Palestina

Autor: Juan Manuel de Prada

Desde la partición de Palestina en 1948, y más todavía desde las terribles matanzas y usurpaciones de territorio perpetradas en 1967, la situación de los palestinos no ha hecho sino degradarse, hasta convertirse en una hecatombe silenciosa sobre la que prensa sistémica calla malignamente.

Los palestinos han sufrido, año tras año, constantes expropiaciones de tierras; han sido sometidos a un inhumano sistema de discriminación y ‘limpieza’ étnica; han sido enjaulados detrás de muros y alambradas, mientras sus templos y escuelas eran bombardeados. Sólo este año, antes de que Hamás lanzase este ataque desesperado, el ejército israelí había asesinado a más de 250 palestinos, muchos de ellos niños y mujeres indefensas; y Netanyahu había ‘legalizado’ -pasándose por el escroto todas las resoluciones internacionales- decenas de ‘puestos de avanzada’, embriones de futuras ‘colonias’ en territorio palestino.

Y todas estas atrocidades se suceden mientras los palestinos son sometidos a un bloqueo ignominioso. Después de haber sido despojados y expulsados de la tierra de sus ancestros y hacinados como chinches en un territorio siempre decreciente, los palestinos son privados por los israelíes de los medios de subsistencia básicos. Gaza es el territorio con mayor densidad de población del planeta, pero los palestinos ni siquiera pueden construir nuevas casas, porque Israel les impide el acceso a los materiales de construcción. También les prohíbe el comercio y la pesca y les quema las cosechas; también les corta el suministro eléctrico, les roba el agua y les escatima el combustible. En los hospitales de Gaza y Cisjordania se realizan las operaciones quirúrgicas sin electricidad ni asepsia; y los enfermos carecen de medicinas.

Esta situación oprobiosa de los palestinos -entre los que hay muchos cristianos- es una ofensa a Dios y a la justicia de magnitudes cósmicas que la prensa sistémica oculta; y que las colonias europeas aceptan sumisamente porque así lo ordena el tío Sam. El ataque de Hamás es, desde luego, fruto de una desesperación rabiosa. Pero no creemos que Hamás haya atacado por sorpresa Israel para luego esperar estólidamente sus salvajes represalias. A Israel no le bastará con reducir a escombros Gaza; los palestinos lucharan entre los escombros, con multitud de pérdidas para el ejército israelí. Y Hamás ha tomado cientos de rehenes entre los ‘colonos’ israelíes que serán victimados. Eso suponiendo que los palestinos de Cisjordania no se sumen a las hostilidades, suponiendo que Hizbolá no decida atacar por otro flanco, suponiendo que Irán no resuelva prestar a los palestinos un apoyo pleno. Entonces tendremos servida la III Guerra Mundial. Y el culpable será Occidente, que ha tolerado que los palestinos sean tratados como perros sarnosos por un estado –creado artificialmente para acallar su mala conciencia-que ha ejercido durante décadas un poder omnímodo y brutal al margen de la ley.

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