Javier Marijuán
El avance de la secularización y el progresivo desencuadramiento religioso de la sociedad deja un vacío que hay que llenar. Y parece que los nuevos experimentos no funcionan. Los modernos funerales laicos no calman la sed y la mayoría ya acaban despidiendo al ser querido “allá donde se encuentre”.
J.P. Sartre advirtió de la dificultad de eliminar los rastros católicos de la cultura y por eso dijo aquello de “somos todos católicos”. Progresivamente, del mundo ateo ha surgido una corriente denominada “ateísmo católico” que reivindica con fuerza el legado cultural, filosófico y humanizador del cristianismo.
Tras décadas de continuos actos revanchistas, ataques, insultos y de una obstinada voluntad por excluir a lo religioso del debate público, se advierten señales de desfondamiento en esta guerra cultural.
El cine y la música moderna nos han lanzado el interrogante: ¿no será que la modernidad secularizada puede estar creando espacios y una nueva legitimidad para la experiencia religiosa y no nos estamos dando cuenta?. Muchos jóvenes encuentran en el cristianismo un ideal revolucionario, radical y que da respuesta a sus interrogantes en una sociedad que les ha prometido un bienestar material que les ha llevado a la consulta del psicólogo. Estas nuevas generaciones se acercan al cristianismo sin las adherencias del nacionalcatolicismo y por eso mismo lo hacen con más transparencia y radicalidad. Por supuesto, con la lógica irritación de la generación anterior que prometió el borrado del cristianismo.
Que gran paradoja. Mientras las Iglesias están más vacías y se oyen menos “cantos de misa”, se multiplican los artistas que cantan a Dios en la calle. Ya hay quien está haciendo recopilación del número de músicos relevantes que incluyen mensajes cristianos explícitos en sus canciones y sorprende cómo su número crece por momentos. Mensajes como el Padre Nuestro, la Cruz, María, el arrepentimiento, San Juan de la Cruz, la Gracia, las Moradas de Santa Teresa, la oración, redención, etc. se intercalan sin complejos en el panorama musical incluso a modo de plegaria.
Dios no ha fallado a la cita. Ni ha muerto ni se ha ido. La sed de Dios del hombre no se sacia solo en el templo sino que también gana festivales de cine y lidera las listas de música más escuchada.
La progresiva desaparición de la cristiandad nos sorprende con estas oportunidades que no justifican el desaliento que a veces nos asalta.





