Ana Sánchez
La directora Chus Gutiérrez nos relata la relación entre Martín, empresario de una funeraria y Leila, la hermana de uno de tantos fallecidos en las costas españolas, tratando de llegar a un país que supone esperanza frente a la falta de todo que viven cotidianamente.
El riesgo que se asume para tratar de alcanzar el ideal, la apuesta de la propia vida en el intento, conllevan en muchas ocasiones la muerte.
La película nos muestra la vida cotidiana de ambos protagonistas, cada uno con su respectiva lucha por seguir viviendo… el trabajo, la familia, los problemas…
– Yo le mandé el dinero para el viaje. La culpa es mía, la culpa es mía, Lola.
– No digas eso.
– Es verdad. ¿Cómo se lo voy a decir a mi padre y a mi madre?
– ¿No saben que tu hermano iba a venir?
– No, no queríamos decir nada hasta que él no estuviera aquí.
El relato del traslado del cadáver, desde España hasta Marruecos, el retorno a la familia, al pueblo. Eso supone también un problema económico: tan caro es volver en ataúd como haber ido en patera, aunque menos arriesgado.
En la película se echa de menos un análisis profundo de las razones de la emigración, centrándose básicamente en el drama de las muertes, con esbozos de la falta de todo en el país de origen y prácticamente ninguna alusión a la difícil vida una vez alcanzada la “tierra prometida”. Se hace necesaria una reflexión sobre las caras de la emigración, superando los fríos números y las expresiones a las que nos tiene acostumbrados los periódicos: avalancha, interceptado, efecto llamada, ilegales,…
La llegada a España supone una nueva vida que también supondrá vida para aquellos a los que dejan, con el envío cotidiano de dinero, imprescindible que las familias puedan continuar sin ellos.
En el viaje hasta Hansala, Leila añorará y reencontrará su hogar y a su gente. Martín descubrirá un mundo nuevo en el que el pueblo, las familias, son algo cercano y acogedor. La gente del pueblo tratará de reunir el dinero necesario para pagar el traslado del cadáver.
Después, recorrerán diversos pueblos, buscando a las familias del resto de los ahogados que viajaban en la misma patera. Otras vidas truncadas.
– No, Martín, él se quería ir.
– ¿Para que yo lo traiga de vuelta, como a tu hermano?
– Es que no lo entiendes: todos se quieren ir. Nadie quiere vivir aquí., sin luz, sin agua, sin dinero… sin sueños.
– Me pidió que lo llevara, Leila…
– Es que, si no se van de una manera, se irán de otra, Martín.
La falta de esperanza de futuro, de vida obligan, sobre todo a los más jóvenes, a buscar un futuro lejos de su hogar. Al robo de materias primas, los países enriquecidos añadimos el robo de trabajadores, lo que conlleva pérdida también para los pueblos que abandonan que sólo pueden subsistir por el dinero que mandan los que se fueron. Los que se fueron y llegaron. Los que llegaron y consiguieron un empleo.
Toda persona tiene derecho a emigrar, pero también a no tener que emigrar.
¡Ni banderas, ni fronteras!