determinadas legislaciones estatales, se habían creado paraísos fiscales. Y en uno de ellos, en un fideicomiso residenciado en Sioux Falls (Dakota del Sur), habían encontrado más de 14 millones de dólares a nombre de familiares del mismo dirigente azucarero que tenía en condiciones de miseria a sus trabajadores de El Seibo.
La denuncia en la prensa movilizó a los demócratas de EE UU, y quince miembros del Subcomité de Comercio, en 2021 pidieron a Biden que se investigase a Central Romana. «Vinieron dos congresistas de Estados Unidos, de Michigan y Oregón, se reunieron con nosotros y vieron las condiciones de trabajo de los haitianos en la caña de azúcar. Nos preguntaban qué podían hacer y nosotros les dijimos: bueno, ustedes son cómplices porque ustedes consumen este azúcar». En noviembre de 2022 se bloqueó la entrada del azúcar de Central Romana en Estados Unidos por promover los trabajos forzosos entre sus trabajadores.
Pese al bloqueo, Miguel Ángel Gullón no ve mejoras sustanciales en las condiciones laborales de los trabajadores y tampoco da por seguro que el azúcar no siga entrando efectivamente en Estados Unidos por otras vías. «Si el azúcar no sale de la República Dominicana es una caos para la República Dominicana. Y es un caos para Estados Unidos. Un país sin petróleo lo pasa mal, pero sin azúcar peor. Es la base de gran parte de la alimentación», afirma este dominico que ahora se siente muy respaldado por el obispo de su diócesis. No tanto por el anterior. «Era muy amigo de la empresa. Las oficinas obispales fueron construidas con dinero de Central Romana. Siempre me decía que nosotros estábamos dañando la imagen de la compañía y yo le decía: sí, es cierto, y más que la queremos dañar, porque ellos han dañado la imagen sagrada de Dios en las personas».
El camión jaula
La lucha contra Central Romana se mantiene para evitar nuevos desalojos forzosos con la finalidad de aumentar los cultivos, pero también se ha extendido contra otros grupos empresariales. También con el grupo Viccini, contra un desalojo de un poblado grande en Mata de Palma. «Varios tractores enormes estaban destruyendo todos los sembradíos de esa gente y nos pusimos delante con un crucifijo y el crucifijo fue lo que hizo que no continuara. El chófer ser fue, el tractor nos lo llevamos para El Seibo por los cañaverales. Pero, pese a todo lo luchado, Miguel Ángel Guillón asegura que el último frente en el que está metido «es la experiencia más fuerte que he vivido en los 25 años que llevo aquí». Se refiere al camión jaula de la emigración, «que van a buscar en la noche, con pasamontañas y muy armados, a emigrantes haitianos y también a los hijos de haitianos nacidos aquí. Va un camión jaula que es inhóspito y cargan a gente para repatriarla, pero hay mucha corrupción porque por el camino, antes de llegar al centro de detención de Santo Domingo, la policía les cobra dinero y con dinero los bajan. El camión no tiene ningún tipo de ventilación, están allí horas y horas, hacen allí sus necesidades… Cargan lo mismo a niños que a embarazadas».
El 21 de diciembre de 1511 el fraile dominico Antón de Montesino subió al púlpito y se dirigió así a las autoridades españolas de La Española, era el «Sermón de Adviento»: «Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y creador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos?».