AIMCE – Comunicado con motivo del día de los derechos de la infancia

En el día Universal de los derechos de la infancia, desde la Asociación Iqbal Masih Contra la Esclavitud (AIMCE) queremos alzar una voz, lanzar un grito como educadores, madres, padres, jóvenes, ciudadanos del mundo, en nombre de todos los niños y niñas de la Tierra. Y queremos hablar por quienes se acuestan con hambre, por quienes cargan piedras en lugar de mochilas, por quienes duermen entre metralla o en túneles de mina, por los que fabrican, sin saberlo, los teléfonos y juguetes con los que otros niños juegan y sueñan.
Hablamos por la infancia: esa patria sagrada que hoy está siendo saqueada.
Por los que trabajan explotados,
por los que huyen,
por los que lloran en silencio,
por los que aún sueñan con ser libres.
En un mundo esclavista
Denunciamos la hipocresía de un mundo que se viste de solidaridad mientras millones de niños son esclavizados, traficados o abusados. El mundo prometió erradicar el trabajo infantil para 2025, pero hoy, según las estimaciones más optimistas, 138 millones de infancias siguen encadenadas al “progreso” ajeno.
Denunciamos, ante el mundo y su silencio, a las multinacionales del despojo que compran la infancia como si fuera materia prima:
- En el Congo, donde al menos 40.000 niños son esclavizados para arrancar coltán con sus manos desnudas, alimentando baterías de nuestros teléfonos y autos eléctricos.
- En la India y Pakistán, donde medio millón de niños cosechan algodón y extraen mica en minas precarias, ganando menos de 70 centavos al día, robando su escuela y su juego.
- En Costa de Marfil y Ghana, donde casi la mitad de los niños en fincas cacaoteras —más de un millón— mezclan sudor y lágrimas para endulzar el chocolate de los ricos con el amargor de la esclavitud.
- En los vertederos del Sur, como en Agbogbloshie (Ghana) o en India, donde niños de tan solo 5 años respiran plomo y mercurio para reciclar nuestra basura electrónica, envenenando sus pulmones por un puñado de monedas.
- En Gaza, Ucrania, Sudán y ¡tantos otros países!, 473 millones de niños —uno de cada cinco en el mundo— viven en zonas de conflicto, convirtiéndose en escudos humanos, huérfanos o tumbas prematuras; sólo en Sudán, más de 17 millones están fuera de la escuela por la guerra.
Y denunciamos también el crimen más sucio: la explotación sexual y la trata de menores. Casi un tercio de las víctimas identificadas de trata global son niños —28% según UNICEF—, y en la mitad de los casos, familiares cercanos son los verdugos, vendiendo cuerpos inocentes por la demanda de un mercado que genera miles de millones en la sombra, llamando progreso a la explotación y mirando hacia otro lado, mientras nuestro consumo se alimenta de vidas inocentes.
Denunciamos el escándalo de un mundo donde millones de niños mueren de hambre mientras toneladas de comida se pudren en los vertederos del exceso, de un sistema económico que exprime la tierra, especula con el pan y empobrece a los pueblos que alimentan al planeta. Un modelo que llama éxito al derroche y progreso al saqueo. Un modelo que condena a la infancia del Sur a pagar el precio del banquete del Norte.
Necesitamos un mundo humano
Proclamamos que la infancia es sagrada, que un niño libre vale más que todos los imperios. Proclamamos que la ternura es fuerza, y la educación, la más hermosa rebelión. Creemos en un mundo donde cada escuela sea refugio; cada juego, libertad; cada risa, victoria. Nos negamos a aceptar la esclavitud como precio del progreso. Nos negamos a vivir cómodamente mientras haya un solo niño encadenado.
Exigimos cadenas de suministro éticas: boicots a productos manchados de sudor y sangre de la infancia, leyes que castiguen a corporaciones cómplices y fondos globales para rescatar y educar, no para explotar.
Proclamamos que la esperanza no se rinde. Porque cada vez que una maestra escucha, cada vez que un padre abraza, cada vez que un joven se indigna y actúa, la historia se inclina un poco más hacia la justicia.
Creemos en una tierra donde ningún niño sea explotado, donde cada escuela sea refugio y cada juego, libertad. Donde la tecnología sirva a la vida y no la devore. Donde la economía mida su éxito en infancias felices, no en beneficios obscenos.
Sabemos que defender a los niños exige una revolución moral, una ética del consumo que cuestione nuestras compras. Defender a los niños es hacer justicia y afirmar que el futuro no está en venta.
Juntos podemos y debemos cambiar la injusticia
Convocamos a los pueblos, a las familias, a las escuelas, a los artistas, a los jóvenes, a todos los corazones valientes… a levantar la voz y el corazón:
¡Ni un niño más explotado!
¡Ni una infancia más robada!
¡Ni una lágrima más al servicio del lucro!
Hagamos del 20 de noviembre no una fecha simbólica, sino el inicio de una revolución de la ternura.
¡Asóciate!, la unión hace posible organizar la esperanza.
Puedes unirte a AIMCE para colaborar en las campañas de sensibilización, firmar peticiones por tratados vinculantes contra la esclavitud, educarte sobre consumo responsable, en la solidaridad y la paz…
Sólo así habrá esperanza. Porque cuando defendemos a los niños, defendemos lo más sagrado que tiene el mundo.
Y recordamos las palabras de quien nos inspira, Iqbal Masih: “Los niños deberían tener lápices en las manos, no herramientas.”
Asociación Iqbal Masih Contra la Esclavitud
Web: iqbalmasih.org/asociacion-iqbal-masih-contra-la-esclavitud-aimce/
Correo: iqbalmasihsalamanca@gmail.com





