Ana Sánchez
Una amistad puede empezar en cualquier momento y lugar; la de Germain y Margueritte surge en el parque, rodeados de palomas. Quizá sorprende que dos personas tan aparentemente distintas puedan congeniar de la manera que lo hacen. Seguramente sea que, en el fondo, no son tan distintas y ambas tienen el mismo sustrato, ese humus que permite dar fruto, aunque el abono también ayude y no sólo en el huerto de Germain.
En esta película de 2010, el abono es el negro sobre blanco de los libros que ama Margueritte y que siempre ha tenido muy lejanos Germain; este descubre ahora cómo se puede leer también con los oídos y lo hace escuchando la voz de una apasionada lectora (no tardarán en cambiarse las tornas).
Germain, interpretado por Gerard Depardieu, descubre así un mundo nuevo que contrasta con la vida que ha vivido desde su infancia, pero que encaja perfectamente con su vida actual y su relación con Annette, que quizá haya sido la primera que ha sabido ver lo que había realmente dentro de él, por encima de la apariencia tosca de este grandullón del que todos se burlan, por su torpeza e incultura.
Es el encuentro de dos personas un tanto desplazadas: él, despreciado desde la infancia y blanco de las mofas de sus colegas; y la encantadora Margueritte, a la que da vida en la película Gisèle Casadesus, recluida en una residencia de ancianos. Ambos, con un espíritu optimista desbordante, que saben ver y gustar lo bueno de la vida, desde un bocadillo compartido hasta un diccionario que les permite viajar de palabra en palabra hasta fronteras insospechadas.
La cabeza en barbecho, que es el título de la obra original francesa es la de Germain, que se va transformando sutilmente a lo largo de la obra y que va transformando, a la par, su entorno. Se trata de abrirse a la belleza y al amor, sin poner barreras pese a todas las carencias que puedan tener los personajes, tanto los protagonistas como aquellos que les rodean. Todos tienen sus anhelos y amistades, su cercanía y actos cotidianos, sus carencias y facultades. Como cualquier cosa en la vida, es la mezcla de todos estos ingredientes la que hace avanzar el mundo, la historia, la sociedad, a las personas.
“En las historias de amor no siempre hay sólo amor. A veces no hay ni un te quiero”.