Julián Gómez del Castillo
Hemos estado en Alicante. Para muchos, tierra de turismo y divisas. Para otros, tierra de sufrimiento y explotación.
Nos hemos relacionado con sacerdotes y militantes de aquella provincia. Nos han hablado de los niños que a los nueve o diez años ya sirven para ganar un jornal en la fábrica. Ellos llegan a ganar 300 pesetas a la semana por diez horas de trabajo. Hay alguno que comienza a trabajar a los ocho años y les pagan 150 pesetas semanales.
Ni que decir tiene que nos indignó, ¿Se pretenderá capitalizar en el siglo XX como el resto del capitalismo europeo capitalizó en el XIX?
Preguntamos si eran excepciones, nos contestaron que centenares en la provincia. Hablamos con tres padres cuyos hijos padecen injusticia. Ellos trabajan catorce horas diarias. A uno de ellos le pagaban a 2 pesetas la hora sin más puntos, seguros, etc. Tenía siete hijos. Necesitaba darles de comer… por eso permitía que fueran a la fábrica y no a la escuela, claro que tampoco las escuelas admitían a todos, me decían que no son suficientes. Además, estos hombres llevan trabajo para casa después de jornadas así. El trabajo en casa lo realizan entre todos los de la familia… como descanso.
Tratamos de saber cuál era el comportamiento de las autoridades laborales. La Inspección de Trabajo tiene mucho que hacer para remediar esta canallada del trabajo infantil. No tienen pruebas para demostrar lo que hacen los hombres de estos organismos… pero no se pone remedio.
Nosotros pensamos en los otros, en los que «nunca como ahora», que de hecho coincide que nunca son los que viven en las chabolas con jornal de 12 pesetas la hora. Pensamos en Dios, ¿qué opinará Dios de estas cosas? Nos pareció que era un buen punto de meditación Navideña. Nos pareció que no aprobaba nuestra conducta. Nos pareció que no puede bendecir a una sociedad que asesina así a la infancia. Nos pareció que Él haría «demagogia» diciendo que su Reino era de Justicia. Nos pareció que recriminaba nuestra cobardía.
¿Hasta cuándo Señor? ¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo que los fuertes atropellen a los débiles: que los grandes se coman a los chicos, que los ricos …
Perdóname lector; pensé también que muchos van por allí a hacer turismo, a recrearse cuando muchos no pueden criarse. Pensé que eso era una gran fuente de divisas que de hecho servía para embrutecer a los pobres porque ellos tomarían el ideal estúpido de la vida vacía de los descansados descansantes. ¿Qué consecuencias pueden tener unas divisas adquiridas a tan alto precio?
Pero ya he hecho mucha demagogia. Ya he molestado demasiado. Voy a callar para seguir aumentando mí caudal y mi repulsa a una sociedad esqueléticamente vacía de amor
Permíteme dar un solo grito: ¡ESTO NI ES NI PUEDE SER CRISTIANO!
Artículo: ¡ESTO NO ES NI PUEDE SER CRISTINO! Centenares de niños trabajan en las fábricas alicantinas. Boletín de la HOAC, diciembre de 1965.