Diego Velicia, psicólogo del COF Diocesano de Valladolid
Conocí una familia con una historia plagada de dificultades. Dificultades como las de tantas otras familias hoy en día. Apenas recién iniciado su matrimonio, el marido tuvo dudas acerca de la fidelidad de su esposa. Ella quedó embarazada de forma inesperada y el marido llegó a enterarse de que él no era realmente el padre.
El embarazo y el parto no fueron sencillos. Ella no se cuidó como debía. Viajó sin importarle su estado. El entorno en el que se produjo el parto no reunía unas condiciones dignas.
La infancia de su hijo no fue fácil. Les dio algún susto de pequeño. En una ocasión incluso aprovechó un viaje familiar para fugarse de su compañía. Eso a pesar de que sus padres trataban de quererle de la mejor forma que sabían, pero ni aún así conseguían hacerle entrar en razón. Desde temprano la madre preveía que ese hijo le iba a hacer sufrir mucho.
Más tarde, el hijo se emancipó y se rodeó de malas compañías, llevando una vida muy criticada por sus conocidos. En medio de esa vorágine su familia intentó que regresara con ellos a su casa, pues parecía que incluso había perdido la cabeza. Como colofón a una vida dando tumbos, se enfrentó con las autoridades, tuvo varios juicios y finalmente, como suele pasar en estos casos, sus “amigos” le dejaron tirado. Su final fue desastroso. Aparentemente.
Como algunos habréis supuesto me refiero a la familia de Nazaret. Si repasamos su vida familiar descubrimos una vida llena de dificultades, de dudas, de cosas que no entendían, de conflictos… No solo su propia vida estuvo llena de dificultades y escándalos. El sacerdote y escritor José Luis Martín Descalzo afirma en su libro “Vida y misterio de Jesús de Nazaret”, analizando la propia genealogía familiar de Jesús (ese texto del evangelio de Mateo que se lee el 8 de septiembre), que “Cristo desciende de bastardos”, ya que entre sus antepasados se encuentran una prostituta, un adúltero…
Quizá nos hayamos hecho una imagen de la Sagrada Familia como la de una familia idílica donde todo fue “sobre ruedas”, una familia ejemplar en la que jamás hubo un problema. La iconografía religiosa suele representar una imagen de la Sagrada Familia tan armónica, tan llena de paz y dulzura, tan almibarada, que se aleja mucho de nuestra experiencia cotidiana como familias, del cansancio del trabajo cotidiano, de la frustración por las cosas que no salen como esperábamos, del enfado que provocan los límites del otro y los propios… Sin embargo, cuando nos acercamos a los evangelios y aparcamos un poco esas ideas preconcebidas, encontramos dudas, dificultades, problemas, conflictos…
En la actualidad algunos medios, tanto creyentes como no creyentes, nos presentan la familia como un oasis. Un oasis en medio del desierto que es la sociedad. Como si la familia fuera el lugar del descanso del guerrero que llega al hogar cansado de batallar en medio del mundo del trabajo, de una sociedad competitiva… La consecuencia de esa visión es que cuando nos encontramos con dificultades en ese oasis nos venimos abajo. Pero el problema no estaba en la familia, sino en nuestra concepción sobre ella. Porque la familia no es un oasis. La familia es un lugar en el que estamos llamados a vivir la entrega, la generosidad, el amor hacia dentro y hacia fuera de ella.
En muchas familias, de un modo especial en la familia de Nazaret, el amor, la entrega y la confianza se vive, no al margen de las dificultades, sino precisamente enmedio de ellas. Es en medio de las dificultades donde estamos llamados a amar.