Mar Toharia
El desayuno de esta mañana seguramente ha llegado a tu mesa después de recorrer miles de kilómetros. Y tu comida también lo hará. Tanto en las grandes ciudades como en los pueblos pequeños nos hemos acostumbrado a saber que las tiendas nos proveerán de alimentos y no nos preguntamos por su lugar de origen, su coste real, ni por su impacto en el diseño del planeta.
Sin embargo, 19 millones de hectáreas de bosques tropicales se reconvierten al año en tierras de cultivo y el 70% del agua se destina a labores agrícolas. Y mientras, también anualmente, se desperdicia alrededor de un tercio de toda la comida para consumo humano, unas 1.300 millones de toneladas, junto con toda la energía, agua y químicos necesarios para producirla y venderla. Y esta comida desperdiciada, según la ONU, provoca más emisiones de gases de efecto invernadero que cualquier país, a excepción de China y Estados Unidos. Por otro lado, y paradójicamente, mientras que tan sólo cinco empresas multinacionales controlan el 80% del comercio de alimentos, la mitad de las personas más pobres del mundo son pequeños productores o agricultores que producen el 70% de la alimentación mundial. Hoy, más de la mitad de la humanidad habita ciudades, y la tendencia es creciente: más de un millón de personas se trasladan a una zona urbana cada semana. Por eso, la cuestión de cómo se alimentan las ciudades se plantea como un desafío planetario para el diseño urbano. Y nace el término sitopia.
Acuñada por Carolyn Steel, sitopia procede de las palabras griegas sitos, comida y topos, lugar. Y nace como una propuesta para repensar el diseño urbano a partir de los alimentos. Su objetivo es poder crear un equilibrio entre las necesidades humanas y las de la naturaleza. En sus propias palabras: «la comida es el sine qua non de la vida; si la tratamos como tal cambiaría profundamente la manera en que vivimos”. El diseño de nuestro mundo, argumenta Steel, es fruto de la manera en que nos alimentamos, de manera que podríamos utilizar la comida para hacer un mejor diseño. Y en su último libro Hungry City : How Food Changes Our Lives, Carolyn Steel describe ideas innovadoras para reintroducir en las ciudades la producción de alimentos. De hecho, los huertos urbanos, en azoteas, terrazas o espacios públicos, aumentan poco a poco en la geografía urbana europea.
Y es que, si miramos hacia atrás en la historia del urbanismo, la creación de comunidades urbanas sostenibles, equitativas y habitables ha sido un reto que enfrenta la humanidad casi desde los mismos orígenes de las ciudades. ¿Repensarlas hoy bajo la perspectiva de cómo alimentarlas, tal y como propone el concepto de sitopia, puede ser una clave para caminar hacia ese objetivo?