El anarquismo de Tolkien

Rodrigo Lastra del Prado

JRR Tolkien[1], autor del Señor de los Anillos, escribió una carta a su hijo el 29 de noviembre de 1943. Christopher tenía 18 años y estaba a punto de embarcar en la Royal Air Force para combatir en la II Guerra Mundial. En la misiva le confiesa a su hijo lo siguiente:

 “Mis opiniones políticas se inclinan más y más hacía el anarquismo (entendido filosóficamente, lo cual significa la abolición del control, no hombres barbados armados de bombas) o hacia la monarquía “inconstitucional”. Arrestaría a cualquiera que empleara la palabra Estado (en cualquier otro sentido que no fuera el reino inanimado de Inglaterra y sus habitantes, algo que carece de poder, derechos o mente) (…) El estudio propio del Hombre es cualquier cosa salvo el Hombre; y la tarea más impropia de cualquier hombre, aun de los santos (que, de todos modos, son los menos dispuestos a asumirla), es mandar a otros hombres. Ni siquiera uno en un millón es adecuado para ello, y menos que todos aquellos que buscan la oportunidad para hacerlo (…) El especial horror del mundo presente consiste en que toda la maldita cosa está en un mismo saco. No hay donde escapar. Incluso los desafortunados pequeños samoyedos, sospecho, tienen comida enlatada y el altavoz de la aldea contando historias de Stalin sobre Democracia y los malvados fascistas que comen bebés y roban los perros que tiran de los trineos. Hay sólo un punto luminoso y ése es el creciente hábito de los hombres descontentos de dinamitar fábricas y estaciones de electricidad. ¡Espero que, incentivado ahora como ‘patriotismo’, pueda seguir como un hábito! Pero no hará bien alguno, si no es universal.

Bien, saludos y todo eso para ti queridísimo hijo. Nacimos en una era oscura a destiempo (para nosotros). Pero está este consuelo: de otro modo no sabríamos, o siquiera amaríamos, lo que amamos. Imagino que el pez fuera del agua es el único pez que tiene una idea sobre el agua. También aún tenemos palabras pequeñas para usar. “No me someteré a la Corona de Hierro, ni rendiré mi pequeño cetro dorado.”[2]

A pesar de ser considerado por algunos un autor conservador no debería sorprendernos sus cercanías a postulados libertarios. Tolkien bebió de numerosas influencias. Desde la mitología griega, las tradiciones británicas, las raíces lingüísticas de múltiples idiomas, hasta la mitología nórdica. Pero Tolkien era ante todo un ferviente católico en un país de mayoría anglicana, donde la minoría fiel a Roma era considerada ciudadanía de segunda. La propia madre de Ronald, como le llamaban de niño, sufrió persecución por su catolicismo. Y esa fe vivida y encarnada (sin aparecer explícitamente en sus libros, ni ser sus textos para nada apologéticos) impregnó sin duda toda su obra. Su religiosidad consciente le llevará a trazar ejes que sobrevolarán toda su literatura. Y por eso no es de extrañar que muchos de esos ejes sean confluyentes con posturas libertarias:

(A partir de aquí, destripe para aquel que no haya leído los libros)

1) Defensa de la naturaleza y la vida sencilla, frente al industrialismo voraz

Tolkien era conservador en el sentido etimológico de la palabra, en lo referente a “conservar”. Conservar un mundo y un paisaje rural que el idealizaba y plasmaba en su amada campiña británica. No es casualidad que el territorio ideal de la novela El Señor de los Anillos sea La Comarca. Además de su belleza y tranquilidad (que el añoraba) es el único territorio de la Tierra Media en el que no hay gobernantes, ni siervos. Existe la propiedad privada, pero muy distribuida en pequeñas granjas y minifundios. La organización social se basa en familias y clanes. Una especia de Arcadia, una comunidad autogestionaria inspirada en el principio de subsidiariedad propio del pensamiento social cristiano y al más puro estilo del socialismo utópico decimonónico. La contraposición a la Comarca en la Tierra Media lo representa el mundo tiránico que destruye la naturaleza en pos de un crecimiento tecnológico e industrial, reflejado el mundo gris y oscuro de Isengard y Mordor. En su vida real, el contraste a su campiña inglesa, lo representa la ciudad industrial oscura y gris y los excesos de ese capitalismo devorador.

2) Pacifismo

Tolkien fue testigo de primera mano del horror de la guerra, pues combatió en las trincheras de Somme (Francia) en la Primera Guerra Mundial. Allí cayó herido y allí perdió a dos de sus mejores amigos. Ese pacifismo y el elogio de lo sencillo y de lo humilde, se ve, por ejemplo, en la postura de Bilbo para evitar la Batalla de los Cinco Ejércitos. El elogio de la simplicidad, una constante en la novela, frente a la avaricia materialista, origen de muchos conflictos, queda reflejado en la reflexión que hace Thorin, (uno de los señores enanos) al admirar ese estilo de vida hobbit “si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, éste sería un mundo más feliz”

En la saga se ve una constante búsqueda de la alianza de los pueblos libres frente a las amenazas totalitarias. Muchos han querido ver en las batallas finales del Señor de los Anillos, analogías de las alianzas aliadas para combatir la tiranía del nazismo.

3) Elección de lo pequeño y lo humilde, frente a los fuertes y poderosos

Este es sin duda uno de los ejes principales del Hobbit y del Señor de los Anillos. De todas las razas de la Tierra Media, los hobbits son la más pequeña, la más anodina y la más desapercibida. Y sin embargo son los elegidos para llevar a cabo la titánica tarea a realizar, que ni las razas más fuertes y altivas son capaces. Hay un diálogo en la adaptación cinematográfica de El Hobbit que resume a la perfección el espíritu de las novelas de Tolkien. Cuando Galadriel le pregunta a Gandalf que por qué ha escogido al «mediano» (a Bilbo) para esa misión:

“- Galadriel: Mithrandir (Gandalf en élfico), ¿por qué el Mediano?

Gandalf: Saruman cree que sólo un gran poder puede contener el mal, pero eso no es lo que yo he llegado a ver. Lo que yo he visto es que son los pequeños detalles cotidianos de la gente común los que mantienen el mal a raya…, pequeños actos de bondad y de amor. ¿Por qué Bilbo Bolsón? Tal vez porque tengo miedo… y él me infunde coraje.”

4) Contrapoder… o antipoder

El otro gran eje de la obra de Tolkien es el tema del poder. Y este sí es un tema que converge muy genuinamente con el anarquismo. La concepción de que el poder corrompe, (y de que el poder absoluto corrompe absolutamente) queda perfectamente reflejado en el Anillo Único. La trama de la novela no busca restaurar el poder para quitárselo a los que siempre lo han detentado despóticamente y traspasárselo a los “sin poder”. La trama (a diferencia de la mayoría de las historias con esta dialéctica) se basa en destruir ese poder… para siempre. Es la búsqueda del “no poder” o el antipoder. Por eso no se debe usar el Anillo ni siquiera para un fin tan noble como es destruir el Mal. Ya al final de la Segunda Guerra Mundial Tolkien vaticinaba: estamos intentando conquistar a Sauron con el Anillo (y según parece) ganaremos, pero el precio es, como lo sabrás criar nuevos Saurons y lentamente ir convirtiendo a los hombres y elfos, en orcos[3].     Conforme llegaba a su fin la Segunda Guerra Mundial y vio prefigurarse la Guerra Fría, acabo renegando de cualquier imperialismo, incluido el de su patria: No conozco nada sobre el imperialismo británico, americano o en el lejano oriente, que no me llene de dolor y repugnancia, me temo que no tengo un chispazo de patriotismo en lo que resta de esta guerra[4].

En conclusión, un pensamiento original, utópico, poco realista si se quiere. Pero desde luego bastante cristiano… y bastante libertario.


[1] John Ronald Reuel Tolkien (Sudáfrica 1892– Inglaterra  1973), más popular como J. R. R. Tolkien o JRRT, fue un escritorpoetafilólogolingüista y profesor universitario británico conocido principalmente por ser el autor de las novelas  El hobbitEl Silmarillion y El Señor de los Anillos. Ésta última, especialmente, de gran influencia en la cultura contemporánea, por ser considerada el origen de la literatura moderna fantástica, con enormes repercusiones ya no sólo en el ámbito literario sino en el mundo del entretenimiento (cine, videojuegos…)

[2] Humphrey Carpenter (comp), Cartas de J.R.R Tolkien. Barcelona. Minotauro, 1993, p 79-80.

[3] Humphrey Carpenter (comp), Cartas de J.R.R Tolkien. Barcelona. Minotauro, 1993, p 96.

[4] Humphrey Carpenter (comp), Cartas de J.R.R Tolkien. Barcelona. Minotauro, 1993, p 139.

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