Fuente: El Mundo
(Galati, Rumanía, 1984). Oradora, escritora, activista por la abolición de la prostitución y ex víctima de trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Acaba de publicar La revuelta de las putas (Sine Qua Non).
Leo en su libro: «España es el mayor consumidor de prostitución de Europa: cuatro de cada 10 hombres son puteros». Menudo récord…
Sí, tenemos ese terrible récord y nos tendría que avergonzar muchísimo: España es el mayor consumidor de prostitución de Europa y el tercero del mundo. Eso tiene que ver con distintos factores. En primer lugar, con que España es un país de tránsito de las redes de trata, pero también un país de destino de explotación sexual, ya que es la puerta de entrada a Europa de países del sur global, de América Latina y de África. Y a eso se añade que la economía de España está centrada en el sector servicios, así que a la gran demanda de prostitución por parte de los hombres autóctonos se suma la de los turistas, porque España ya se ha convertido en un destino de turismo de explotación sexual.
¿Cómo es posible?
Es posible porque la legislación permite todo esto, porque no se persiguen todas las formas de proxenetismo, porque no se hacen campañas para desincentivar la demanda de prostitución, porque no se educa a los chicos varones en la ética y el buen trato a las mujeres, en que no han de cosificarnos, de deshumanizarnos, de mercantilizarnos. Pero todo eso ahora está en el punto de mira, porque si aspiramos a vivir realmente en una sociedad democrática tendríamos que pensar también en las mujeres más empobrecidas y más vulnerables del planeta que acaban siendo explotadas sexualmente en nuestro país.
La prostitución, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, no es un asunto que preocupe a los españoles. Los partidos políticos no hablan de ello. ¿Por qué?
Seguimos sin hablar en profundidad de la sexualidad y sin darle la importancia que tiene en la vida humana, es algo que nos puede construir como seres humanos pero también destruir. Que la prostitución no sea una preocupación de la población en general es un problema, porque a todas las mujeres nos afecta que existan espacios físicos, puestos a disposición de los hombres por el propio Estado, donde estos pueden abusar del poder que tienen sobre mujeres pobres y vulnerables. Muchas mujeres y cada vez más hombres se suman al movimiento transformador y revolucionario de la igualdad. Pero si hablamos de igualdad tenemos que hablar también de las mujeres del este de Europa, de África y América Latina, y de qué lugar les estamos dando.
Usted sostiene que la prostitución no la ejercen las mujeres. ¿Quiénes la ejercen?
Silvia Chejter, en su libro Un Lugar común: la prostitución, desarrolla el concepto de que la prostitución no la ejercen las mujeres, sino los proxenetas y los puteros, y esa misma idea es ampliamente utilizada por las mujeres abolicionistas porque entendemos que ejerce un acto quien tiene poder. Así, son los proxenetas y los puteros quienes ejercen la prostitución, y las mujeres en situación de prostitución son las mujeres prostituidas, las mujeres que son mercantilizadas, deshumanizadas e instrumentalizadas con un fin, que para los proxenetas es el enriquecimiento y para los hombres puteros el ocio y diversión. Porque la industria de explotación sexual ha convertido este crimen contra la salud y los derechos humanos de las mujeres en ocio y diversión.
Cada vez son más quienes defienden que las prostitutas son trabajadoras sexuales y que se debería regularizar su situación…
Quienes dicen eso pierden de vista que lo que se legisle sobre prostitución va a afectarnos de lleno a todas las mujeres, porque en épocas de crisis las mujeres somos las primeras que acabamos expulsadas del mercado laboral o en puestos muy, muy precarios. Y todo lo que se decida ahora sobre prostitución quizás no afecte a muchas mujeres adultas, pero sí puede tener que ver con el futuro que estamos dejando a las niñas y adolescentes de hoy. Pensar que estar al servicio sexual de los hombres es un trabajo y que al final cada una elige si quiere o no hacerlo no hace más que seguir banalizando el daño que produce la prostitución. Y no sólo a las mujeres en prostitución, sino también a los hombres. Las mujeres, en situaciones en las que tenemos que sobrevivir, jamás perdemos la dignidad. Pero sí creo que los hombres que prostituyen a las mujeres, tanto proxenetas como puteros, sí pierden la dignidad por utilizar y esclavizar a otros seres humanos, por no reconocerles como seres autónomos con sus derechos y libertades.
Uno de los capítulos de su libro se titula ‘Cómo se fabrica una puta’. Usted que ha sido víctima de la trata de personas con fines de explotación sexual, ¿cómo se crea una prostituta?
Lo de ‘fabricar una puta’ es un concepto que he desarrollado analizando en profundidad mi propia historia, pero también el relato de muchísimas mujeres. Hay un hilo conductor que une a todas y que es por supuesto la pobreza, el vivir en países empobrecidos, pero también la violencia sexual que se ejerce sobre nosotras desde edades muy tempranas. Los hombres de estos países empobrecidos convierten a las niñas, a las mujeres adolescentes, en putas. Se les pone esa etiqueta a través de la marginalización, a través del estigma, porque son nuestras propias sociedades las que nos marginan, nos expulsan de la comunidad y nos arrojan a esas situaciones de alto riesgo. Y son después los propios hombres los que empiezan a vendernos la supuesta salvación a través de la prostitución, cuando además no tenemos nada entre lo que elegir.
Dice que a una prostituta le cuesta mucho sentirse víctima, que incluso se culpabiliza de lo que le ha ocurrido…
Así es. No se trata sólo de la prostitución, también ocurre en el marco de una pareja. Ser mujer víctima tiene una carga peyorativa: se nos considera culpables de algo, se nos pone en duda, se considera que nos hemos buscado lo que nos ha ocurrido, que lo hemos provocado. Desde el punto de vista jurídico una víctima es un ser inocente que está sufriendo o ha sufrido la vulneración de sus derechos, y por tanto hay un responsable, hay un agresor. Eso nos coloca en un lugar de inacción, como si fuéramos seres inertes, inútiles, que no valemos para nada, y eso es totalmente equivocado, porque dentro de nuestras escasas posibilidades salimos adelante de situaciones muy duras, muy violentas. Cuando no puedes hacer nada más que esperar la ocasión para poder salir de una situación, cuando no tienes oportunidades, cuando no tienes escapatoria, resistir es un acto de lucha activa.
Supongo que si no hay víctimas tampoco hay culpables, ¿no?
Exacto, ésa es la clave. El que no seamos capaces de identificarnos como víctimas le viene muy bien al sistema, porque si no hay víctimas no hay agresores. Y si no hay víctimas ni agresores ni hay delito, el Estado no tiene nada que prevenir, nada que reparar, nada que garantizar. Se queda todo en casos aislados, mientras que es algo sistemático, que pasa por norma y que tiene que ver con la política. Creo que las mujeres en general, de una u otra forma, en diferentes niveles o en distintas etapas de la vida, algunas más y otras menos, hemos pasado por alguna que otra situación de violencia. Por el mero hecho de haber nacido mujeres, hemos sido violentadas.
Usted define el prostíbulo como un campo de concentración. ¿Tan terrible es?
Sí. Sólo hay que imaginar por un momento lo que significa haber nacido mujer en un país empobrecido, que te hayan elegido para meterte en esos espacios prostitucionales en donde estás a disposición del otro, en donde tienes que actuar hasta la extenuación en base a lo que los otros quieren, en donde eres deshumanizada, instrumentalizada y convertida en un mero receptáculo de semen, un día sí y otro también, con fecha de caducidad. Los propios proxenetas dicen que la vida útil de una puta es de dos o tres años, después quedan absolutamente inservibles. Si nos pudiéramos poner en el lugar de esas mujeres entenderíamos que los prostíbulos y cada vez más pisos son campos de concentración exclusivos para mujeres empobrecidas. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando algunas marcas de perfume, por poner un ejemplo, utilizan la imagen de una mujer para vender, porque entendemos que eso cosifica y denigra a todas las mujeres. Sin embargo, no ocurre lo mismo al ver a una mujer desnuda en la calle, con una silla y una sombrilla si hace calor, al lado de una hoguera si hace frío. Imaginémonos a miles de kilómetros de nuestra casa, en una rotonda, en tanga y con tacones… Es un acto profundamente violento, y eso sin pensar en todo el daño que producen los puteros.
Pero hay mujeres que dicen ejercer la prostitución voluntariamente…
Hay algunas mujeres que dicen que ellas sí que quieren, que están encantadas, que lo han elegido… Yo ahí no puedo entrar, son cuestiones subjetivas. Lo que yo digo es que esto tiene que ver con todas las mujeres. Yo me alegro por las que dicen que lo han elegido libremente y les va bien. Pero aquí no estamos hablando de casos individuales, estamos hablando de que si legislamos en base a lo que a algunas les viene bien esa legislación aumenta la desigualdad entre mujeres y hombres, y también la desigualdad entre las propias mujeres en función de las clases sociales. No se puede legislar en base a lo que a algunas les puede venir bien si eso nos afecta a todas las demás mujeres.
¿Y cómo se resuelve esto?
Nosotras demandamos una ley abolicionista integral. Entendemos que abolir la prostitución es un proceso largo y que implica muchos campos: hace falta una reforma del Código Penal que persiga todas las formas de proxenetismo, es necesario que se multe a los demandantes de prostitución, a los puteros, porque entendemos que los deseos sexuales de algunas personas no pueden estar por encima de los derechos humanos de las mujeres, y también se necesitan campañas de sensibilización y de educación sexo-afectiva en valores y en ética para ver a la otra persona como lo que es, una persona, y no como un instrumento a través del cual eyacular.
¿La pornografía está relacionada con la prostitución?
Sí, absolutamente. La pornografía es la gran herramienta que utiliza la industria de la explotación sexual para fabricar por un lado puteros y putas por otro. A chicas que aparentemente no tienen necesidades económicas se les inculca la idea de que ser prostituta está muy bien, es algo que te permite comprarte un bolso y un móvil. Y a eso se suma que cada vez hay más mujeres en riesgo de caer en la prostitución. Hoy, miles de mujeres en este país no van a tener nada que poner encima de la mesa y se van a plantear si chuparle el pene a un señor para poder dar de comer a sus hijos. Eso es cruel, absolutamente cruel.