Ana Sánchez
Es bastante extraño que llegue hasta nosotros una película africana, aunque la producción básica es francesa: una prueba más de la famosa “Françafrique”, restos de la colonización gala, todavía hoy plenamente vigente en medio continente. La relación entre Francia y Mali o quizá más bien Europa y África está continuamente presente a lo largo del metraje, la relación entre dos culturas, entre dos civilizaciones.
Mali es uno de los países más grandes de África, uno de los países más ricos y al mismo tiempo más pobres del mundo. Esta es una de las cuestiones que se reflejan perfectamente en este film de 2006 de Abderrahmane Sissako:¿ficción o realidad?
La trama de la película gira en torno a un juicio, salpicado de acusaciones y defensas, de escenas cotidianas y vidas personales. Un juicio entre la sociedad civil de Mali y los organismos financieros internacionales. El tribunal se instala y desarrolla las vistas orales en medio de un patio de vecinos, el mismo en el que creció el director de la película, en torno al cual la vida sigue con total normalidad, con las historias de las gentes que le habitan conviviendo y relacionándose con los testigos que acuden a declarar y los abogados, fiscales y jueces encargados del caso.
Un insólito juicio que sigue prácticamente toda la población a través de la radio, de altavoces instalados en las calles, de los comentarios entre vecinos. Pero, ¿quiénes son los espectadores reales y objetivos? La película se dirige fundamentalmente al norte enriquecido, mostrando la realidad que vive África.
Los testigos van relatando las injusticias que ahogan su país, narran sus frustrados intentos de emigrar, ponen de manifiesto las consecuencias del colonialismo y de las políticas impuestas por las grandes instituciones financieras, como el Banco Mundial o el Fondo Monetario internacional, que a su vez buscan diluir la responsabilidad, lavar su imagen con parciales condonaciones de deuda, una deuda que ya ha sido ampliamente pagada y que a lo único a lo que lleva a es un mayor empobrecimiento.
¿Por qué el Banco Mundial iba a querer privar de medios de comunicación a Mali? Un país sin energía o transporte, no puede ser considerado soberano y es precisamente este patrimonio el que las multinacionales quieren quitar y de hecho quitan a los empobrecidos. El optimismo y la lucha no pueden faltar en ningún momento, la asociación, la organización, pueden vencer en esta guerra.
Y la vida sigue, el trabajo de los habitantes de la ciudad, de los vecinos de este patio, cada uno con sus problemas y esperanzas, sus sueños y dificultades, un lenguaje vital que se reafirma en las conversaciones, hablando mientras el trabajo sigue, las mujeres siguen tiñendo telas, los moribundos continúan muriendo y los niños siguen jugando.