¿Qué tienen en común la Iglesia y los sindicatos? El obispo responsable de la Pastoral Obrera en la Conferencia Episcopal, Antonio Algora, no tiene miedo a reconocer, de entrada, que ambos comparten hoy «bastante debilidad en cuanto a los afiliados». Las razones, a su juicio, tienen mucho que ver en uno y otro caso: haber dado la espalda a quienes más sufren.
El obispo emérito de Ciudad Real participó este miércoles en un encuentro entre sindicalistas y responsables eclesiales organizado en el Salón de Actos de Alfa y Omega con motivo de la presentación del libro “No os dejéis robar la dignidad”, de Abraham Canales, responsable de Comunicaciones de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), un compendio de textos del Papa Francisco, que llegó a la silla de Pedro en 2013, en plena crisis mundial, y ha puesto la doctrina social en el centro de su magisterio, invitando además a los católicos a unir fuerzas sin reparos con otros actores sociales en la lucha por los derechos de los empobrecidos.
Le acompañaron, por un lado, el vicario de Pastoral Social e Innovación del Arzobispado de Madrid, José Luis Segovia, que sustituyó al cardenal Osoro, baja a última hora. Por el lado sindical, participaron el secretario general de USO, Joaquín Pérez, y el secretario de Participación Institucional de Comisiones Obreras, Paco Carbonero. Moderó el coloquio la responsable de Difusión de la HOAC, Teresa García.
El punto de partida fue la creciente precarización del trabajo. Y el diagnóstico común de que esa «dignidad no se ha diluido por sí misma». «Ha sido un robo». «Hay ladrones, vaya», apuntó el responsable de la archidiócesis madrileña.
Como la lluvia fina
Las críticas no se dirigieron solo contra un sistema económico injusto. Ambas partes hicieron una autocrítica sin concesiones de su propia responsabilidad en esta deriva.
Algora, «como viejo roquero de esto», recordó los intentos de algunos desde 2014 para que en la diócesis hubiera una escuela de formación en doctrina social y política, al modo de la Escuela Itinerante puesta en marcha en 2016 en Madrid, por la que han pasado ya unas 1.500 personas. También se intentó, sin éxito, incorporar algunos capítulos dedicados a la doctrina social en las catequesis de las parroquias, pero «fracasamos rotundamente». «No tenemos mucha defensa en la Iglesia», reconoció. «Tenemos más caras que espaldas». Hoy, sin embargo, «la lluvia fina del Papa Francisco en estos años está calando», con sus reiterados mensajes sobre estas cuestiones. Aunque solo sea porque «no tienen otro remedio» que citar al Pontífice, «son distintas las hojas diocesanas y y las cartas dominicales de los obispos». Y así, «como la lluvia fina», lentamente «va calado la experiencia de un sistema que no satisface y produce mucha frustración».
Polémica con una «muy católica autoridad» sobre la vivienda
El vicario de Madrid apuntó a la «ignorancia» como causante de que se haya extendido una mentalidad económica entre los católicos muy lejana a la que defiende la doctrina social. Y aludió a una reciente controversia epistolar a cuenta del derecho a la vivienda con una «muy católica autoridad», que ostenta «una altísima representación» en una administración pública, la cual, con tono desacostumbradamente agresivo, contestó a la carta de Segovia que «la vivienda es una mercancía», no un derecho. De donde se deduce igualmente que, para esta persona, «el trabajo es una mercancía» como otra cualquiera, un «objeto de explotación».
«Su presupuesto antropológico es terrible», añadió el vicario: «los seres humanos son individuos aislados (no personas) racionales (no hay sentimiento) y egoístas por naturaleza», lo cual niega «la historia de los derechos humanos, que no es la del egoísmo racional, sino la de las grandes causas, la de la sangre, sudor y lágrima de tnatas personas que nos han permitido vivir mejor». Y esta visión neoliberal –prosiguió– «está en casi todos los libros de macro y micro economía que se estudian, también en las escuelas de negocio de la Iglesia».
El deber de la ejemplaridad
La desmovilización de la clase trabajadora contra estas políticas se debe a la posición de debilidad que provoca la precarización y la inseguridad laboral, apuntaron los líderes sindicales. Pero también –añadió Joaquín Pérez, de USO– ha habido hasta fechas recientes «liderazgos muy caciquiles» en los sindicatos. Y «nos ha faltado coraje, nos ha faltado ese espíritu de imprudencia, ese partirnos la cara por los que peor lo están pasando», añadió, tras aplaudir el gesto del limosnero del Papa, el cardenal Krajewski, que hace unos días devolvió por su cuenta y riesgo la luz a unas 450 personas –la mayoría sin techo o migrantes– de un edificio ocupado de Roma.
«Lo peor que le puede pasar al mundo del trabajo es perder el valor de la solidaridad», lamentó Paco Carbonero. El individualismo del sálvese quien pueda. Y en ello ha influido «el discurso de devaluación que ha habido de la política y en todo lo institucional, que lleva aparejada la falta de esperanza de la gente de que estar organizado sirve para resolver los problemas».
El sindicalismo, en particular, ha sufrido a juicio de Carbonero una severa campaña de descrédito. Pero eso también es debido a que «nosotros no estamos siendo capaces de generar la subjetividad en el mundo del trabajo para que la gente piense que estar organizado es un valor tremendo para su futuro», añadió. O a la mala imagen por actitudes de «corporativismo», que, más que la defensa de los trabajadores, se preocupan por el interés de la institución, por «nuestras siglas». «Esto son debilidades del movimiento sindical», reconoció
A todo ello sumó José Luis Segovia el problema de la «falta de ejemplaridad», imprescindible para vencer los reticencias de los jóvenes a participar ya sea en un sindicato, en un partido político o en la propia Iglesia, dijo, tras mencionar que precisamente acababa de participar en una jornada sobre abusos sexuales cometidos por clérigos.
Entendimiento, a pesar del aborto
Y sin embargo, hay un elemento que debería empujar a todos a la acción común: «Si hay una causa capaz de integrarnos hoy a todos es la lucha por la dignificación y contra la precarización del trabajo», dijo. «No hay que hacer esfuerzo alguno», puesto que es un problema «cada vez más transversal», con unas clases medias «crecientemente precarizadas».
Todos coincidieron en que católicos y sindicales deben dejar a un lado prejuicios y sectarismos para dar esta lucha, junto a otros actores de la sociedad civil.
Carbonero destacó además «la fuerza tremenda» que tiene para las los sindicatos que el Papa haga ese tipo de diagnósticos sobre la economía y «el reparto de la riqueza equitativo» desde «la plaza de San Pedro». Algo que entroncó con la historia de las relaciones entre Iglesia y sindicatos clandestinos en España durante el franquismo, tiempo en el que aseguró haber «aprendido mucho» de «maestros de la HOAC» que convirtieron su «compromiso de fe» en «un acto de militancia por la justicia y la igualdad», algo que tuvo «muchísima importancia» pero «no se reconoce públicamente».
Antonio Algora, probablemente el obispo español que más ha hecho por tender esos puentes, recordó como a finales de los 60 Pablo VI terminó con esas reticencias a colaborar con los sindicatos marxistas «por el bien común». Hoy, sin embargo, la ideología vuelve a interponerse en la relación. «Nos acosan otros prejuicios», dijo. El obispo aludió a la deriva ideológica de la izquierda que, secundada por los sindicatos, ha dejado de lado las cuestiones sociales para agitar nuevas banderas.
«Nuestro lugar de encuentro es el trabajo» y es necesario «priorizar ese foco», subrayó. Por el contrario, corrientes como «la ideología de género» o «el aborto» solo «nos van a seguir enfrentando».
«Entonces, ¿no nos entendemos?», se preguntó. «Sí, en el trabajo. Y lo demás vamos a ver cómo lo resolvemos, en la media en que crezca entre nosotros la conciencia de la dignidad de la persona».
Ricardo Benjumea
Fuente: Alfa y Omega