Enrique Prieto Gómez, in memoriam

Fuente: Alfa y Omega

Autor: Rodrigo Lastra

Enrique Prieto, militante cristiano, entregó su vida al seguimiento de Jesús de Nazaret y la fidelidad a la Iglesia a través de encarnarse en las luchas de los pobres. Nació en el barrio Salamanca de Madrid en 1940. Y no por ser hijo de alta burguesía. Vino al mundo en una habitación para sirvientas. Sus padres habían emigrado de la España del sur a la capital para servir. Su madre Juliana fue presidenta de HOACF (Hermandad Obrera de Acción Católica Femenina). La HOAC había sido impulsada por Guillermo Rovirosa y un grupo de obreros conversos provenientes del socialismo y el anarcosindicalismo y fue la organización determinante para tender puentes entre Iglesia y mundo obrero.

Se casó con Ángela formando un tándem inseparable, espejo de amor comprometido en el que muchos nos miramos. En los 60 comenzó a trabajar como ingeniero en una multinacional. Despedido por su labor sindical, se trasladaron a Barcelona, donde nuevamente sufrió persecución por solidarizarse con los trabajadores. Su amistad con Julián Gómez del Castillo, alma de la editorial ZYX (tomaba su nombre de las últimas letras del alfabeto por vocación de estar con los últimos, en contraste con ABC), marcó su militancia en la editorial, en el Movimiento Obrero Autogestionario, en el sindicato USO y, sobre todo, en el Movimiento Cultural Cristiano. Pero la aportación más genuina la hizo Enrique en el trabajo. Con la llegada del mundo posindustrial, los obreros europeos ya no eran los desheredados del planeta. El compromiso militante volvía su mirada a los empobrecidos de la tierra. En los 90 decidió unir profesión y evangelización al fundar la empresa autogestionaria de detergentes COPAN (hoy SOLYECO). Sus principios eran la restitución de beneficios a los empobrecidos, reducción del consumo y salarios dignos, que llamaban «de subsistencia». Tan indigno es no llegar a fin de mes como acumular mucho más de lo necesario. La empresa crecía. Y Enrique cada vez menos rico. Y cada vez más libre. Ya jubilado, participó en la creación del partido SAIn y la asociación Encuentro y Solidaridad. En los últimos tiempos, acechándole ya el cáncer, siguió escribiendo y leyendo. Sobre su mesilla los Evangelios, algún libro de historia de los pobres… y siempre Teresa de Jesús o Juan de la Cruz, dos de sus faros en ese camino de crecimiento en pobreza, humildad y sacrificio por el que transitó.

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