Diego Velicia
Que un grupo de personas se reúnan el día del Black Friday convocados por una reflexión que lleva por título “Feliz pobreza” es un acto de resistencia, casi revolucionario. Porque en esta ocasión la pobreza no se abordaba como una realidad a erradicar sino como una dinámica a abrazar.
El sacerdote Juan Argüello presentaba en la Casa de Cultura y Encuentro de Valladolid su tesis doctoral “Feliz pobreza. Horizonte teológico de la pobreza a la luz de la aportación de M.-J. Le Guillou”. Y la presentaba con la humildad de reconocer que dicha tesis es fruto de un trabajo en equipo y con la alegría de abordar un tema entusiasmante, sin haber quedado harto del tema, como a veces les pasa a quienes terminan una tesis doctoral.
La pobreza se convierte en un principio de no exclusión para vivir católicamente y los pobres no se convierten en destinatarios o “usuarios” (que palabra más fea) de la Iglesia, sino que están llamados a ser los sujetos de la acción de la misma. De hecho, lo son. La Iglesia es mayoritariamente pobre. Y no es extraño, puesto que Cristo nos revela la pobreza de Dios.
¿Cómo se casa esto con la omnipotencia de Dios? Quizás cuando tratamos de pensar en esto, lo que hacemos es proyectar nuestra propia idea de lo que es la omnipotencia en vez de dedicarnos a contemplar cómo nos habla de esto la realidad.
Y la última cosa llamativa es que el autor, lejos de desanimarse pensando qué mal está el mundo y qué lejos de vivir este mensaje, se pregunta cuáles son los elementos de la cultura actual más capaces de recibir este mensaje. Y se responde. Y de esa respuesta surge un fructífero diálogo que anima a los asistentes a descubrir los caminos en los que cada uno está llamado a vivir y abrazar la pobreza.