Autor: Oscar Quintela
Después del SIAP sobre Industria Farmacéutica (Madrid, 26–27 de septiembre): dos modelos de sociedades médicas en contraste, con Osatzen como referencia de independencia.
Esta reflexión nace en el marco de las jornadas de SIAP celebradas en Madrid los días 26 y 27 de septiembre sobre Industria farmacéutica, un espacio donde se abordaron entre otros temas, las tensiones entre independencia profesional y financiación externa. Allí se evidenció la brecha entre dos modelos de sociedades médicas que hoy conviven con consecuencias muy distintas para la formación, las guías clínicas y la confianza de pública, especialmente de los pacientes.
Por un lado, el modelo que blinda su independencia ética y económica: renuncia a patrocinios, regalos y “transferencias de valor”, evita los “humos industriales” y sitúa su acción en la práctica clínica y comunitaria, los determinantes sociales y la corresponsabilidad con la ciudadanía. En este grupo destaca Osatzen, que ha explicitado un compromiso firme con la transparencia, la rendición de cuentas y la financiación propia a través de cuotas y actividades no condicionadas. Este enfoque permite diseñar formación continuada sin interferencias, debatir guías con la evidencia y el interés público como brújula y fortalecer el vínculo con la comunidad por la credibilidad que otorga la coherencia.
En el otro extremo, persiste un patrón más extendido en el que la financiación de la industria es estructural. Bajo la etiqueta de “transferencias de valor”, se asumen inscripciones a congresos, viajes, honorarios y “prestaciones de servicios” que, aun cuando se comunican, suelen hacerlo de forma agregada, dificultando medir su impacto real en la agenda científica y en las recomendaciones. El resultado es un riesgo crónico de conflicto de interés que puede desplazar prioridades hacia objetivos comerciales y erosionar la confianza social.
De lo debatido en SIAP emergen mínimos irrenunciables: prohibir patrocinios en contenidos troncales de formación; publicar de forma desagregada, clara y auditable todas las transferencias; diversificar ingresos con cuotas y servicios propios; incluir a la ciudadanía en la gobernanza; y reforzar códigos de incompatibilidades con mecanismos sancionadores efectivos. No se trata de demonizar toda colaboración posible, sino de asegurar que el interés público y la autonomía profesional marquen el rumbo. La experiencia de Osatzen demuestra que otro camino es posible y, sobre todo, deseable: uno en el que la ciencia y la salud colectiva no dependan de la mano que financia, sino del compromiso con la evidencia, la transparencia y la comunidad.





