Esther Mateo
Jella Lepman fue la encargada, nada más acabar la Segunda Guerra Mundial de desarrollar un programa de reconstrucción cultural en Alemania. A pesar de sus primeros miedos de volver a Alemania, de lo que se podría encontrar allí, su amor por los niños es lo que la hizo afrontar su papel.
En el libro Un puente de libros infantiles, ella misma nos narra paso a paso lo que fue realizando, los problemas con los que se encontró y como fue consiguiendo todo lo que se proponía.
«Los libros infantiles serán los primeros emisarios de paz».
Su primer proyecto fue crear una exposición de libros infantiles, y para ello llegó a enviar cartas a 20 países distintos pidiéndoles libros infantiles para los niños alemanes. La mayoría de los países fue respondiendo de manera positiva, y alguno llego a responderle que no colaborarían con Alemania para nada ya que habían sido invadidos por ella en dos ocasiones, pero Lepman no se rendía facilmente y les respondía que a las nuevas generaciones había que educarles para la paz para que no les volviesen a invadir.
«Mi idea era contribuir al entendimiento internacional mediantes libros infantiles y juveniles.»
Se llegaron a recibir lotes de 14 países, teniendo en cuenta como estaría el transporte en aquella época, se puede considerar hasta un milagro. El 3 de Julio de 1946 se inauguró la Exposición del Libro Infantil y Juvenil, siendo el primer evento internacional en Alemania. Esta exposición pasó por distintas ciudades de Alemania. Se produjeron hechos curiosos como por ejemplo, el 1 de octubre de 1946 se inauguró en Frankfurt y ese mismo día se conocían las sentencias por los crímenes de guerras de los juicios de Nuremberg. Un hecho que tuvieron en cuenta en el discurso inaugural: «…el futuro del mundo no será construido por hombres que aman el peligro por el peligros, sino por aquellos que lo superan porque lo desprecian.»
La exposición fue todo un éxito, llegó a tener más de un millón de visitantes.
«Esta exposición del libro infantil, pese a la ausencia de la Unión Soviética y otros estados, pone de manifiesto el vínculo que une a los niños de todos los países, más allá de las fronteras nacionales.»
Jella Lepman fue pasando todos los obstaculos que se le ponían por delante. En una ocasión una de las exposiciones coindía con las fechas de Navidad, y pensando en todos los niños que no tendrían ni un regalo esos días, consiguió imprimir en una sola noche 30000 ejemplares de la fábula de El toro Ferdinando. Cuando la preguntaron cómo se las había arreglado con los derechos de autor, su respuesta fue muy sencilla «¿Los derechos? Fue sencillo: nos olvidamos de ellos por completo.»
Su papel no se quedó en una exposición, fue mucho más allá y llegó a crear la Biblioteca Internacional de la Juventud. Un proyecto en el que integró a las principales organizaciones juveniles no políticas de los países miembros de las Naciones Unidas. «Un proyecto para la juventud llevado a cabo por la juventud».
En la biblioteca se crearon distintas actividades para los niños y jóvenes. La que mayor éxito tuvo fue La hora de los cuentos. «Ningún televisor, por muy avanzado que fuera, podría reemplazar nunca el lazo mágico de un cuento entre el niño y su narrador.»
La vida de Jella Lepman es un gran testimonio. En 1956 coloboró con la incipiente ayuda al desarrollo que distintas instituciones comenzaban a llevar a cabo. Pero Lepman no era una colaboradora sin más, ella lo veía con su mirada crítica: «Por todas partes había máquinas agrícolas estadounidenses, de reciente fabricación, abandonadas y oxidadas. Faltaba personal formado, faltaban centros de enseñanza agrícola y talleres de reparación. Así estaba siendo la ayuda al desarrollo.»
Viajó por distintos países y nada le era indiferente. Vió de primera mano como niños hacían alfombras en lo que ella llamaba trabajos forzados.
«En muchos puntos alejados de la tierra, los niños sostenían los mismos libros en sus manos, encontrándose los unos y los otros en un mismo puente hecho de libros infantiles.»
Tenemos que agradecer a Teresa Zarataín, editora de la editorial Creotz, que nos haya dado a conocer a esta gran mujer. En internet podemos ver como hay países que le están dedicando distintas exposiciones. A ver si en España alguna institución o asociación se anima. Un libro que debería estar en cada biblioteca.
«Cuando se desea de verdad que un sueño se cumpla, casi siempre es uno mismo quien debe apoyarlo, y eso fue lo que hice.»