El cura Tomás Malagón anticipó la Venezuela de hoy hace casi setenta años

«Básicamente se refería a la existencia de grandes diferencias sociales y situación de injusticia»

Del caos que vive hoy Venezuela habló entonces el sacerdote español Tomás Malagón. Exactamente en enero de 1962 escribió al arzobispo de Valencia con un informe respecto de su estancia de mes y medio en Venezuela.

Malagón explicaba que la situación del país llevaba a alguna forma de «castrismo».

Básicamente se refería a la existencia de grandes diferencias sociales y situación de injusticia. Ante esa situación la respuesta eclesial era de religiosidad popular piadosa y un laicado de conciencia social muy baja. Vio un pueblo piadoso y unas organizaciones católicas sin vigor.

El sencillo y valiente Malagón también le proponía un plan. Una serie de cursillos que se dedicaran a la formación de militantes, un semanario técnicamente bien hecho de alto sentido moral y la constitución de una serie de pequeños grupos (¡creía que bastaban cien!) que conocieran la legislación venezolana y trabajaran por su mejora desde partidos y sindicatos que no estuvieran desprestigiados.

No sabemos los debates que se dieron entonces entre los que recibieron el mensaje.

Lo que sí sabemos es que no se le tuvo realmente en cuenta. Casí setenta años después vemos que Don Tomás tuvo razón.

Don Tomás no era un visionario. Era un hombre profundamente creyente que conocía bien el Ver-Juzgar-Actuar del que amigos y enemigos dicen tantas tonterías.

Experimentar el método de encuesta lleva a saber por donde puede ir el mundo en el que se vive y actuar adecuadamente para transformarlo.

Lo de Venezuela hoy ocupa portadas y no es cuestión baladí, pero menos baladí es la cuestión de fondo que planteaba Malagón: El cristiano ha de conocer la realidad en que vive y ha de hacer una inmersión en ella que la transforme realmente. Para ello no vale un cristianismo tradicional o de formas externas, para ello no es suficiente la Acción Católica. Para ello hacen falta militantes (no demasiados, no más de cien grupos de cinco a siete personas, para un país como Venezuela) que se tomen en serio la caridad política.

¿Los tiene la Iglesia española? Nos tememos que tampoco. Y nos tememos que el Congreso de Apostolado Seglar del que se habla no dé ni un solo paso en esa dirección.

Malagón se quedó sin carrera eclesiástica, sin carrera civil, sin prestigio. Su diócesis le marginó. Los curas carcas decían que hacía el juego al comunismo mientras los progres le acusaban de anticuado.

Entre los grupos que le admiramos tampoco le tomamos hoy demasiado en serio. No fue un visionario pero supo amar y ver hacia adelante. Los quietistas de todos los tiempos decidieron y deciden no escuchar su grito de angustia. Hoy Venezuela lo paga caro.

¿Y España? Lo mismo. Hoy se vuelven a escenificar las dos Españas porque ni en una ni en otra hay cien pequeños equipos que pongan su carne en la caridad política.

Eugenio Rodríguez

 

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