Fuente: Diario de Navarra
Ni puedo, ni debo, ni quiero. Sus gritos de protesta cruzan los cristales de mi ventana. Salgo a la calle y veo sus tractores aparcados en medio de las plazas de Pamplona. Cada día sus caras van decayendo, se tornan tristes y sin confianza en la resolución del conflicto. Son ya dos semanas de protestas, de lucha, de manifestaciones. Y desde fuera parece que nadie les hace caso. Sí, me refiero a los agricultores. Algunos se preguntan para qué han servido estas dos semanas de lucha, y no logran ver nada positivo.
Hoy, la preocupación de la Iglesia, la preocupación del arzobispo de Pamplona son los agricultores. Sus gritos resuenan en el corazón de la Iglesia y nos preguntamos ¿por qué?. Me preocupa su situación, la de sus familias, su futuro. Me vienen a la mente unas palabras de San Juan Pablo II en el jubileo de los agricultores en Roma (11-noviembre 2000), “Todo hombre y todo pueblo tienen derecho a vivir de los frutos de la tierra. Un trabajo muy importante, pero también muy arduo y duro”. El trabajo sigue siendo duro, pero en la actualidad es muy difícil vivir de los frutos de la tierra, a pesar de que Dios confió la tierra al hombre “para que la guardara y la cultivara” (cf. Gn 2, 15). Los agricultores repiten constantemente, “trabajamos a pérdidas”, de ahí el hartazgo en Navarra y de toda España. Y en las protestas tienen que llenar los depósitos de combustible, sacar los tractores a la calle, y no al campo que es su hábitat natural. Estas dos semanas no han generado ningún beneficio, no solo el campo es ruinoso, la misma huelga también.
En el seguimiento de la noticia uno se pierde en el camino. Ya no sé si la solución está en Europa, en el gobierno español o en el gobierno de Navarra. Pero la realidad es que hemos comenzado la tercera semana de protestas y la solución no parece cercana, minando todavía más la moral de los agricultores y de sus familias. Como Iglesia, pido a las instancias responsables que asuman responsabilidades, que generen no solo cauces de diálogo, sino también vías de solución. El gobierno de Navarra ha presentado 49 propuestas de solución. ¿Son las propuestas que los agricultores necesitan? ¿serán las propuestas de la solución? Esperemos que sí. Pero, sobre todo, me gustaría que en este momento no se rompiese el diálogo.
En este ambiente inseguro y con un futuro negro, ¿quién va a querer trabajar en la agricultura? Constantemente escuchamos en las noticias que no hay jóvenes que tomen el relevo. La realidad laboral del sector muestra envejecimiento, con más del 34 % de los trabajadores con más de 50 años, y poca diversidad, con apenas un 30 % de mujeres empleadas formalmente. Al mismo tiempo, cada vez es más difícil encontrar mano de obra cualificada y jóvenes que quieran formar parte de esta actividad, siendo menos de un 14 % los empleados de menos de 40 años. Esto a la vez está provocando un éxodo rural. Los jóvenes se van de los pueblos y de los campos y buscan el futuro lejos de la agricultura.
“Trabajamos a pérdidas”, “nosotros vendemos un producto en origen, que en el destino final se multiplica por mucho”. A este comentario se refirió el Papa Francisco el pasado año cuando recibió en Roma a una delegación de Asaja (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores) (13 mayo 2023) “Es necesario trabajar para que este inmenso bien que Dios nos regala, no se convierta en arma -por ejemplo, limitando la llegada de alimentos a las poblaciones en conflicto-; o no se convierta en mecanismo de especulación, manipulando el precio y la comercialización de los productos con el único fin de conseguir un mayor beneficio”. Es bueno que todos los agricultores y ganaderos españoles hagan suyas las palabras que el Papa Francisco dirigió a Asaja, en la cuales les dijo, “agradezco la ilusión que manifiestan por su trabajo en el campo, por su ganado y por el servicio que quieren prestar a la sociedad”. Los agricultores no están solos, la Iglesia está y quiere estar con ellos. Sus protestas nos interpelan y nos llevan a estar con ellos.
Mis palabras salen desde la razón, pero también desde el corazón. Mi padre, ya fallecido, fue agricultor, y algunas demandas de los trabajadores del campo ya me las decía hace muchos años. La historia se repite. Hoy, si mi padre viviera…estaría también en la calle, porque siempre fue un hombre justo. Y hoy lo correcto es luchar por los derechos de los agricultores. Con mi apoyo y bendición.
Florencio Roselló. arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela