Autora: Ana Sánchez
El hambre nos rodea de forma muchas veces imperceptible, acechando en cada esquina, aunque nos hayamos habituado a no verla, cegados por nuestra opulencia y por una desmedida ambición que nos hace indiferentes al sufrimiento de otros, siempre que no nos afecte.
Esperanzador a la vez que realista es este mano a mano de José Esquinas y Mónica G. Prieto. Un análisis pormenorizado de la guerra contra los empobrecidos y que devasta nuestro planeta a todos los niveles; precisamente es en este marco donde cobra pleno sentido esta colaboración, plasmada en horas de trabajo y conversaciones entre ambos autores hasta llegar a «Rumbo al ecocidio»
Se trata de un libro que intenta dar respuesta a un imperativo que expone el propio José Esquinas en su prólogo: «decidir dónde estamos, adónde vamos, adónde quisiéramos ir y, si es el caso, como cambiar el rumbo. Es preciso marcar un norte, o quizás, un sur que nos guíe. Contamos, para ello, con poderosos instrumentos como son la ciencia, la tecnología, el mercado o la banca, pero son meras herramientas sin sentido del bien o del mal y, por tanto, sin capacidad de marcar el rumbo, como en estos momentos está sucediendo».
El objetivo es provocar una actuación individual y colectiva que ponga freno a la situación actual, apelando a la responsabilidad que tenemos ante una situación cada vez más urgente. Salpicado de anécdotas que nos hacen mucho más cercano el tema no se limita a aportar cifras, datos, argumentos,… sino que también expone con claridad alternativas viables a nuestra forma actual de vida y a nuestro poder como consumidores y como sociedad civil, que debe organizarse por encima de bloques ideológicos o geográficos.
Hoy en día, se producen en torno al 60% más de productos alimenticios de los que se necesitan para nutrir a toda la humanidad, mientras millones de personas mueren de hambre. ¿Qué estamos haciendo mal?
El hambre no es consecuencia, como se cree de forma generalizada, de la falta de alimentos. Producir más a nivel global no solucionaría el problema, sino que incluso lo agravaría, dados los costes energéticos de los sistemas intensivos e insostenibles de producción y transporte. Los alimentos están en el mercado internacional, pero no llegan ni a la boca ni a la mesa de quien tiene hambre.
No nos quedemos con ese viejo chiste en el que se nos relata cómo un avión comercial cruza los cielos cuando el piloto se dirige a sus pasajeros. «Aquí el capitán. Quería informarles de que hemos perdido el rumbo, pero que no cunda el pánico. La buena noticia es que mantenemos una velocidad excelente».
Es necesario cambiar nuestro estilo de vida y enderezar el rumbo del planeta Tierra para evitar el ecocidio y abrir la puerta a la esperanza.