Imágenes icónicas de paz y noviolencia de la agencia Magnum. Refugiados en el mundo

Francisco Rey Alamillo

Steve McCurry fotografió a «la muchacha afgana» en un campo de refugiados de Pakistán. (1)

Ella, lllamada Sharbat Gula recuerda el momento. El fotógrafo la enfocó y disparó. Recuerda su enfado. Aquel hombre era un desconocido. Nunca la habían fotografiado, y hasta que volvieron a encontrarse 17 años más tarde, nadie había vuelto a hacerlo.También el fotógrafo recuerda el momento. Había una luz suave. El campo de refugiados en Pakistán era un océano de tiendas. En el interior de una de ellas, la de la escuela, aquella niña fue lo primero que llamó su atención. Al percibir su timidez, la abordó en último lugar. Ella accedió a posar. «No pensé que su fotografía sería diferente de cualquier otra que había hecho ese día», recuerda de aquella mañana de 1984 que pasó documentando la odisea de los refugiados de Afganistán.

El retrato de Steve McCurry resultó ser una de esas imágenes que llegan al alma, y en junio de 1985 apareció en la portada de esta revista. Sus ojos son verde mar y en su mirada, inquieta e inquietante, se puede leer la tragedia de un país asolado por la guerra. En National Geographic fue bautizada como «la muchacha afgana», y durante diecisiete años nadie supo su nombre.

Tras una intensa búsqueda, el fotógrafo y un equipo de National Geographic la encontraron 17 años más tarde, desvelando así la identidad de la protagonista de una de las imágenes más célebres de la historia. 

La joven fue localizada. Tiene 28 años, quizá 29, o 30. Nadie, ni siquiera ella, lo sabe con certeza. El tiempo y la adversidad han borrado la juventud de su rostro. «Ha tenido una vida terrible –dijo McCurry–. Muchos aquí comparten su experiencia.» Revisemos las cifras: 23 años de guerra, 1,5 millones de muertos, 3,5 millones de refugiados. Ésta es la historia de Afganistán en el último cuarto de siglo. Examinemos ahora la fotografía de la joven con ojos verde mar, unos ojos que nos desafían y, sobre todo, nos perturban. No podemos apartar la mirada de ellos. «No hay una sola familia que no conozca el amargo sabor de la guerra», declaraba un joven comerciante afgano en el reportaje publicado por la Geographic en 1985 con la foto de Sharbat en portada.

Era una niña cuando su país cayó en las garras de la invasión soviética. Una oleada de destrucción arrasó múltiples aldeas como la suya. Con seis o siete años vio morir a sus padres bajo las bombas. De día el cielo escupía terror. Por la noche enterraban a los muertos. Y a todas horas la atravesaba el espanto que le producía el ruido de los aviones. «Nos fuimos de Afganistán por los ataques –nos contó Kashar Khan, el hermano mayor, ahondando en la narración de su vida. Es un hombre enjuto, con cara de ave rapaz y ojos penetrantes–. Había rusos por todas partes. Mataban a la gente. No nos dejaron otra opción.» Guiados por su abuela, Kashar y sus cuatro hermanas huyeron a pie hasta Pakistán. Durante una semana caminaron a través de las montañas nevadas, mendigando mantas para calentarse. «Nunca sabías cuándo vendrían los aviones –rememoró–. Nos escondíamos en las cuevas.» El viaje, que empezó con la pérdida de sus padres y un recorrido a pie a través de las montañas, terminó en una tienda de un campo de refugiados, conviviendo con extraños.

Finalmente Sharbat Gula llegó a Roma en el año 2021 con su familia en el marco del programa de asilo y evacuación italiano desde Afganistán. Consiguió abandonar su país después de que los talibanes se hicieran con su control.

En la actualidad el aumento de los conflictos armados provoca un récord de 120 millones de desplazados en el mundo. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados revela una tendencia en alza desde hace 12 años.  Según ACNUR, 2024 se está viviendo un repunte de personas que, por la guerra, el hambre, la persecución o el clima, han tenido que dejarlo todo atrás.   España, el país de la UE que menos asilo concede pese a ser el tercero con más peticiones. Otro año más, el 75 % de las personas desplazadas han sido acogidas en países con una renta económica media y baja. En total hay 43,4 millones de personas refugiadas en el mundo, de las cuales, el 40%, es decir, 17,3 millones son niños.

Terminamos con estas  palabras del Papa Francisco , un verdadero profeta de la Paz y la Justicia desde la noviolencia en este siglo XXI: «Los muros no son la solución […] Los refugiados están ahí, en la frontera, porque hay muchas puertas y corazones cerrados». Y señaló la importancia de comprometerse ante los desafíos de la sociedad actual: «muchos hablan, critican y dicen que todo va mal, pero pocos se comprometen en las grandes cuestiones socia-les, económicas y políticas de hoy». Hay que «ensuciarse las manos, rezando primero y luego promoviendo el bien, construyendo la paz y la justicia en la verdad».

Y también Francisco dirigió estas palabras a los miembros del grupo DIALOP (Proyecto Diálogo Transversal) el 10 de enero de 2024  para un compromiso sincero por el Bien Común. :

“ La medida de una civilización se puede ver en cómo se trata a los más vulnerables -no olvidemos que las grandes dictaduras, pensemos en el nazismo, descartaron a los vulnerables, los mataron, los descartaron-: los pobres, los desempleados, los sin techo, los inmigrantes, los explotados y todos aquellos que la cultura del descarte transforma en desperdicio. Y esta es una de las peores cosas. Una política verdaderamente al servicio del hombre no puede dejarse dictar por los mecanismos financieros y de mercado. No. La solidaridad, además de virtud moral, es una exigencia de justicia, que exige corregir las distorsiones y depurar las intenciones de los sistemas desiguales, también a través de cambios radicales de perspectiva en el reparto de desafíos y recursos entre hombres y pueblos. Por eso me gusta llamar «poeta social» a cualquiera que trabaje en este campo, porque la poesía es creatividad, y aquí se trata de poner la creatividad al servicio de la sociedad, para que sea más humana y fraterna. No le tengas miedo a la poesía, la poesía es creatividad. No olvidemos esta capacidad de soñar.[…] 

Es justo y necesario asumir la mirada del pobre, del descartado, del inocente, “ver el mundo desde sus ojos”. Dar voz a aquellos que están oprimidos y silenciados continuamente, y asumir sus puntos de vista. Hacer volver los ojos de todos hacia el valor inmenso de los pobres, olvidados, descartados que siempre tienen una palabra para proponer, señalar e iluminar.

(1) La vida de la niña afgana, la refugiada más famosa del mundo

https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/grandes-reportajes/la-muchacha-afgana-una-vida-desvelada-2_1037

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