Se trata de millones de vida, ahora más que nunca

Miguel Fernández

Quizás haya alguien que realmente crea a Ucrania capaz de parar al ejército ruso. No es mi caso. Quizás los ministros y presidentes europeos hayan pensado que responder al Gobierno ruso con la fuerza -militar, comercial o financiera- era realmente la forma de evitar la muerte de decenas de miles de personas. Sin embargo, la abismal desproporción entre el tamaño y experiencia de ambos ejércitos, y la no menor desigualdad en la capacidad de sus Gobiernos para resistir los efectos económicos o las presiones, de su población o del exterior, hacen evidente que prolongar la guerra supone aumentar cada día el sufrimiento y las muertes del pueblo ucraniano, pero no solo. Insistir en la violencia, sea militar o financiera, para derrotar a Putin, acentúa la violencia que éste ya ha demostrado que está dispuesto a llevar al límite, y aumenta el riesgo de que un paso mal dado lleve al uso de armamento nuclear, lo que es mejor no pensar mucho. Resulta difícil de entender que nuestros representantes políticos sigan apostando por acorralar a un dictador de 70 años que lleva medio siglo practicando la violencia en todas sus formas posibles, y que tiene poca o ninguna traza de asumir una derrota histórica en esta fase de su vida. Los cargos europeos se llenan de palabras sobre la amenaza de futuros escenarios posibles si se hacen concesiones a Putin, o sobre la necesidad de defender los supuestos valores europeos, mientras el camino elegido va dejando un reguero de víctimas en el país al que afirman apoyar. Pero, además, los efectos de la violencia están dibujando un escenario terrorífico a corto plazo, de víctimas por hambre o desabastecimiento entre los más pobres, sobre todo en países empobrecidos, donde no se trata de poner o no la calefacción, sino de conseguir el pan del día. Parece enormemente improbable que esta guerra acabe con una rendición de Putin, por lo que habrá que sentarse con él y darle una salida que esté dispuesto a aceptar, aunque no sea justa. La Unión Europea y sus Gobiernos tienen todavía un enorme margen político, comercial y financiero para influir en quienes sí pueden hacer que Rusia se siente hasta llegar a un acuerdo, como es el caso de China y Estados Unidos, pero también otros como Turquía. No se trata de buenas palabras, sino de una acción determinada en los miles de campos en los que esas potencias están operando con Europa, para que las potencias mundiales se sienten a llegar a un acuerdo. La otra opción, la actual, es apostar la vida de los ucranianos en una guerra imposible, y sembrar el hambre y el frío entre millones de personas en el mundo, entre las que no se encuentran los representantes europeos. Ah, y también está la posibilidad de armas nucleares, pero eso hemos dicho que mejor no pensarlo.

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