Ana Sánchez
Realmente, la pregunta del título no es exactamente la pregunta de la película. Es cierto que se presenta como una historia de celos, de engaños en la pareja y realmente ese es el punto de arranque que se usa como excusa para desarrollar una trama bastante más complicada. El título original nos acerca un poco más al tema central del argumento, con el protagonista principal considerado por prácticamente todos como culpable de asesinato, casi desde el comienzo de la película, puesto que todas las pruebas están en contra suya.
Con un pie puesto en 1988, que es cuando se estrena esta película, y otro en el Hollywood de 1947, que es cuando se desarrolla la acción, quien piense que se trata de una película para niños, se equivoca. Es cierto que pueden verla los niños, pero para los adultos esta mezcla de personajes reales y “dibus” nos lleva a una auténtica trama de detectives en la que, como es normal, se trata no sólo de encontrar al malo, sino cómo se lleva a cabo la investigación, en un ambiente del más ortodoxo cine negro de la época dorada de Hollywood: asesinatos, traiciones, pasados oscuros, infidelidades, robos, desengaños, testamentos ocultos. Por no faltar, no falta ni siquiera la especulación urbanística con su correspondiente corrupción, algo de lo más actual. Bien pensado ¿a quién se le podría ocurrir una idea tan loca como la de plantear una carretera con varios carriles que no pasa por ninguna población, pudiendo disfrutar de un viaje lleno de encuentros y paisajes?
Una cosa que hay que tener presente a lo largo de toda la historia es precisamente eso, la historia, de dónde viene cada uno, por qué son como son y hacen lo que hacen: a algunos, como a Jessica o a Roger, les hicieron así desde el primer momento; en el caso del juez Doom, no se explica claramente el motivo o quizá también siempre fue así, le hicieron así y no pudo rectificar, como sí lo hizo Eddie. Claro que éste tuvo o creyó tener un motivo para cambiar y dio el paso de rectificar, incluso antes de llegar a la realidad de la cuestión. Un gesto importante este de reconocer los errores, no prejuzgar al otro sino tratar de llegar a la verdad del asunto, por encima de apariencias o de lo que ahora denominamos “fake news”.
En el fondo, lo que todos necesitamos siempre es ese “¡Hazlos reír!” que podemos traducir literalmente o simplemente poner todos los medios que tengamos para conseguir la felicidad, la propia y la de los demás, sin la que la propia se hace bastante más cuesta arriba. Toda una filosofía de vida.
Y, ¡eso es todo, amigos! (o no)