Isaac Rosa
Fuente: elDiario.es
Muy mal los jóvenes y la pandemia, me dijo un vecino en el ascensor. Muy mal los jóvenes y la pandemia, leí en el grupo de Whatsapp. Muy mal los jóvenes y la pandemia, tuitearon muchos. Muy mal los jóvenes y la pandemia, opinaron el presentador de radio, el tertuliano de la tele, el columnista de prensa. Muy mal los jóvenes y la pandemia, declararon el consejero de Sanidad, el presidente de mi Comunidad, el obispo.
Pues muy mal los jóvenes y la pandemia, pensé yo también. Y como quería escribir este artículo, busqué las noticias, vídeos y fotos de lo sucedido con los jóvenes y la pandemia el pasado fin de semana. Así que tecleé en Google «jóvenes» y «pandemia», y luego hice clic en «noticias», para ver las últimas ídem. Hagan la prueba, tecleen en el buscador esas dos palabras, ya verán.
Entre los resultados de mi búsqueda había algunas noticias sobre la «celebración» del fin del estado de alarma, sí. Pero la mayoría de artículos iban por otros derroteros. Les copio los titulares, sin más añadidos:
«La pandemia dispara el número de jóvenes con problemas mentales en urgencias»
«La Covid hundió los ingresos de los jóvenes cuatro veces más que al resto»
«La pandemia agudiza la crisis de los jóvenes y uno de cada tres menores no tiene ingresos»
«Jóvenes y mujeres, los más afectados laboralmente por la pandemia»
«El Banco de España alerta de la vulnerabilidad al alza de los jóvenes»
«Más jóvenes con daños auditivos por el mayor uso de auriculares durante la pandemia»
«La pandemia dispara las peticiones de ayuda psicológica por parte de los jóvenes»
«La crisis económica de la pandemia lleva a miles de jóvenes a volver a casa de sus padres»
«Preocupan las conductas suicidas entre los jóvenes en la pandemia»
«Los estudiantes sufren los efectos de un largo año de pandemia»
Ahí ya dejé de leer, pero había más. Si en vez de quedarme en las noticias de las últimas semanas hacía una búsqueda genérica, me encontraba muchas más noticias, artículos, estudios y advertencias de expertos, todos apuntando en la misma dirección: para los más jóvenes la pandemia ha supuesto una catástrofe educativa, laboral, económica, social y psicológica, de cuyas consecuencias tendremos noticia en los próximos años.
Pero claro, los botellones y fiestas callejeras hacen más ruido y son más fotografiables que el daño mental, la pérdida de ingresos o el despertar sexual cuando no puedes relacionarte con normalidad. Los botellones y fiestas callejeras son también más ruidosos y fotografiables que los comportamientos adultos en el interior de los bares, en viviendas o en centros de trabajo. Por eso vemos una y otra vez a jóvenes cantando con un mini en la mano, pero raramente vemos a sus padres bebiendo sin mascarilla en un sitio mal ventilado, o teniendo que trabajar sin protección adecuada. Yo no recuerdo muchos brotes vinculados a botellones y fiestas callejeras (todo exterior, donde el riesgo es bajo), mientras hemos conocido contagios masivos en bares atestados, fiestas particulares, comuniones, industrias cárnicas o infraviviendas de temporeros. O en residencias de mayores, donde no hay precisamente botellones.
Por supuesto que entre los más jóvenes hay irresponsables, no hace falta que me lo cuenten. Pero lo que más he visto son estudiantes soportar seis o siete horas seguidas de clase con la mascarilla en su sitio, mientras muchos adultos no se han tapado la nariz en un año. Sin embargo, desde el principio de la pandemia hemos culpabilizado a los más jóvenes, niños incluidos, y mostrado muy poca preocupación y aún menos empatía por cómo les está afectando. No queremos verlos en pandilla por la calle ni haciendo botellón en el parque. Preferimos que sean irresponsables de interior: que se metan en un bar (para lo que no tienen dinero) o que se junten en sus casas (que no tienen). O que no hagan nada, que se queden en su dormitorio, frente a la pantalla, y se fastidien por perder todas las vivencias que caben en un año y medio de adolescencia o juventud.
Llevamos años diciendo que están sobreprotegidos: generación blandita, malcriados, lo tienen todo sin esfuerzo, no conocen el sacrificio ni lo que cuestan las cosas… En un formidable bandazo, hemos pasado de sobreprotegerlos a abandonarlos a su suerte.
Ah, por fin acabé encontrando las fotos y vídeos del sábado pasado. Y oh, sorpresa, los que parecían más embrutecidos eran casi de mi edad, «jóvenes» como yo.
Muy interesante
Magnifico final
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