Autor: Javier Marijuán
En estos últimos tiempos los españoles hemos asistido a acontecimientos de la vida política que nos hielan la sangre, como son los conocidos volantazos por pura conveniencia personal y electoral que dejan descolocados a los votantes, aderezados con frases como “buscar votos hasta debajo de las piedras”. Por alcanzar el gobierno, se hace lo que antes era impensable. A machetazos si hace falta y a costa de lo que sea. Pero esas luchas de poder arrastran a la sociedad, dejando menos espacio al diálogo y a la sana confrontación, que ceden en favor de la manipulación y el enfrentamiento.
La democracia crece cuando existe control del poder. Y vemos cómo los partidos políticos se han lanzado a la ocupación de instituciones con el objetivo de consolidar sus espacios de poder. Hasta en el interior de los mismos se han acentuado los rasgos antidemocráticos, como hemos comprobado con los ganadores de las primarias que se comportan cual señores feudales sin oposición.
Ahora que se van a tomar decisiones que se ocultaron en los programas electorales y se sacaron de la chistera al día siguiente de las elecciones, es necesario pensar cómo elevar el tono moral de nuestra democracia. Y no lo podemos dejar para mañana porque estos últimos años estamos contemplando cómo los parlamentos se devalúan en democracias consolidadas y hasta hemos visto asaltos violentos a congresos por turbas que no aceptaban los resultados electorales.
En el siglo IV a.C. Demóstenes defendió la democracia encarándose con Filipo y le afeó un vergonzoso pacto que, bajo la bandera de la paz, amenazaba la libertad y la democracia; es su famosa Tercera Filípica. Muchos siglos después, un relevante político inglés dijo en su Parlamento que elegir el deshonor de una paz precaria les traería el deshonor y la guerra juntas, y así fue.
La solución al momento actual no va a venir de líderes infalibles sino de un pueblo que piense y actúe. Y los cristianos tenemos mucho que aportar. No comprometerse políticamente solo traerá más frustración y desazón como estamos viendo en muchas manifestaciones públicas. Hay que sustituir el insulto y la queja por el debate cívico y el compromiso. O nos comprometemos por un cambio integral con horizonte de bien común o la política acabará siendo protagonizada por charlatanes televisivos.
Como decía Guillermo Rovirosa el momento es AHORA.