Autor: José F. Peláez
«Todos los perros han evolucionado para llegar ser animales de utilidad. Muchos se empeñan en convertirlos en meros animales de compañía y además poniendo verdadero empeño en darles una vida cómoda y relajada, una vida para la cual no están creados. Esas muestras de cariño mal entendido generan en el perro mucho más sufrimiento que si encamináramos sus vidas hacia aquello que sus instintos dictan: la caza, el pastoreo, la guarda y defensa. Dar al perro su utilidad: ese es el verdadero bienestar animal».
Son palabras de Felipe Vegue, presidente de la Oficina Nacional de la Caza que ayer llenara Madrid de dignidad. Mientras reflexionaba acerca de su verdadero alcance, su hijo Diego, por casualidad, me dijo que «la vida es fácil si la vives en la opción difícil, pero terriblemente dura si la pretendes vivir en la opción fácil».
Padre e hijo vienen a decir lo mismo: los perros y humanos con vidas cómodas y relajadas sufren muchísimo por el hecho de que ni unos ni otros hemos sido creados para la comodidad, para la relajación o para ver la vida pasar con todo ganado de antemano. Ambas especies estamos diseñadas para luchar, para recorrer kilómetros en busca de agua y para competir contra otros rivales por la tierra y los alimentos. Estamos diseñados para defender una prole, un ADN, para resolver problemas y para prevalecer. Por eso todo es sencillo si optamos por el camino difícil: es el camino para el que hemos sido diseñados.
La vida enseña que la felicidad, entendida como ausencia de problemas, no existe. De hecho, la felicidad no se puede perseguir. Si lo haces, lo normal es que acabes como uno de esos perros a los que sus dueños maltratan sin saberlo, porque cuando el ser humano persigue la felicidad suele perseguir hedonismo. Y la felicidad no viene de ahí, sino que es algo que aparece cuando luchas, como un regalo inesperado. Así, busca felicidad y encontrarás depresión. Pero decide luchar y encontrarás felicidad, felicidad de verdad, de esa que llega un lunes por la mañana, por la puerta de atrás, sin fuegos artificiales y sin anunciarse.
La mayor parte del sufrimiento deviene de no aceptar el propio sufrimiento y, por eso, el hedonismo y la búsqueda desquiciada del bienestar conduce a la depresión: porque la vida nos enseña que después de según qué placer solo hay dolor y vacío. El ser humano solo adquiere su verdadera dimensión cuando tiene que luchar para ganarse el pan y la paz. Así, en una versión propia,«todos los humanos han evolucionado para llegar ser humanos de utilidad. Muchos se empeñan en convertirlos en humanos de compañía sin más y además poniendo un verdadero empeño en darles una vida cómoda y relajada, una vida para la cual no están creados. Esas muestras de cariño mal entendido generan en el humano mucho más sufrimiento que si encamináramos sus vidas hacia aquello que sus instintos dictan: el trabajo, el esfuerzo, la guarda y defensa de su libertad. Dar a la persona un motivo: ese es el verdadero bienestar humano».