Ana Sánchez
Dentro del género de la ciencia ficción, concretando un poco más, dentro del apartado que suele considerarse como distopía, lo que suele considerarse como lo contrario de las utopías. “Hijos de los hombres” es una sorprendente película que refleja con bastante exactitud algunos aspectos de la realidad que vivimos cotidianamente. La verdad es que hay que reconocer que apunta con delicadeza hacia una utopía cargada de esperanza y que se va construyendo con mayor fuerza a medida que avanza el relato.
Un futuro que se siente lejano y al mismo tiempo cercano, con grandes dosis de elementos que podemos considerar presentes o esbozados en nuestra actualidad cotidiana: prisiones de inmigrantes, parques infantiles sin niños, hastío generalizado… Esta película dirigida por Alfonso Cuarón es del año 2006 y la acción se sitúa muy poquito tiempo después, apenas en 2027, en una ficción terrible por lo que tiene de verosímil: del individualismo a la degradación medioambiental, del blindaje de las fronteras que lleva al encarcelamiento a los extranjeros, pasando por abismales diferencias entre los más enriquecidos y los más empobrecidos, hasta grupos terroristas y atentados en las calles más concurridas de la capital. Latiendo como telón de fondo de toda la situación, una sociedad en la que hace dieciocho años que no hace un ser humano, una humanidad condenada a su propia destrucción por la sencilla razón de que se ha perdido algo que parecía tan innato a la naturaleza humana como la facultad de procrear.
Como otras tantas películas, está basada en una obra de la británica P.D. James, escritora de novelas policíacas que en esta ocasión plasmó la historia en una novela futurista, no tan bien recibida como sus otros títulos anteriores, pero con una buena adaptación cinematográfica, tanto a nivel de guión como de rodaje, fotografía, escenografía,…
En este ambiente se presentan las primeras referencias al “Proyecto Humano”, una última baza para la supervivencia del hombre y la sorprendente aparición de una mujer embarazada, una inmigrante ilegal que se convierte de esta manera en la promesa de un nuevo comienzo, una nueva oportunidad para toda la humanidad. Aquí es donde se sitúa el protagonista, Theo, un hombre sin esperanza que se ve embarcado en la responsabilidad de llevar esta mujer y su bebé hasta el “Proyecto Humano”. Confianzas y desconfianzas se entremezclan en esta misión, en la que poco a poco vamos conociendo la vida de los protagonistas y lo que les ha llevad a su situación actual, en la que también conviven realismo y pesimismo.
Un presente que proviene de un pasado, una relaciones que se entremezclan y en las que se encuentran los apoyos necesarios en cada momento. ¿Una parábola? ¿una realidad alternativa? ¿una metáfora de la vida actual? Todos los elementos se combinan, pero al final todo nos lleva también a la imperiosa necesidad del cuidado de la creación, de ver al otro como un hermano y la promesa de la redención.