Del 5 al 7 de agosto hemos trabajado en la Casa Emaús en el curso Solidaridad hoy: hacia una ecología integral. Propuestas contra el despilfarro.
Para afrontar este desafío hemos contado con la ayuda, entre otros, de Alfonso Lacuesta, Gennaro Avallone, Javier Pavón, Cristina Romero o José Santos.
La agroindustria está produciendo plantas y animales débiles, contaminados, dopados y enfermos que tienen cada vez un valor nutricional menor. Con la producción agrícola actual se está destruyendo el patrimonio generado durante miles de años con el trabajo de nuestros antepasados que domesticaron las especies agrícolas para conseguir el alimento para toda la humanidad.
El trabajo de los agricultores es vital para nuestra supervivencia, ellos producen nuestro alimento. Sin embargo, son explotados trabajando en unas condiciones muy duras y recibiendo unos salarios miserables. El sistema ha establecido que este es el puesto de los inmigrantes. Ellos son los capacitados para la opresión, las infraviviendas y el jornal injusto. Del mismo modo la agroindustria ha expulsado al pequeño campesino de sus campos porque no puede cumplir con los certificados de calidad impuestos, avocándolo al pobreza y la precariedad.
Esta estructura que provoca hambrientos y obesos, produce alimentos para 10.000 millones de personas, pero tira la tercera parte porque eso es negocio. Con ello tira la energía, el agua, los fertilizantes y deja contaminación e injusticia.
El gobierno actual se había comprometido a elaborar una ley contra el desperdicio de alimentos en esta legislatura, pero el proceso está siendo decepcionante. De un anteproyecto mejorable con buenas propuestas se ha pasado a un proyecto de ley pésimo que solo se podría salvar con enmiendas que apostaran por combatir el despilfarro y trabajaran por la prevención, que establecieran sistemas para cuantificar lo que se tira en toda la cadena alimentaria, incluidas las perdidas en el origen, y con enmiendas que propugnaran sanciones acordes con el daño que el despilfarro está provocando.
Ante este panorama, en el curso hemos visto las posibilidades de la economía circular y hemos tenido la suerte de conocer experiencias contra el despilfarro como la de Rex Catering con la que Álvaro Saiz y la Fundación Residuo Cero buscan que no se tire comida en los comedores escolares; o la de la cooperativa COTASA en la que trabaja Ezequiel Bou, en la que inmigrantes que buscan regularizar su situación en España, recogen naranjas de los campos valencianos que han sido descartadas por no tener un calibre adecuado para el mercado o porque a sus propietarios no les compensa recogerlas por el precio al que se las van a pagar. Y, por último, Jorge Molero nos presentó la Fundación Entretantos y su trabajo en la red de Municipios por la Agroecología que va extendiendo por distintas zonas de España.
La última parte del curso nos sirvió para dar pasos en la concreción de nuestro compromiso dando respuesta al que ha sido el lema de las jornadas extraído de la Laudato si: “Escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.