La verdad os hará libres… también en política.

Javier Marijuán

Nos hemos acostumbrado a justificar muchos comportamientos en la vida política que en la vida personal no toleramos. Uno de ellos es la mentira. En nuestras relaciones de familia, de amistades y sentimentales la aparición de la mentira provoca rupturas. Cuando en una transacción económica aparece una mentira, nos echamos para atrás sin dudarlo. Pero cuando un líder político miente, sus acólitos lo justifican alzando a coro el grito de “y tú más”. Los casos que hemos visto en nuestro país son tan clamorosos que no necesitan comentarse.

El declive de la razón y el auge del subjetivismo aterriza en la política con fuerza y la verdad queda contra las cuerdas. Hace una década la universidad de Oxford eligió “postverdad” como palabra del año. Aquella llamada de atención constataba que el debate político se estaba despeñando por una peligrosa pendiente. La verdad ya es una cuestión de perspectiva y tanto la izquierda como la derecha creen que son los otros lo que faltan sistemáticamente a la verdad. La generalización del uso premeditado de la mentira ha sido de tal calibre que hoy deberíamos hablar de la era de la “postveracidad”.

La circulación ideas tóxicas ya sale gratis y hasta es rentable desde el punto de vista electoral. La devaluación de la verdad se alimenta de partidos sin democracia interna que generan políticos sin escrúpulos y del apogeo de charlatanes y comentaristas que infantilizan el proceso político intoxicando las redes propagando fantasías o bulos sin fundamento.

Pero ello tiene sus consecuencias. Esa ausencia de sinceridad y autenticidad en la vida política debilita la cohesión social y el correcto funcionamiento de nuestras instituciones. La mentira está reñida con la libertad. Todos los regímenes que basan su autoridad en la mentira son opresores. La mentira facilita la adopción de medidas represoras que socavan la libertad. La verdadera democracia exige que los ciudadanos puedan creer en su funcionamiento. Por eso es de inmensa importancia de los políticos sean veraces y auténticos. De lo contrario crece la desconfianza y la democracia deja de serlo y sus mecanismos de control y las instituciones se deterioran.

La veracidad es condición ineludible de la democracia. A más mentiras menos convivencia. Luchar por la libertad exige defender la veracidad en el debate político y hoy puede ser el mayor reto de la democracia actual.

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