Ana Sánchez
No, no se trata de la clásica película de indios y vaqueros; más bien son otro tipo de tribus las que salen en esta historia, un atisbo de las que pueblan nuestras ciudades, reflejos de la Barcelona actual y de la juventud que transita por sus calles y por las de prácticamente cualquier ciudad.
Ahí se enmarca esta producción española, realizada en el año 2007 y ambientada en la actualidad, en el mundo en guerra en el que vivimos y en el que los protagonistas se debaten en una auténtica lucha por la supervivencia, en busca del cariño y la amistad, cada vez más difíciles de conseguir en nuestras vidas y de los que no sólo la juventud carece, aunque ellos sean precisamente los más afectados por esta despersonalización y duras condiciones de vida que nos impone una sociedad materialista, enmarcada en la competitividad y el consumismo.
Frente a esto se apuntan otro tipo de relaciones, de camaradería y búsqueda de horizontes más allá de uno mismo y de su entorno, cerrado y opresivo en muchos casos.
Se trata de la primera película dirigida por Mateu Adrover, que ha trabajado fundamentalmente como guionista desde su formación en los servicios informativos de Televisión Española, algo que se percibe en la forma de tratar la historia, realista y creíble. Un cuadro de esperanzas y desesperanzas, brusquedad y delicadeza. Destacan en el reparto las interpretaciones de los chavales protagonistas, fundamentalmente, pero también de veteranos actores, en sendos papeles representando una vida de vuelta de todo, cansada pero a la vez con ganas de vivir y volcada hacia los demás, recordándonos a lo largo de la hora y media de duración que en la vida hay oportunidades que no se pueden dejar pasar. Esto no sólo, ni principalmente les representa a ellos, sino más bien a los chicos del centro de acogida en el que se desarrolla la trama de la película, una de las pocas que existen sobre este tema, al menos dentro de la filmografía española.
En Fuerte Apache se nos presenta un centro tutelar de menores; se trata de una historia sin dramatismo ni melosidad, más bien con realismo y no sin ciertas dosis de crudeza, en una constante carrera para huir de la dura realidad; se dibujan las historias de los protagonistas, de sus familias, de las perspectivas de futuro al cumplir la mayoría de edad, la llegada, cada vez más habitual, de niños inmigrantes. También podemos observar la realidad de los centros sociales, con personal en continuo cambio por sustituciones e interinidades, el estrés y la depresión que les causa la situación y al que muchas veces no saben o no pueden sobreponerse.
No todo es tensión y drama, también en las relaciones con educadores y educandos encontramos grandes dosis de amistad y de ternura, desde las excursiones al trabajo conjunto, entre el acompañamiento y la auténtica tutela ante la desprotección de una infancia que tiene que madurar demasiado pronto, pero a la que no se cierran las puertas para un futuro, difícil, pero posible y positivo.