Las mujeres de verdad tienen curvas

Ana Sánchez

Todos tenemos algunos momentos clave a lo largo de nuestra vida y esta película de 2002 nos muestra uno de ellos. Bajo la dirección de la directora colombo-estadounidense Patricia Cardoso, nos adentramos en el verano que sigue a la finalización del instituto de Ana, una adolescente de familia mexicana que vive en Los Ángeles. La tradición sigue arraigada en la familia extensa en la que vive, con una madre dominante que espera para su hija un futuro muy similar a la vida que la tocó vivir a ella.

Pero Ana ve el mundo con otros ojos y va aprendiendo a verlo no sólo desde sus estudios, sino desde el trabajo, tanto en la etapa escolar , contribuyendo a la economía familiar, como al terminar la educación secundaria, cuando empieza a ayudar en la fábrica de costura de su hermana, donde hacen vestidos para firmas de alta costura. Ahí descubre la explotación a un nivel distinto a la que vivió en sus anteriores trabajos, viendo cómo pagan 18 dólares por vestidos que se venden por 600 y que las propias costureras nunca podrán ponerse, no sólo por el precio, sino por las tallas a las que están destinados.

En un mundo en el que prima el estatus, la apariencias, la tradición,… Ana lucha por transmitir a los que la rodean que lo fundamental es lo que cada uno es, desde unos pensamientos propios a las ilusiones, unas expectativas por las que merece la pena luchar. Y eso es lo que hace ella, respetando las tradiciones pero también luchando contra aquellas que considera injustas y así va consiguiendo el apoyo de su familia para proseguir sus estudios y acceder a la universidad, rompiendo así con esa tradición que muchas veces tratamos de proyectar en nuestros hijos, que tengan una vida como la que hemos tenido nosotros.

Es lógico que una mujer que empezó a trabajar con trece años considere que, a los dieciocho, su hija ya tiene edad de contribuir trabajar también y formar su propia familia. Pero cada uno debemos luchar por ser aquello a lo que estamos llamados e ir construyendo a nuestro alrededor un mucho en el que la dignidad de la persona y su promoción sean los auténticos baluartes del progreso de la sociedad.

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