¿Qué razones tengo yo para aprender a escuchar? ¿Qué nos perdemos si no aprendemos a escuchar?
Guillermo Rovirosa publica entre 1959 y1964 unos cuadernos que constituyen la Serie Copin (COperación INtegral). De esta serie forma parte La virtud de escuchar (1962). El ideal COPIN es responder a la vocación de la vida cristiana en el sector económico de la vida social. Estos cuadernos los escribe en la última época de su vida, pensados, mecanografiados, fotocopiados, encuadernados y enviados por él. Los concibe como un diálogo entre los amigos con los que mantiene correspondencia a modo de un taller de escritura cooperativa, en formato de noticias que se desarrollan entre preguntas y respuestas para avanzar juntos en el ideal COPIN. Viene a ser como una carta larga a sus amistades.
Estas publicaciones llegan a toda España pero también llegan a otros muchos lugares del mundo, sólo por enumerar algunos: India, Bélgica, Francia, Italia, Argentina, Costa Rica y Colombia. Quién sabe si esta reflexión que comparto llega a personas de éstos u otros países que conocen este hecho histórico y podamos entablar también una correspondencia a través de este blog.
Es evidente la labor ingente de Guillermo Rovirosa en su apostolado laico. Fue capaz de encontrar, también en sus limitaciones causadas por la amputación de su pie izquierdo como consecuencia del atropello de un tranvía (1957), la fuerza necesaria para desplegar su capacidad creativa y poner en marcha procesos tan potentes que su voz llega hasta nuestros días.
La virtud de escuchar viene a ser una confesión de Rovirosa cuando comienza diciendo: Me he dado cuenta de que nunca he escuchado verdaderamente a nadie. Esto explica en gran parte el fracaso de mis relaciones humanas. Este hecho constituye un punto de partida que conecta con toda experiencia humana porque es universal el no saber escuchar.
En esta lectura podemos descubrir la llave maestra para aprender a escuchar y conseguir tres cosas estupendas: conocerme a mí mismo, una corriente de simpatía hacía el ‘otro’ al encontrarnos con que padecemos los mismos males y una colaboración y ayuda mutua para corregirnos, que por estar cimentada en la humildad ha de dar resultados positivos.
No es un libro al uso para su consumo sin más. La escritura es ágil y a la vez requiere una lectura lenta porque Rovirosa nos interpela directamente. ¿No andarían de otra manera los matrimonios cristianos si los cónyuges practican con preferencia la virtud de escuchar? ¿Y si al mismo tiempo iniciaran a sus hijos en tal práctica?
Conforme se avanza en la lectura desaparece el libro escrito para adentrarnos en el libro de la vida; de tu vida, tu historia personal y desde ahí salir al encuentro del mundo. Disponemos de toda una vida para aprender a escuchar y a la vez constatar la experiencia existencial de que mientras vives nunca dejarás de ser un aprendiz.
El lector tiene la última palabra para dictaminar si escuchar verdaderamente es una virtud o no. Y en caso afirmativo qué clase de virtud. Lo más importante es el hecho, la experiencia porque un diálogo sobre evidencias es infinitamente más fecundo que un diálogo sobre razones, con la ventaja de que conduce a los interlocutores a escucharse, a conocerse y a amarse.
Por último aprendamos también a leer de otra manera. Porque al igual que este cuaderno se concibió como un diálogo entre amigos también parece lógico leerlo junto a otros y así crear espacios para conversar sobre lo leído, escuchar a los demás y descubrir la verdad que hay en las palabras. Escuchar siempre deja huella, escuchar puede ser doloroso pero siempre es un acto de amor.
Os invito a que nos contéis como os va con esto de la escucha, con la lectura o grupo de lectura.
Mª Isabel Rodríguez Peralta