Autor: Francisco Rey Alamillo
Cuando el Papa Francisco defiende la vida condenando la guerra, la pena de muerte, el capitalismo depredador o las injusticias estructurales que provocan las hambrunas, dicen que es progresista; si añade el derecho a la vida de los no nacidos es reaccionario. En su encíclica “Laudato Si”, el Papa Francisco llamó a una toma de conciencia sobre la crisis ambiental que enfrenta nuestro planeta, y afirmó que la responsabilidad de cuidar la creación y proteger a la vida humana están intrínsecamente conectadas.
Para el Papa Francisco el verdadero ecologismo es contrario al aborto. No es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto.
En su libro “Soñemos Juntos” el Papa Francisco escribe: “si pensás que el aborto, la eutanasia y la pena de muerte son aceptables, a tu corazón le va a resultar difícil preocuparse por la contaminación de los ríos y la destrucción de la selva. Y lo inverso también es cierto. Así que, aunque la gente siga sosteniendo vehementemente que son problemas de un orden moral distinto, mientras se insista en que el aborto está justificado, pero no la desertificación, o que la eutanasia está mal, pero la contaminación de los ríos es el precio del progreso económico, seguiremos estancados en la misma falta de integridad que nos llevó a donde estamos.”1
En su libro “Os ruego en nombre de Dios. Por un futuro de esperanza” escribe Francisco: “La conversión que necesitamos es integral. Pero también debemos prestar atención a posturas que defienden la naturaleza y, al mismo tiempo, promueven el aborto o la pena de muerte. Si nuestra apuesta es por la vida de los seres que nos rodean, algunos incluso de dimensiones invisibles, ¿cómo no vamos a defender la vida en todas sus etapas?”2
Distingue el Papa entre un verdadero ecologismo y un falso ecologismo. Existe un falso ecologismo: «crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad” (“Laudato sí”, n. 59). Algunos falsos ecologistas se pasan hasta exceder todos los topes morales en cuanto a la actuación sobre los embriones: “es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos” (n. 136). El verdadero ecologismo defiende a la persona humana, defiende al embrión. “No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si(…) en el corazón no hay ternura (…) por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales (…), pero (…) se empeña en destruir otro ser humano (…)” (n. 91). El verdadero ecologismo ha de procurar el bien de los más postergados, débiles, frágiles, … : “todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (n. 93), derechos que están fundamentados en el derecho a la vida (cf. n. 30). A nadie puede “desechar”, “postergar”, “descartar”, “excluir”.
Por una parte, el Papa ha mostrado que en buena lógica son incompatibles aborto y el ecologismo. Por otra, con mucho sentido común, alertará, con caridad firme, que, de la mala base de un movimiento ecológico, que condena a los embriones humanos, también se seguirán, en el orden social, otros malos frutos. En efecto: “Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social” (n. 120). “No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege el embrión humano (…)” (n. 120). Y un poco antes en el número 117 de Laudato sí escribe: “ La falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de las decisiones es sólo el reflejo muy visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, «en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza«.
La coherencia entre la ecología y la defensa de la vida , la ética y la ciencia lo vuelve a señalar en el punto 136 de Fratelli Tutti : “Por otra parte, es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele
justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos. Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va más allá del grado de su desarrollo. De ese modo, cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica. Como vimos en este capítulo, la técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder.“
En suma, urge a recuperar un verdadero ecologismo. Esto es, a defender la naturaleza, incluida principalmente la naturaleza humana, particularmente el embrión humano.
De este modo, al igual que san Francisco de Asís, se dará gloria a Dios
1 Soñemos Juntos. Papa Francisco , pág. 37
2 Ibid., pág, 38