Volver a elegirse

Diego Velicia,  psicólogo del COF Diocesano de Valladolid.

Cuando dos personas deciden casarse, normalmente quieren que ese matrimonio sea para toda la vida. ¿Qué quiere decir que sea para toda la vida? ¿De cuánto tiempo estamos hablando? 

Si la edad media en la que se casan los hombres en España es de 35 años y la de las mujeres es de 33 y la esperanza de vida es de 80 años en los hombres y de 86 en las mujeres, alguien que se casa hoy en nuestro país y quiere que la cosa sea “para siempre” debe prepararse para, aproximadamente, 45 años de matrimonio. ¡Un buen recorrido por delante!

Es posible que alguno de los lectores esté pensando… ¿y por qué la media de edad de los matrimonios en España es de 16 años? Ese es un dato repetido de vez en cuando por los medios de comunicación y que así expresado no es cierto… ¿Por qué? Porque esa media está obtenida con la duración de los matrimonios que se rompen de una u otra forma. Si quisiéramos saber el dato real de la duración media de todos los matrimonios de nuestro país, habría que tener el dato de duración media de aquellos matrimonios que duran “hasta que la muerte los separa” y combinarla con los que se rompen. De esa manera tendríamos el dato real de la duración media real de los matrimonios. 

Dejemos estas disquisiciones estadísticas aparte y vayamos al grano. ¿Cómo se hace eso de durar para toda la vida?

Quienes acompañamos a matrimonios de distintas formas, muchas veces nos hemos equivocado insistiendo en la importancia del compromiso contraído, como fórmula para mantener el vínculo a lo largo del tiempo. La realidad a nuestro alrededor nos dice que eso funciona cada vez menos, seguramente porque no es suficiente para llenar de sentido las vidas de los esposos.

Hace décadas, cuando la vida era mucho menos cambiante, el recuerdo del compromiso adquirido podía funcionar como garante del vínculo en épocas de dificultad en la relación. Hoy, en nuestra cultura, aceptamos con mayor facilidad que las circunstancias cambiantes provoquen que cambiemos nuestros compromisos. Hay quien ve en esto una amenaza, ya que, en su opinión, sin el respeto al compromiso dado es imposible conservar el vínculo adquirido. En mi opinión, más que una amenaza, se trata de una llamada a hacer crecer el vínculo en vez de intentar conservarlo. 

Un matrimonio para toda la vida

Compartir un matrimonio para toda la vida requiere volver a elegirse una y otra vez. El sí que se da al principio debe ser renovado frecuentemente porque frecuentes son los cambios en nuestra vida. Cambios propios del ciclo vital como el nacimiento de los hijos, su crecimiento, su marcha del hogar, el envejecimiento… Cambios en la propia dinámica de la relación. Cambios personales provocados por situaciones laborales o de salud o en la familia de origen. Y con cada uno de esos cambios, cambian los miembros del matrimonio.  

Ante cada cambio, es preciso volver a elegirse. Volver a elegirse es volver a escogerse mutuamente ante muchas otras posibilidades. Eso se hace con alegría si se mira el bien que aporta el otro en mi vida y si se desea aportar un bien a su vida y construir juntos un bien para nuestro mundo.

Lo normal es que los sentimientos vayan cambiando a lo largo del matrimonio, (exactamente igual que en el resto de relaciones) pero que vayan cambiando no quiere decir necesariamente que sean peores. Pueden ir cambiando a mejor. Puede darse el gozo de un mayor conocimiento mutuo, una complicidad creciente, el sano orgullo de las dificultades superadas juntos…

Volver a elegirse implica de nuevo la vida entera, renueva el deseo de seguir construyendo juntos, de atravesar juntos las tormentas que se nos presentan en la vida. Implica de nuevo el corazón, la cabeza y las manos en una dinámica creciente de amor.

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