Imágenes icónicas de paz y noviolencia de la agencia Magnum. La primavera de Praga de 1968

Francisco Rey Alamillo

El prestigioso fotógrafo Josef Koudelka fue protagonista de unos de los acontecimientos más importantes de su país. Los acontecimientos que condujeron a la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia en 1968 fueron, para muchos observadores que miran hacia atrás, inevitables. Después de dos décadas de opresivo gobierno comunista bajo los auspicios del régimen soviético, el país estaba listo para un cambio radical. Cuando Alexander Dubček fue elegido primer secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia, el político aprovechó la oportunidad para realizar una reforma democrática. Se promulgó un período de “liberalización” conocido como Primavera de Praga, que permitió una expansión de los derechos y libertades civiles de los ciudadanos, una democratización parcial y una descentralización de la economía. También se suavizaron las restricciones a la libertad de prensa, de viaje y de expresión. Todo para disgusto de la URSS, que, entre negociaciones fallidas con Dubček, observó de cerca.

El 21 de agosto de 1968 invadieron fuerzas de cinco de los países agrupados en el Pacto de Varsovia. Los tanques inundaron las calles de Praga mientras los residentes protegían las aceras y los edificios, protegían el Centro de Radio Checoslovaco y destruín señales viales para desviar a los invasores del Bloque del Este. Durante las turbulencias políticas, Josef Koudelka se vio obligado a documentar lo que acontecía en su país y recuerda el fotógrafo de Magnum “algunas personas me dijeron que me podrían haber matado, pero yo no lo había considerado en ese momento. No creo que las personas que me conocieron pensaran que era capaz de fotografiar ese tipo de situaciones de la forma en que lo hice. Yo tampoco. Desde entonces nunca he vivido ni fotografiado nada parecido. Durante la invasión, sólo tomé fotografías, pero no las revelé. No hubo tiempo para eso. Sólo más tarde procesé todo. Dejé algunas fotografías con mi amiga Anna Fárová. Se los mostró a varias personas, entre ellas a Vacláv Havel.”

Las tropas soviéticas se encontraron con ciudades llenas de carteles y pintadas con eslóganes de denuncia de la invasión. En las grandes ciudades, grupos de ciudadanos se dirigían desarmados a los tanques enarbolando banderas checas, entrando en ocasiones en diálogo directo con los soldados. En estas acciones fue de gran importancia la actitud abierta, en ocasiones irónica, siempre respetuosa hacia el “enemigo”.

Los propios mandos del pacto de Varsovia reconocieron la gran desmoralización que estas acciones produjeron en los soldados, así como su incapacidad para dar respuesta a estas formas de resistencia. Estaban preparados para responder a la violencia y a los fusiles, pero no sabían como responder a un pueblo desarmado que se enfrentaba a los tanques sin violencia.

La televisión y sobre todo la radio, se convirtieron en pocas horas en el eje de la resistencia, transmitiendo los acontecimientos y haciendo llamadas a la no-colaboración. Fue una de las principales preocupaciones de los soviéticos intentar desarticular la red informativa que espontáneamente se creó para organizar la resistencia. Para este propósito se tuvieron que traer desde la URRS una estación para las interferencias. Sin embargo, el transporte de esta estación fue sistemáticamente obstaculizado por los trabajadores checos, y finalmente fue saboteada al llegar a Praga.

El plan soviético consistía en secuestrar a los dirigentes checos y sustituirlos por un gobierno afín a los dictados de Moscú. La primera parte del plan fue llevada a cabo, pero la no-cooperación generalizada del pueblo checo impidió la creación de un gobierno títere. El ministro de Interior lanzaba mensajes desde la clandestinidad, mientras el Parlamento y el aparato del Partido permanecían funcionando fuera del control soviético. A los dos días de la invasión, en una fábrica del centro de Praga, eludiendo la presencia de los tanques rusos, se celebró un congreso extraordinario de Partido Comunista, que lanzó un llamamiento a la desobediencia ante toda orden procedente del invasor. Se exigió una salida de las tropas en veinticuatro horas, anunciando una huelga general. En resumen, los rusos consiguieron ocupar el territorio, pero les fue imposible controlar la sociedad. Ante las declaraciones políticas, las huelgas y boicots de ferroviarios y los medios de información, la URRS no tuvo otra salida que la presión directa sobre los dirigentes secuestrados para romper la resistencia.

Aparte de la acción ya señalada por los ferroviarios, es importante destacar la medida de confundir a las tropas soviéticas cambiando los letreros indicadores, de forma que el país se convirtió en un laberinto. Esta misma clase de medidas fue utilizada en las ciudades para evitar la represión sobre personas perseguidas.

La resistencia checoslovaca duró una semana. La principal razón por lo que fue quebrada reside en la capitulación de sus dirigentes secuestrados en Moscú. Tras los “Acuerdos de Moscú”, Dubcek volvió a Praga y pidió el cese de la resistencia. El pueblo checo fue derrotado por la debilidad de sus dirigentes, pero no por la ineficacia de los medios que usaron para oponerse a la agresión.

Josef Kodelka hace esta reflexión «Creo que mi serie de fotografías de la invasión rusa es importante como documento histórico, muestra lo que realmente sucedió en Checoslovaquia en 1968. Pero quizás algunas de las fotografías, las mejores, sean algo más. Son aquellos en los que no importa quién es checo y quién es ruso, aquellos en los que lo importante es que una persona tenga un arma y la otra no. Y el que no la tiene es, de hecho, el más fuerte.”

El líder comunista checoslovaco Alexander Dubček trató de poner “un rostro humano” al socialismo, pero Moscú haciendo uso de la fuerza ocupó militar y políticamente Checoslovaquia durante un poco más de dos décadas. Pero nunca pudo destruir los anhelos de libertad y democracia de las naciones checa y eslovaca. (3 )

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