El número de hambrientos ha aumentado en el mundo los dos últimos años, según reconoce la ONU. Al mismo tiempo se desperdician, cada año, mil millones de toneladas de alimentos.
Es una contradicción la enorme cantidad de comida tirada a la basura y el hecho de que tantas personas sufran hambre. Es la cruda realidad que viven o por la que mueren millones de personas. Esto sucede incluso en España donde, según el último informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, se destruyen 21.000 toneladas de comida al día, mientras tres millones de españoles pasan hambre. El despilfarro de alimentos provoca que se robe la vida a millones de personas y el trabajo a los productores.
Otro de los mecanismos que causan el hambre son los márgenes comerciales desmesurados: el margen comercial que se ha aplicado el pasado mes de diciembre a las patatas ha sido de un 700 por ciento, es lo que se percibe por llevarlas desde las zonas de producción hasta los lugares de consumo. Otros productos no se quedan atrás: cebolla, mandarina o brócoli (600%), berenjena o pimiento (311%), pepino (189%), etc.
Una de las razones de esto es la dependencia económica de las grandes empresas de distribución que copan los mercados e imponen sus condiciones, tanto a productores como a consumidores.
Ninguno quedamos al margen de la lucha contra esta cultura que empobrece y mata a tantas personas, especialmente a los más pobres y vulnerables de la sociedad: todo ser humano tiene derecho a una alimentación saludable y sostenible. Para eso, la persona tiene que ocupar el centro de las decisiones políticas y económicas
Grupo D. E. Merino