Ana Sánchez
Seguramente esta sea una de tantas películas que nos incomodan porque reflejan esos pequeños-grandes detalles que van marcando nuestras vidas. José Luis Cuerda se basó en un relato de Manuel Rivas (entremezclando otros dos de otros cuentos del mismo autor) para rodar esta historia en 1999; el argumento fundamental gira en torno a la educación, cómo la recibe el niño protagonista y cómo la concibe su viejo profesor, magistralmente interpretado por Fernando Fernán Gómez. El trasfondo histórico no es un asunto de segunda categoría, como no lo es nada en la vida: corren los convulsos tiempos que precedieron a la Guerra Civil española en un pueblo gallego bajo la atenta mirada de un niño que observa todo y trata de entender el mundo en el que vive. Pero también se respira miedo: a ser golpeado por el maestro, a perder la dignidad de los que menos tienen, a no encontrar el amor en la vida, a ser señalados como distintos,… Un miedo que se va percibiendo a lo largo de toda la trama en distintos detalles y que acaba por ser uno de los detonantes que rompe la sociedad, que aleja a las personas y las deshumaniza.
Siempre hay un atisbo de esperanza, la esperanza a ampliar la mirada hacia nuevos conocimientos, a poder vivir en paz, a comprometerse con los demás desde la libertad. Ante una injusticia, Moncho, el protagonista, responde con espontaneidad pero con violencia y ante eso el maestro le enseña a buscar la reconciliación, desde su respetuoso deseo de forjar personas a través de su tarea educativa. Los protagonistas no dejan de ser arquetipos representando los distintos caracteres representativos de una época de nuestra historia: el cacique, el falangista, el anarquista, el traidor, el íntegro, el borracho, el curioso,… quien más quien menos, presente en nuestro entorno cotidiano, trasponiendo el espacio y el tiempo.
Quizá lo fundamental de la película es ver la evolución que se va produciendo en cada uno de los personajes y preguntarnos a nosotros mismos cómo evolucionaríamos, cómo estamos evolucionando, hacia dónde encaminamos nuestra vida: ¿hacia la libertad o hacia la posibilidad de pasar desapercibidos?, ¿nos acercamos cada día un poco más a la verdad o nos conformamos con las apariencias? En el fondo, una de las cosas que nos muestra esta película es que todos somos humanos, que todos nos movemos en la delgada línea que separa lo correcto y lo considerado como políticamente correcto y en cada momento debemos elegir, no podemos dejar de hacerlo y según lo que elijamos, inclinaremos nuestra vida hacia un lado o hacia otro, siempre, eso sí, con la posibilidad de rectificar y, sobre todo, con la obligación de seguir buscando un mundo mejor para todos los hombres.