Las informaciones aparecidas estos días son demoledoras para el gobierno. En estos días en los que el informe de la UCO ya está a disposición de toda la opinión pública, la sentencia política es evidente aunque la judicial, conviene en estos días recordarlo, aún no haya llegado.
Pedro Sánchez debe dimitir, tanto de la presidencia del gobierno como de la secretaría general del PSOE. La vergüenza, la indignidad y el descaro con el que han actuado los dos últimos secretarios de organización del PSOE son manifiestos. La sospecha de implicación de más miembros del gobierno y de financiación ilegal del PSOE están más que fundadas. Sin olvidar el más que probable fraude en las elecciones primarias en las que Pedro Sánchez fue elegido secretario general. Los militantes del PSOE con vergüenza deberían exigir su dimisión.
El aparente intento de permanecer en el gobierno, de consumarse, abocaría al país a una parálisis y tensión insoportables. No se puede gobernar un país con todos los sentidos puestos en cada noticia, cada auto judicial, cada informe policial que vaya saliendo. Algunas de las líneas políticas del gobierno han quedado demolidas por ellos mismos: el supuesto feminismo queda laminado por un Ábalos que decía que es feminista porque es socialista al tiempo que trataba a las mujeres como ganado a repartirse. La supuesta lucha contra la corrupción de aquel que defendió la moción de censura contra Rajoy en aras de la limpieza democrática. El que este gobierno estaba siendo víctima de una persecución política de medios de comunicación y jueces. No queda nada en pie a lo que agarrarse
Podemos aceptar que haya quien juzga la acción de este gobierno y sus medidas sociales como positivas; estamos abiertos a discutirlo aunque no compartamos esa valoración. Lo que nos parece indiscutible es que la corrupción alcanza el corazón del PSOE y del gobierno. Que anteriormente haya habido otros gobiernos en los que haya habido corrupción, no hace esta menos dañina. Las respuestas que pedía Pedro Sánchez a Mariano Rajoy son las que debe aplicarse a sí mismo. Comprendemos que la indignación y el desánimo puedan cundir en parte de la ciudadanía, pero queremos recordar y recordarnos que las mayores verdades del mundo se evaporan en las tertulias de radio o de bar si no se transforman en acción. Que la indignación está llamada a convertirse en acción constructiva y el desánimo a transformarse en reflexión profunda acerca de qué medidas deben establecerse políticamente para prevenir la corrupción. Rescatar la democracia pasa por promover la separación de poderes y la independencia del poder judicial como una necesidad ineludible.