Fuente: ABC
«¿Cómo es posible que un chico o una chica de 12 años vaya con un smartphone? Cuanto más tarde le demos una pantalla, mejor; es una salvajada dar el móvil a los 10 o 12 años. Ser padres es muy fácil con pantallas, pero hay que poner límites, ofreciendo alternativas, haciéndoles caso…», espoleó Marc Masip durante una charla en línea con padres y profesores encuadrada en la serie Educación al rescate organizada por la Universidad Nebrija.
La concienciación del abuso de las nuevas tecnologías y de los videojuegos va tomando posiciones en la sociedad, pero la sobreexposición digital sigue acechando a los jóvenes. España es el país con más adicción adolescente, el 21,3 %, de Europa. La media europea está en torno al 12,7 %.
Además, la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) ha incluido este año en su lista la adicción causada por los videojuegos. «La sociedad en general no hace buen uso, el problema es lo suficientemente grave para adoptar soluciones, y los más afectados son los adolescentes y los jóvenes», consideró Masip durante esta sesión.
En este sentido, la «imperativa» instauración de asignaturas sobre el uso del móvil en colegios e institutos y la aprobación de unas leyes estatales que pongan límites a la pornografía y a los accesos tempranos «pueden proteger un poco y dar un paso atrás en lo tecnológico para avanzar en lo humano». Marc Masip, autor de Desconecta, un libro práctico para descubrir nuestro grado de dependencia al móvil y poner freno a esta nueva alerta social, ahondó en la prioridad social y política de este asunto, «al que hay que poner pautas de forma inmediata».
La prevención, como en otros campos, resulta vital en la lucha contra la mala praxis del móvil. Para el psicólogo catalán, se pueden advertir señales de riesgo en los jóvenes como el enfado continuo cuando se les restringe el tiempo con el teléfono, la bajada del rendimiento escolar, el uso a deshoras y a solas en el baño o en la cama, el aislamiento social y progresivo del mundo real, la pérdida de interés hacia otras actividades o el aumento de los conflictos familiares. Si no se atajan, estas pistas de conducta pueden derivar en «graves consecuencias que vayan más lejos de la nomofobia», de la angustia a no tener el móvil a mano o a estar incomunicado de una forma digital.
No usar el móvil como moneda de cambio
« Utilizando mucho el móvil seguro que hay algo que se está perdiendo», advirtió Masip. No obstante, a su juicio, no hay que utilizar el móvil como «moneda de cambio» del tipo «si te portas bien, te lo doy y si te portas mal, te lo quito». Aquí, los adultos «debemos dar ejemplo y ser muy estrictos; negociando el uso, se puede firmar con nuestros hijos contratos tecnológicos». Evitando la sobreprotección de los jóvenes, dando ejemplo y ejerciendo una educación tecnológica «global y preventiva», los padres pueden premiar a sus hijos sobre el uso racional y limitado del móvil con recompensas que vayan desde una entrada para ver un partido a un fin de semana en la playa o en la montaña.
Agitando conciencias, el psicólogo utilizó la expresión de «analfabeto digital» en oposición a la de nativo digital para alertar de los malos usos del móvil: «Ellos tienen una absoluta libertad con el teléfono, pero la libertad se adquiere con el conocimiento». Y, de nuevo, el ejemplo de los padres es fundamental porque, en su opinión, es frecuente ver a una pareja en una terraza sin comunicarse, absortos en sus móviles o a un grupo en un restaurante que lo primero que hace es sacarse la foto de rigor para subirla a las redes sociales «y no se dan cuenta de que la sopa se les está quedando fría».
En esa desconexión del mundo y de lo que tenemos alrededor, en esas relaciones «más cobardes en las que ya no nos miramos a la cara», aparece la frustración, «la distancia entre el yo real y el yo virtual». Marc Masip no solo alertó de la «pérdida de esa noción de la realidad» en los tiempos actuales, sino que «el huracán tecnológico y brutal» se va a incrementar con el metaverso, «algo tremendamente peligroso, que me asusta y que puede provocar todavía más aislamiento social».
Masip, que se posiciona en contra del uso del móvil en el aula, también se refirió a la necesidad de intervenir cuando no ha habido prevención y se detecta la adicción a las nuevas tecnologías. En ese momento, los profesionales entran en acción con tratamientos que van desde los seis meses a los tres años y que inciden en la autoestima y la reconexión con actividades culturales o deportivas.